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coplas de Juan Tanamera.

guantanamera

Mientras fui profe en activo, me apunté a redes sociales por didáctica. Si mi alumnado, de secundaria de adultos, estaba en redes, yo también estaría, y mis publicaciones podrían ser un comunicado de apuntes (podcast, odiosa palabra) para la recuperación de mis clases por estudiantes que, entre el trabajo y el instituto, muchas veces me faltaban a clase por causa justificada. Desde que dejé el horario lectivo, mis varios tendederos siguieron de utilidad para yo ejercer como emérito en una especie de consultorio de lengua que siempre es más que lengua: Álvaro Martín y Zafarrancho Vilima.

Paralela a mi vena docente (que un profesor nunca pierde del todo) corrían por mis venas libros publicados y nuevos que publicaría, ya no en imprenta: en internet, la gran nube para quien ya no estaba en las nubes del cotarro literario, del publico y presento, del convoco a mis coros y danzas. Mi conclusión era que por mucho ruido que yo hiciera en red, por mis vanidades y exhibicionismos personales, más ruido seguía haciendo la moribunda república del libro de farsa y licencia de la imprenta castiza.

En ese lapso de veinte años no es nada (cuarenta, desde mi primer mural) he ido sumando tropa de varios colores, principalmente gente de la enseñanza, alumnos o profesores, y de la política, de la cultura, la literatura o el libro. También, claro está, antiguos o viejos conocidos que, a través de Facebook, y cuando ya la juventud descuidaba sus muros (otra odiosa palabra), iba topando conmigo o yo con ellos.

Hoy, lo crean o no, lo que me lleva a esta página que escribo es la empedernida batalla contra el tiempo que pasa y que me llevará por delante en un descuido. Soy como Juan Tanamera (guajira, guantanamera), que antes de morirme quiero echar mis versos del alma. O como aquel Quevedo de, pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca. Soy (somos) como León Felipe y me sé (sabemos) todos los cuentos. Quizá mi obstinación y lo que puede diferenciarme de otros es que siento la obligación, ahora por Joaquín Sabina, de negarlo todo. Me quedan cuatro días para desdecir lo que he dicho, para desmontar el tinglado del que, Pablo Neruda, confieso que he vivido.

El personaje que yo era se ha ido desprendiendo, Pedro Salinas, de todo lo que encima me echaron desde antes de nacer y más: desde antes de ejercer, desde antes del primer concurso de poesía. Hoy, de aquel afán en que milité un día, no queda casi nada, casi nadie. Mis antiguos amigos de letras, remeros todavía en la nave del libro en librerías, se me han ido perdiendo por uno u otro lado, principalmente uno: la fe en el Estado del Bienestar, triangulada entre la cultura y la izquierda.

Parte de ese triángulo enseñó su patita cuando el referundismo en Cataluña y ahora se empeña, todavía, entre monarquía o república. Nada tengo que ver con eso. Mi obligación es decir a quien quiera oírme que todo es república (república ‘por defecto’). ¿Jefatura de estado? No, gracias. Ninguna. Si hay democracia, que sea parlamentaria y no presidencialista.

abandonen toda política.

Gustavo-Dore-Infierno-Canto-III foto Trianarts

Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate
(Comedia, canto 3)

Habrá que recordar que el Estado, como el Dios católico, es uno y trino: Estado, Administración y Gobierno.[1] [2]

El coronavirus ha puesto en evidencia que, mientras la Administración funcione, el país funciona, y no a la inversa: de nada sirve un Gobierno si no funciona la Administración (Sanitaria en este caso).

Es hora de que la clase política profesional, vista su inutilidad y la pasta gansa que nos cuesta, vaya pensando en prejubilarse. Y que en la próxima declaración de Hacienda podamos elegir entre las casillas Política o Administración.

Y que, desde ya, el contribuyente votante pague de su bolsillo el sostenimiento de una clase política profesional que podría no existir (sigue en nota[3]). No sale a mucho: a menos de 10 euros por convocatoria y voto emitido.

Pero no jodan con la política de siglas ni con la que, sin siglas, se le ve el plumero del partidismo.

Para que nos apasionen Barça o Madrid, Sevilla o Betis, primero tendría que gustarnos el fútbol.

Dejad toda propaganda, vos que votáis.

[1] El Estado es un concreto y un abstracto: pienso en el Estado y pienso en algo que va desde lo represor (Justicia y Policía me imponen un respeto), al optimismo o la utopía: como cuando se quiere hacer de la violencia sexista cuestión de Estado o cuando alguien cree vivir en un Estado de Derecho (¡y una mierda!, habrá quien diga). El Estado nos tendría que unir, y la política no hace más que dividirnos.

[2] Estado, del latín status y con mayúscula inicial. Administración, latín administratio y con mayúscula inicial. Administración central, pública, autonómica, municipal, provincial, local, tributaria, de correos, de lotería. Gobierno es el órgano superior del poder ejecutivo salido de un Parlamento elegido. Por política se entiende pensar la polis, la cosa pública, el bien común. La política militante o de partidos no es más que una parte, y no la mayor ni la más humana, de la política sin apellidos.

[3] … sustituida por democracia electrónica o representatividad demoscópica con cargos o escaños rotatorios por azar o por orden alfabético. A porcentaje de población activa, correspondería ese % de escaños o cargos; a tantas mujeres frente a varones, mismo reflejo; % de población en paro, lo mismo; y así. Verían ustedes como no sale elegido presidente un rico ni un banquero.


Foto portada Gustavo Doré, en Trianarts


¿Nuevos Pactos de la Moncloa? (2).

Si lo primero sería ir hacia una reubicación geopolítica más económica de España en el mundo (UE, Otan, Onu, Ejército, Jefatura del Estado: todo eso sale muy caro), lo siguiente sería el replanteo del Bienestar, como individual zona de confort.

El Estado del Bienestar fue un farol que se marcó el Psoe de la Transición, bajo el poderoso influjo de la social democracia alto europea (Willy Brandt, Olof Palme), lo que catapultó al poder a Felipe González en cinco años (de 1977 a 1982) con el decaimiento del PC. De entre los encantos del Estado del Bienestar, uno se inoculó para siempre en la ciudadanía progresista, y fue que el Estado dejó de verse represivo [1] para pasar a verse como órgano benefactor. Cundió una doble moral: si me va bien, para mí, y, si me va mal, para el Estado a través de impuestos, vía Presupuestos. Esa doble moral ha traído la mentalidad que vemos en nuestros hijos y nietos, dicho en Manuel Machado: «Que todo, como un aura, se venga para mí y que jamás me obliguen el camino a elegir». ¡Y, luego, nos quejamos! ¡Cuando los hemos criado nosotros, madres o padres, abuelas y abuelos, más/menos yayo flautas!, que picamos el anzuelo del Psoe en los 80 y de Podemos en 2005, a cambio de renunciar a lo que ideológicamente nos definía: la conciencia de clase, que, perdida, ha cuajado en una generación que ha hecho de revolución y cambio una batallita de abuelos cebolletas.

Sea como sea, y diga lo que diga el Estado, del Bienestar se sale en cuanto llega la crisis. Pasó en 2008 (quiebra del sistema financiero inmobiliario; 2007, Lehman Brothers) y pasará ahora. A falta de vanguardia hacia nuevas metas [2], el desempleo y verse en la calle harán a las criaturas espabilar de la zona de confort donde estaban dormidas.

Al final, dos piezas saldrán al tablero. Una, ya lo verán, será otra vez que “estábamos viviendo por encima de nuestras posibilidades”; y, otra, más en serio: que habrá que replantearse familia, trabajo y residencia sin ayuda de los mayores ni del Estado, cuyas ubres se habrán quedado secas. Solo un estado de necesidad puede remover conciencias. Ojalá la gente espabile, empezando por el abandono del narcótico voto útil. Reducir en peso y nómina la clase política (hasta acabar con ella, habiendo Administración) ayudaría a llenar las esquilmadas arcas sociales. Y no haría falta pacto ninguno que, de firmarse, iría contra la gente, como han ido siempre los muchos pactos que en la historia han sido. [3]

[1] represivo veía al Estado la izquierda; la derecha, lógicamente, no. Pero el Bienestar puso a una y otra más de acuerdo que nunca.

[2] No es vanguardia la intelectualidad, que da pena en cuanto la sientan a la mesa de los Príncipes de Asturias; no es el arte; no es IU abducida por Podemos, a su vez, abducida por un Psoe que ni en el 77 fue, ni en 2020 es socialista, sino lo menos facha que se despacha, y por eso a los coalicionistas les gusta tanto, y les viene tan bien, quejarse de las burradas de Vox y de las privatizaciones del PP.

[3] Documentación:

¿Nuevos Pactos de la Moncloa? 1

Jinetes del apocalipsis

Análisis del Bienestar

Carta a un demócrata creyente en el Estado del Bienestar

‘Adelfos’, de Manuel Machado


¿Nuevos Pactos de la Moncloa?

Un pacto es un guiso. Los avíos para el puchero son hoy distintos que en 1977. A la gente que entonces no había ni nacido, no creo que valga la pena removerle una memoria que no tiene ni, por lo mismo, entrar en comparaciones. Los mayores jugaríamos con ventaja y aburriríamos a las ovejas. Lo que sí sería útil es sacar balance y conclusiones del espíritu de entonces en la que entonces fue o quiso ser izquierda bajo Felipe González y Santiago Carrillo. Hoy sabemos lo que estos dos no sabían: que ni Europa ni Otan (año de enlace: 1986, mismo año que el PCE disolvió sus siglas en IU) fueron indiscutibles valores a la causa España ni a la causa democracia, izquierda o progreso. Más bien al contrario.

La generación que hoy pasa de los cuarenta años (madres y padres de la tercera generación, la de nuestros nietos) ha podido ver por el Brexit una Europa sin UE y darse cuenta de que esa Europa (Reino Unido) ni está loca ni está sola. La lógica del Brexit ha sido que, a menos UE, más EEUU, más Israel y más Commonwealth. España no cuenta con Commonwealth, pero sí con Portugal y con un vínculo con América que la España patriótica ha cedido a Estados Unidos (ver España Cuba o España Venezuela), algo incomprensible, mientras aguantamos la mordida inglesa en el Peñón de Gibraltar. En clave España exit, España podría seguir estando en zona euro[1] sin ceder soberanía, como está cediendo, a EEUU, FMI, BCE, ni a la Europa del Norte que tiene pillada a la del Sur por los euros de la deuda.

En 1986, y con Europa como anzuelo, la segunda trampa fue la entrada de España en la Otan, operación que Felipe González vendió al pueblo español como la creación de un ejército europeo (?) al que España, como miembro ingresado de pleno derecho, tenía que contribuir sí o sí, de pleno deber. Ante la opinión, se ocultaron los costes reales de la operación militar que la Otan suponía y se camufló que, en diplomacia y política económica, los bloques se contrapesan y la independencia respecto a un bloque se compensa con creces con nuevos acuerdos respecto al otro, o sea: a menos partido España Europa, más partido España América, España Rusia, España China o España Venezuela. En 1977, cuando los Pactos de la Moncloa, la izquierda (harta de oírse llamar estalinista y no democrática) se dejó colar el gol de la democracia y de la libertad que venía del bando aliado (EEUU, Inglaterra, Francia) y el golazo de que, sin ese Occidente, no había vida, España no valía nada. Ahora, ese argumento, con vistas a una España 2021, sería muy fácil de desmontar. Margarita Robles: el Día del Desfile es muy bonito, pero sería más rentable una España como país neutral y no alineado (y por la paz y el desarme), y no al dictado de potencias que al final pasan su factura (ver requerimientos de Donald Trump por los gastos de la Otan). La neutralidad de España facilitaría la reconversión de unas fuerzas armadas, muy engreídas, hacia un Cuerpo Único de Seguridad Nacional que incluiría todos los cuerpos uniformados: bomberos, protección civil, las distintas policías, Guardia Civil. Entre unas cosas y otras (nóminas, escalas de mando, operaciones de mando único), nos ahorraríamos una pasta gansa que, a día de hoy, se está derrochando para nada: para el Doce de Octubre, en la Castellana. Es inconcebible. Y, por supuesto, una España sin Otan se plantearía el desmantelamiento de las bases militares extranjeras en Morón y Rota y Gibraltar, por la parte andaluza que nos toca. Y otro día abriríamos para Ceuta y Melilla la posibilidad del mismo estatus que tiene Gibraltar, y si Ceuta y Melilla quisieran ser parte de Marruecos, plazas autónomas africanas, o provincias españolas de ultramar (como, a la inglesa, es Gibraltar): que Ceuta y Melilla decidan; no, como ahora, que ejercen de forzosa y costosísima gendarmería (en personal funcionario y en vidas humanas) al servicio de la UE y de la política de inmigración que a Merkel le salga de los collares.

Otro día también, hablamos de igual independencia de España respecto a la Iglesia (acuerdos de 1979) y de España respecto a los Borbones (1969), vestigios de un franquismo que no se extingue.[2] Con ese guion sobre la mesa, bien se podría pactar. ¿Iglesias y Garzón (los González y Carrillo de ahora mismo) lo tendrían claro?

Esa es la cuestión.

La otra, la denuncia del Estado del Bienestar como falacia y montaje. Pero eso afecta, más que a los partidos, a mentalidades individuales tipo Generación Podemos que habría que cambiar.

No será fácil.


Daniel Lebrato, 6 de abril 2020

[1] UK nunca adoptó el euro. Y Andorra, Mónaco, San Marino, el Vaticano, Kosovo y Montenegro, sin pertenecer a la UE, sí.

[2] Una España no Reino de España lo tendría más fácil para entenderse con Portugal y con Cataluña: es un argumento imbatible para prejubilar al rey y agradecerle a la Casa Real los servicios prestados.


el discurso del Pedrey.

pedro sánchez como el rey
Ojo a banderas y fondo de escudo y gestos.

Abusando un poco del sufijo léxico -emia (de epidemia, pandemia o alcoholemia: presencia anormal de algo en sangre) podíamos hablar de una verdadera borbonemia en el habla de personajes públicos como Pedro Sánchez y algún otro gerifalte en los partes diarios del comité especialista. Nos hablan como si estuviésemos en Navidad y el suyo fuese el discurso de la Corona.

El idioma distingue entre tono y tonema. tono, latín tonus, y este del griego, tónos, ‘tensión’: 1. Cualidad de los sonidos, dependiente de su frecuencia, que permite ordenarlos de graves a agudos. 2. Inflexión de la voz y modo particular de decir algo, según la intención o el estado de ánimo de quien habla. tonema es en fonética y fonología aquella inflexión pertinente para la modalidad oracional, básicamente tres: interrogativas, exclamativas o enunciativas. Por ejemplo, tras mucho tiempo de sequía, la secuencia sería: ¿llueve? (pregunta de incredulidad inicial) ¡llueve! (sorpresa gozosa) y llueve, enunciativa afirmativa. Tonos y tonemas dan lo que llamamos musiquilla.

Franco tuvo su musiquilla. El Nodo tuvo su musiquilla. Casi cada cadena de radio tiene su propia musiquilla, muchas veces dependiendo del color del partido político que gobierne o mande en la emisora. Y, naturalmente existe el tonillo o la musiquilla del discurso Borbón: ese que nos recuerda al rey Juan Carlos.

Abusando un poco del sufijo léxico –emia (de epidemia, pandemia o alcoholemia: presencia anormal de algo en sangre) podíamos hablar de una verdadera borbonemia en el habla de personajes públicos como Pedro Sánchez y algún otro gerifalte en los partes diarios del comité especialista. Nos hablan como si estuviésemos en Navidad y el suyo fuese el discurso de la Corona.

 

hipocresía de votantes de izquierdas.

Pujol prescrito

Hacienda concluye que Jordi Pujol defraudó 885.651 euros, pero que el delito ha prescrito (El País, 24 doce) y mis contactos en redes rebotan la mala noticia no sé si con ánimo contra la propia Hacienda, contra el manido discurso del Estado de Derecho o contra la corrupción de la clase política a la que al mismo tiempo votan (“para que estos escándalos no se repitan”).

Y uno, que es pariente del Rey Bobo (bobo pero no tonto) y que lleva algunas legislaturas al margen de esta democracia, cae en la cuenta de tanta escandalera: la corrupción política en Cataluña (caso Pujol) sirvió a mis amistades de izquierdas para una de dos: desorientar el alcance del referundismo (y, de paso, alinearse en la defensa de la unidad de España) o para salir del referundismo en nombre de los problemas que realmente importan a la gente (limpieza del juego político, recuperación de lo robado para el bienestar en educación, sanidad, vivienda, etcétera, etcétera).

No me vengan con milongas. Ser demócrata (también si son de izquierdas) supone aceptar un Estado de cosas: hoy Gürtel, mañana Eres, al otro día Pujol, pero, de entrada, con monarquía y Tribunal Supremo, Constitución y momias constitucionales. Alguien razona como los machos varones de las mujeres tapadas (ellos no se tapan, claro) y el caso Pujol, les viene muy bien para abstraerse (como demócratas de mucha izquierda) de lo que está pasando en Cataluña con los derechos humanos. Y el de decidir lo es, no les quepa duda.


Carta a un demócrata creyente en el Estado del Bienestar.

Serví y sirvo al Estado como funcionario docente, pero el Bienestar no me lo creo: el sistema educativo, junto al sistema sanitario, preexiste al Bienestar: la educación fue parte necesaria para la formación y reposición de la mano de obra que el capitalismo necesitaba.

El Bienestar como concepto y como invención y reclamo nació de un contrato social tras la Crisis del 29 en Estados Unidos (contrato después desbaratado por vuelta al liberalismo salvaje, y ahí está Donald Trump) y, en Europa, de patronal y sindicatos anticomunistas (democratacristianos y socialdemócratas, contra la Unión Soviética) al final de la 2ª Guerra Mundial a costa de las que fueron colonias de la vieja Europa, truco del almendruco del llamado milagro nórdico.

Hoy, algo espabilado el tercer mundo y adormecida la clase obrera como motor y máquina, bajo las presiones del thatcherismo (ver la película Billy Elliot), el Bienestar queda en ideal electoral de quien pretende que dineros públicos (o sea, usted y yo a través de impuestos) cubran sus vidas privadas (familia, vivienda, educación, el largo etcétera que les prometió el EdB). Las luchas obreras criaron el bienestar y el bienestar ha criado manos unidas que piden y piden y, por pedir, que no quede. De hecho, la izquierda siglo 20 luchaba contra el Estado (o, al menos, contra el estado de cosas); la izquierda siglo 21 mide sus fuerzas por prometer y, en promesas, quién da más.

Mi coherencia es decir: no, padre, no, madre: “la vida que tengas págatela” y, si no, no la tengas o hazte como yo anticapitalista, marxista, de la lucha de clases, antisistema, no demócrata, pues todas esas cosas, si yo lo soy, puedes ser tú. Yo hace tiempo no voto y hace mucho descreí de IU Podemos; de otra izquierda, ni te cuento. El Bienestar no es mi opio del pueblo o, en todo caso, no es mi pueblo ese pueblo.

el día que dejé la política.

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Nunca me ha interesado la política de nombres propios, protagonistas que acaparan la cosa pública. Solo los movimientos de masas. Ideas sin masas y masas sin ideas no van a ningún sitio. EL TeNDeDeRo cierra hoy su reflexión política. En esta estupidez que se llama España en funciones no me busquen con pretextos o causas dictadas por el Estado del Bienestar, como igualdad, feminismo, animalismo, oenegés para salvar el medio ambiente, la infancia o el planeta. No, padre. ¿Enmiendas parciales al sistema? A la totalidad, siempre.

A 230 años del libertad, igualdad y fraternidad y a 102 del proletarios, uníos, y de todo el poder a los soviets, aquellas divinas palabras en que un día creyó la humanidad bien pensante vienen a dar a Trump, Macron, May, Merkel, Salvini, Macri o Bolsonaro; a Putin; al último emperador, todavía; a Estados islámicos que tapan a las mujeres, y a ellas les gusta. Una llama de la Generación Podemos ardía en Grecia, ya se ha extinguido. Aquí en España –salvo que alguien me diga qué sigla me he perdido, qué partido o movimiento, que no me he enterado– quienes estuvimos en el albor de un nuevo porvenir ya sin Franco hemos venido a dar a tres ríos que van a dar en la mar, que es el morir: Alberto Garzón, que recoge las aguas de lo que llovió el Pce en 1977; Pedro Sánchez, por lo que fueron las ansias de cambio con el primer Psoe, 1982; y Pablo Iglesias, ¡con lo que fue el tsunami de Indignaos!, de Democracia Real Ya! y del 15-M! Veinte años después, no son, no somos nada.

La Revolución francesa pudo acabar con el Viejo Régimen: no quiso. Las revoluciones soviéticas quisieron acabar con el Nuevo burgués capitalista: no pudieron, no supieron o no las dejaron. Hoy buscamos en Google anticomunismo y comunismo (sistema que el mundo no conoció) y obtenemos más resultados que el capitalismo que nos envuelve y que, curiosamente, nadie quiere nombrar. Y aún dirán, si les preguntan, que lo importante es ser positivo, hacer cada uno lo que pueda.

Queden ustedes con la parte más jovial y positiva de Zafarrancho Vilima recomendada por este que es el serio de la película. Y adiós.


Foto portada: © LeMonge (2019)

adjetivos descalificativos.

El recurso no es nuevo. Para hacerme valer, lo más fácil es desacreditar a mi contrario. En política, gran reclamo de la izquierda ha sido el miedo a la derecha, miedo que la derecha abandera aún mucho más. Y es increíble la cantidad de estigmas o anatemas con que partidos intentan ganarse el voto mediante adjetivos descalificativos.

El gran descalificativo de la serie democrática fue terrorista. En terrorismo de Eta (hubo Grapo, Frap y Gal) se mezclaron violencias que no tenían nada que ver: el ajuste de cuentas (Melitón Manzanas, torturador asesinado por Eta en 1968), el magnicidio (Carrero Blanco, 1973), el chantaje al Estado (secuestro de Miguel Ángel Blanco a cambio del acercamiento de presos al País Vasco, 1997), la extorsión a personas por rescate en dinero (Julio Iglesias Puga, Papuchi, secuestrado a final de 1981), hasta la muerte por grupos de riesgo (víctimas del atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, 1987) o la muerte a discreción (atentado contra Hipercor, Barcelona, 1987). Tanto se generalizó, que, cuando los atentados del Metro de Atocha (11 de marzo 2004) y por ocultar la responsabilidad del presidente Aznar en las 193 muertes y casi dos mil heridas, todo el empeño del Estado, y del Gobierno que lo manejaba, consistió en culpar a Eta, es decir, al viejo antiterrorismo tantos años cuidado y acariciado como vivero de votos para la derecha.

Menos mal que la campaña No a la guerra fue suficiente para echar al PP, y el Psoe –sin acusar a Aznar por su intromisión en la Guerra del Golfo– reconoció que en terrorismo había que incluir el yihadismo, que es el que, desactivada Eta, continúa siendo amenaza. Sin embargo, no conviene indisponer a la comunidad musulmana. El terrorismo islámico es excepción dentro de una plácida alianza de culturas y civilizaciones, mientras el terrorismo de Eta se extiende y abarca a pacíficas generaciones vascas limpias de sangre que nunca logran redimirse por una España que cree que bildu o geroa bai son tacos que nos ofenden (como me cago en tus muertos) propios de un tipo al que nos está permitido linchar, quemar o apedrear: ese Puigdemont en el Carnaval de Cádiz o en los Judas de Coripe. A terroristas e independentistas han venido a sumarse descalificativos como golpistas, soberanistas, que quieren romper España, populistas, extrema izquierda (dicho sea de IU Podemos), incluso podemitas: una España más excluyente y más sucia que nunca a base de «líneas rojas» o «cordones sanitarios».

–Mira que os tengo dicho -avisaba el otro- el boicot a las elecciones y que no votéis a ningún partido de la actual política (sin clase ni clases sociales). Pues nada. Id otra vez a votar en nombre de ¡Que viene la derecha!

Hay que joderse.


 

la rabia y el perro.

Sabido es que, para la configuración del pensamiento positivo, más pesa el miedo a lo que se teme y se nos presenta como malo, que aquello que se postula como bueno. De ahí, las religiones. Puedo dudar si hay Dios. Lo que nadie duda, visto cómo está el mundo, es que el Diablo existe y ronda calles y personas. Ocurre igual con el anticomunismo, un valor tenido como bueno y que está durando mucho más que lo que duró la experiencia soviética. Muerto el perro, no se acabó la rabia. Lo mismo pasa con el antipopulismo: palabras conjuro que, junto al ¡que viene la ultraderecha! o a quienes quieren romper España o a quienes algo tuvieron que ver con Eta, configuran el pensamiento positivo del demócrata español, que por eso se definirá frente a EH Bildu, frente al referundismo en Cataluña o frente a Vox, demonios familiares que hacen buena o muy buena la Constitución, la monarquía, el juicio al Procés o el boicot a Vox; siglas, fuerzas o partidos que solo por haber sido votados merecerían otro trato por parte de “nosotros, los demócratas”.

Queden ustedes con el comentario de texto a un artículo certero y bien documentado de Francisco Núñez Roldán (antipopulista) contra Josep Borrell (anticomunista), quien ha calificado a la actual Rusia como “nuestro viejo enemigo Rusia”. O sea, como en tiempos de Franco.

Daniel Lebrato, a Núñez Roldán:

Dos pegas veo a tu artículo ¿Nuestro “viejo enemigo” Rusia? Una es nuestra o nuestro como plural de Estado (“Rusia había sido nuestro impensado y lejano aliado, nuestra Europa, nuestro compromiso con la Otan”). Sería preferible desligar a la ciudadanía del régimen que en cada época la ha estado ‘ciudadando’, como haces donde dices que el estalinismo fue “más letal si cabe para sus propios ciudadanos que para los ajenos”.

Preguntas.

¿No es el capitalismo letal para quien cree en el capitalismo y, sin embargo, no realiza, sino que le extraen, el capital y la plusvalía?

¿Europa es nuestra o es del Banco Central Europeo?

¿Tú y yo estamos comprometidos con la Otan?

¿No fue la falacia del Ejército Europeo (Felipe González, 1986) lo que llevó al electorado a votar sí a la Otan cuando UE y Otan se vendían dos en uno?

¿Son nuestras las bases de Morón y Rota? ¿Hemos firmado yo y tú el Tratado de amistad con Estados Unidos?

Y durante las guerras napoleónicas Rusia no fue “nuestro impensado y lejano aliado”, sino estrategia de zares y borbones, casas reales cada una a lo suyo.

Desliz, supongo, es llamar frentepopulista al Frente Popular (España, 1936) si en Europa el populismo (término de por sí discutible) surge en los 90 cuando socialdemócratas y democristianos vieron surgir nuevos partidos como el del Progreso de Noruega, el Vlaams Belang de Flandes o la Liga Norte italiana sobre el modelo del Frente Nacional de Jean Marie Le Pen (1972).

□ enlace a Francisco Núñez Roldán, ¿Nuestro “viejo enemigo” Rusia?


la izquierda, fin de época.

En [eLTeNDeDeRo] Daniel Lebrato ha defendido su opción de abstención crítica o boicot general ante las elecciones del 26‑M, en nombre de un argumento muy simple: sin izquierda anticapitalista (o contracapitalista), ¿a qué partido votar? DL publicó en red: «La izquierda auténtica sabe que el trabajo productivo de bienes materiales (no el esfuerzo ni el artisteo en horas de ocio) es el motor (la base) de la riqueza y de la economía, mientras la derecha difunde la especie de que el capital crea la riqueza.» Era evidente que el artículo buscaba el cuerpo a cuerpo con quien se tiene por emprendedor (empresario) y creador de empleo como fuente de la riqueza, cuyo corolario sería la España actual: millones de personas en demanda de trabajo (tortura, en etimología) con la canonización de la Epa (encuesta de población activa) como motor del Pib (producto interior bruto) y de la marcha del país en general, algo palpable en los programas de partidos tenidos como de izquierda que últimamente juegan a favor de la explotación del hombre por el hombre y como solución personal y regional en el marco de la democracia y del Estado del Bienestar, dos construcciones insultantemente fáciles de rebatir. Pues ¿qué bien preciado es el que se ejerce una vez cada cuatro años? ¿Se imaginan ser padre o madre o profesor o fumador solo una vez cada cuatro años? Quieren hacernos creer que, entre municipales, autonómicas, generales y europeas, estamos todo el día votando, pero la cuenta sigue siendo cada cuatro. Más aún. Qué valor tiene la democracia cuando no contempla la democracia social y participativa (por barrios y cadenas productivas) y, sobre todo, cuando la democracia solo iguala ante la ley lo que el resto del enorme tiempo sin urnas es absolutamente desigual. Comparen la jornada electoral con la Selectividad, única prueba que pone a nivel las tres vías educativas insolentemente insolidarias con la igualdad ciudadana: la pública (de clases bajas), la concertada (de clases medias) y la privada (de clases altas). Y no vengan con que ustedes han estudiado en la pública. Yo también. ¿Para cuándo, señorías de IU Podemos, la enseñanza única? La democracia, encima, al estar influenciada (no digo manipulada) por quienes más tienen (también en medios de [des]información) es tan creíble, en sus resultados, como ustedes se lo quieran creer. Yo no creo que en España haya una democracia (social y de derecho, añade la Constitución) y menos aún creo en la falacia del Estado del Bienestar en que tanto IU como Podemos han basado su campaña y su estrategia. No con mi voto. A bajarle los humos al emprendimiento (y al artisteo y a la intelectualidad pagada de sí misma) iban Promesas, Coplas por la muerte de la democracia y mi Carta a un votante de Unidas Podemos. Una apostilla final. Además de anti capitalista, la opción política que yo votaría tendría que ser decididamente anti imperialista (¡Bases no, yanquis fuera!, Kichi mío de mi alma). Y un reparo ético. Mientras se persigue y juzga a quienes han querido votar (en referéndum, el Procés), ¿voy a ir yo por la cara a votar? O votamos todos o votamos ninguno. Claro que la izquierda con decir que lo de Cataluña es de derechas, se queda tan fresca. Pregunta para demócratas de izquierda: ¿es ilegal ser de derechas?


 

Coplas por la muerte de la democracia.

Recuerde el acta dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se acercan las urnas,
cómo se engaña a la gente
con escaños.

Cuán presto se va el votar,
cómo después de votado
da dolor,
cómo a nuestro parecer
cualquier Congreso o Senado
fue mejor.

Los discursos y las listas,
que nos dejan los mejores,
¿quién lo duda?
Candidatos, candidatas,
y en la tele portavoces
de tertulia.

Mas si vemos el programa
del partido, cómo es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
nos jodemos bien jodidos
cuatro años.

Las mejoras y promesas
que quisiera el pueblo llano
son la caña:
democracia y bienestar.
Con nosotros, los demócratas,
¡toda España!

No hablo de la patronal,
Casa Real y una Iglesia
de otro siglo.
Hablo de la Transición
que nos dejó sin la fuerza
que tuvimos.

Los Pactos de la Moncloa,
las fotitos con Borbón
en la Zarzuela,
¿fueron sino dejación
de principios y de normas
de la izquierda?

Señorías que, adquiridas,
igualaron las pancartas
“por el cambio”
con los carcas y los fachas,
se llamaran Popular o
Ciudadanos.

Pablo Iglesias fue a Podemos
lo que Santiago Carrillo
fue al Pce.
Podemos a Izquierda Unida,
lo que Felipe González:
yo, aquí el rey.

Nos pasa cuando creemos
que hay una izquierda y votamos
lo de unidos
por los derechos humanos,
eso que al gran capital
da lo mismo.

Cualquier día es el camino
para el giro hacia otra España
más social.
Más cumple ese socialismo
que creerse en democracia y
nada más.

promesas.

Con David Castejón

Aunque la izquierda se quiera identificar con las necesidades de la población, con los derechos humanos y el bienestar del Estado del Bienestar, el medio es el mensaje y toda política, cuando se sienta en Congreso o Senado, es toda ella de derechas. El más hermoso programa electoral queda en nada sin un plan de financiación que, por fuerza, molestaría a un sistema, el capitalismo, y a un poderoso grupo al que nadie quiere molestar, patronal y grandes fortunas. Así que usted desde su escaño puede prometer lo que quiera, la misma derecha promete, pero su promesa se queda en “por pedir, que no quede”. Usted puede prometer pero, si no aplica una fiscalidad inversa (una cotización en proporción exacta a lo que se gana), usted no tendrá dinero para defender o llevar a práctica el bienestar de su programa. Más aún: el capitalista, si le aplicaran la exacta y rigurosa fiscalidad proporcional inversa, se haría la gran pregunta ¿para qué emprender más si al final voy a ingresar lo mismo que quien cobra el salario social? (Caso verídico llevado a referéndum en Suiza hace un par de años.)

Llegado a este punto, usted cree en el capitalismo, que es el quiero y no puedo de la izquierda española, toda ella capitalista, Izquierda Unida o Podemos, dependiente de lo que autoricen Banco Europeo y FMI bajo la atenta mirada de la Otan y de Estados Unidos con bases en Rota, Morón y Gibraltar. Y es que la izquierda auténtica consiste en no pedir trabajo sino otra imaginación distinta, aunque no sepamos lo que es. La izquierda auténtica sabe que el trabajo productivo de bienes materiales (no el esfuerzo ni el artisteo en horas de ocio) es el motor de la riqueza y de la economía, mientras la derecha difunde la especie de que el capital crea la riqueza.

Y hablando de promesas. Quienes critican la presunta heterodoxia a la hora de tomar posesión de su escaño por parte de alguna señoría, ¿no han caído en la cuenta de que “juro o prometo” es directamente anticonstitucional? O “juro por Dios” o “prometo por mi honor”. Al Estado (electores y elegidos), solo el honor le interesa. Si usted cree en Dios o en la Biblia, cálleselo o estará usted vulnerando mi derecho 16.2 de la Constitución.

Queden ustedes con otra cara de la política, la de cercanías, municipal. Quizás ahí la política alcance el humanismo de que carecen Congreso y Senado y Parlamento Europeo.

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/ a David Castejón /


Vox como creación, antítesis y paradoja.

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La antítesis es de una lógica elemental A/B: blanco/negro, noche/día. Es tan corto el amor y tan largo el olvido, Pablo Neruda. La paradoja construye un silogismo que arranca de una antítesis como premisas para llegar a una conclusión más elaborada: A/B porque o para C. Es el muero porque no muero, de Santa Teresa.

Desde el poder nos proponen antítesis facilitas, maniqueas. Como en caso de incendio/antiincendios con “la colaboración activa de la Unidad Militar de Emergencias”. El telediario nos está colando, como si fuese de protección civil, un oficio, el militar, cuyo instrumento son las armas y no las mangueras. Lo mismo, en patrulleras o guardacostas de la Armada “al rescate de personas en aguas del Estrecho”. ¡Qué gran misión humanitaria! Ocurre también con el eje terrorismo/antiterrorismo, que conduce al recorte de libertades con el visto bueno de una generación que ayer huía de los grises y hoy aplaude a la policía y sigue justificando la Razón de Estado y las cloacas del Estado. ¿Antítesis? ¡Paradojas nacionales!

Paradoja es que Estados Unidos siga repartiendo guerra en nombre de la democracia y de la paz (esta vez contra «la amenaza» de Irán o Venezuela, puede valer Corea) y que la izquierda consienta el Tratado de amistad y cooperación entre España y los Estados Unidos (1976), las bases Usa en España y que España no se defina como país neutral dentro de los No Alineados. La izquierda solo está para propagar el Estado del Bienestar, cuya antítesis sería Vox.

–¡Pero si Vox es resultado y expresión de tanta banderita de España en los balcones, como trajo la izquierda contra Cataluña, y de tanto franquismo intacto bendecido por la Constitución cuando Vox no existía!

–Elemental, querido Watson. ¡Esa es la paradoja!

Vox hace de izquierdas a una izquierda que nunca lo fue. Vox es, al bloque Psoe Izquierda Unida Podemos, lo que Eta a la Ley Mordaza; lo que las misiones humanitarias, a las fuerzas armadas; lo que Irán, a Trump, o Santa Teresa, a Dios o a la Inquisición. Paradojas para.

No hablen de Vox. Hablen de ustedes.

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¿de qué hablamos cuando hablamos de política de izquierdas?

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Considerando izquierda la opción que no se conforma y, por tanto, quiere cambiar el mundo, izquierdas hay dos: la de redistribución de la riqueza y la de reclamación de derechos humanos.

La izquierda del siglo 20, revolucionaria, luchó por la redistribución, y el día que caigan Cuba o Venezuela se habrá cerrado un ciclo que se inició en pleno siglo 19 (La Comuna de París, 1871).

La izquierda del 21, bienestarista, se limita a reclamar mediante mareas sociales derechos humanos, que el siglo 20 dejó por escrito, como si fuesen legalmente vinculantes y operativos o estuviesen dotados como gasto público. Es la simpleza de quien pide un piso porque la Constitución le da derecho a tener y a disfrutar una vivienda digna. Es la carta a los reyes magos del Estado del Bienestar, siempre bajo la aprobación de Banco Mundial y Banco Europeo a través de los marcadores económicos (irpf, deuda, pib, balanza de pagos), verdadera analítica de un paciente llamado capitalismo.

La izquierda de la redistribución de la riqueza, anticapitalista, persigue remover conciencias contrarias al estatus de las grandes fortunas. No llama a la puerta del Estado del Bienestar porque lo que parece gratis en sanidad, vivienda, educación o transporte, alguien lo paga. En contabilidad no hay milagros, solo entradas y salidas, debe y haber.

Quien esto ve y en esto cree, no cree en la política de nombres propios o culto a la personalidad de la democracia a lo occidental con sus campañas electorales tal cual acatan y plantean desde la derecha a Izquierda Unida Podemos. Son dos lenguajes que jamás se van a entender.

Respuesta de [eLTeNDeDeRo] a galateatontea por nuestro artículo A la catorce va la vencida. Ilustraciones gráficas de Rafa Iglesias, de TeVeo.

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