
HOY DÍA 22 DE ABRIL
–Contra el 23 de Cervantes y del Día del libro–
La utilización del Quijote es nauseabunda, de náusea que abunda. La penúltima ha sido la toma del Congreso por el club de la comedia de la cultura con irreverencias consentidas contra el grupo que lo mantiene y le da de comer: reclamaciones sobre el iva y los problemas de mecenazgo, sostenimiento y liquidez, con puyas a los partidos que con dos manos por escaño lo hacen peor que Cervantes hizo su novela con una sola. ¿Nos reímos?
Léanse La construcción social de la cultura: el Quijote como icono cultural, de María de los Ángeles Chaparro Domínguez y lean a José Antonio López Calle, Las interpretaciones sociales del Quijote (nº1 y nº2). En eLTeNDeDeRo tienen Cervantes y el tópico: creador de la novela moderna y Juan Ruiz, novelista, a costa del cual, Cervantes usurpa ‑no él, la crítica parda‑ un trono que no le corresponde.
Tampoco Cervantes se anticipó ‑como algunos militantes quisieran‑ al humanismo marxista. El tan cacareado discurso de la edad de oro ‑discurso, en verdad, emocionante‑ no es más que una vuelta a la obsesión de Cervantes por la honestidad de las mujeres, ese concepto medio monjil que exasperó en novelas como El celoso extremeño, La gitanilla o La española inglesa, que se nos caen de las manos por mucho que académicas y políticas instituciones nos digan: hay que leer y hay que leer a Cervantes. Menos libros y menos lecturas si todo va a ser para perpetuar la farsa. Bien está que Cervantes cumpla cuatrocientos años, pero ¿cuántos cumplen Austrias y Borbones a estas alturas? En algún sitio, mi señor don Quijote, debe estar la trampa.
Entresacado del final del discurso de la edad de oro (Quijote, 11)
[En los siglos dorados] las doncellas y la honestidad andaban sin temor y su perdición nacía de su gusto y propia voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, porque con el celo de la maldita solicitud se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos.
Quijote, capítulo XI literal
Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, sola y señera, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propria voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; porque allí, por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agradezco el gasaje y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero. Que aunque por ley natural están todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía, por saber que sin saber vosotros esta obligación me acogistes y regalastes, es razón que, con la voluntad a mí posible, os agradezca la vuestra.
Bibliografía:
– María de los Ángeles Chaparro Domínguez: La construcción social de la cultura: el Quijote como icono cultural.
–José Antonio López Calle, Las interpretaciones sociales del Quijote (nº1 y nº2).
–eLTeNDeDeRo: Cervantes y el tópico: creador de la novela moderna y Juan Ruiz, novelista.
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