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Análisis de la clase obrera.

clase obrera o clase trabajadora (antes proletariado) no son antónimos exclusivos al capitalismo. En el otro lado está el capital, sí, pero también el feudalismo y el esclavismo, que no habían sido abolidos por las revoluciones burguesas. Creo que no reconocerlo vuelve rancios los discursos supuestamente revolucionarios que siguen invocando el protagonismo de una clase que, para ser clase (de calare, llamar públicamente, convocar) tendría que convocarse en torno a unos rasgos comunes, rasgos que el proletariado que convocó Marx perdió hace un siglo, cien años, cuando abandonó la Internacional y abrazó la nación, cada una de las patrias que unas con otras harían dos guerras mundiales, una guerra fría, amplia carrera espacial y de armamento para luego perder altos valores de laicismo (en nombre de las tres culturas) y feminismo revolucionario (en nombre del ochoemeísmo).

Tu voto:

nuevas profesiones o los lunes al sol.

los lunes al sol

La noticia decía: El youtuber Jaime Altozano crea una sala de estudio y trabajo online seguida por miles de personas. Me atreví a comentar: «Solo la palabra youtuber ya pone escalofrío. En materia de neologismos es inútil meterse. Lo neologado se siente importante con su neologismo y lo neologante también como cómplice a la altura. Influéncer o yutúber, ¿qué significan? ¿Un oficio perito en qué? Nuestras abuelas estaban enganchadas a las radionovelas y nunca fueron radionóvelers. A la primera gente volcada al teclado de ordenadores (donde escribías como antes en la Olivetti) nos dijeron ‘informáticos’ ¡Si nos salía el pantallazo en MS-DOS y no sabíamos dónde meternos! ¿Puestos en informática?, cuando siempre se ha distinguido entre el pianista y el afinador, entre el electricista y quien enciende la luz. Así que supongo que influencer o youtuber se quedarán entre nosotros. Lástima, habiendo influentes o influyentes, yutómanos o yutómanas o yutucistas, palabras que no defiendo pero al menos, en castellano.»

Mi primer contacto con las nuevas profesiones vino a través de Álvaro Martín, experto en radio web (para y por ordenador) y maestro en el manejo del podcast. Álvaro, hijo, si el iPod [aipod], del pod, es algo que aquí en España ya ni se usa. Qué menos que poscast, con pos de ‘posterior’ y cast de ‘elenco’ o ‘reparto’, como nos tiene acostumbrados el cine, o de hacer un cásting, ‘proceso de selección’, como sería seleccionar, dentro de una emisora a la carta, el audio o el vídeo que queremos recuperar, en diferido, si nos perdimos lo emitido en directo… Pues nada. No hubo manera. podcast vino y podcast se quedó. Y no porque Álvaro no quisiera hacerme caso: él estaba metido en un mundo de nuevas profesiones donde yo no estaba. Mundo, como el del youtuber, donde el neologismo se hace tecnicismo y responde a algo que ya hizo el del oído, médico, antes de llamarse otorrinolaringólogo, y aún, mucho antes, el cura que acababa la misa, entre quiries o paternósteres, con ite, missa est, a lo que había que contestar, mejor que amén, amen.

Una de las lecturas de las actividades económicas que ha puesto de relieve esta crisis es que hay oficios más prioritarios que otros, y esa prioridad se mide por su inserción en los sectores troncales de la economía: primario, de apropiación; secundario, de transformación; y terciario, de servicios. Al terciario corresponden actividades de preparación, formación y mantenimiento del sistema y las personas (educación, sanidad, ingeniería y ciencia) más ocio y tiempo libre donde el abanico de salidas profesionales se ha disparado hasta lo más insólito.

Ese será el caso del Jaime Altozano de la noticia. Y ¿quién es este profesor para discutir con él o dejarlo en paro?

Sé que vivo en una sociedad de tal bienestar que hasta se diagnostica y se receta el síndrome posvacacional, cuando tener vacaciones ya presupone que se tiene trabajo, donde tanta gente, por no tener, no tiene ni trabajo. Compárese con la sabiduría de aquel título Los lunes al sol, donde languidecían nuevos recién parados procedentes de la vieja industria y de los viejos oficios. Hablábamos de Nissan, o sea.


el poeta es un fingidor.

Alberto-caeiro-e-fernando-pessoa

Fernando Pessoa

tesis.

Siendo TP (Todas las Personas) todas las personas, hombres o mujeres, en edad y condiciones de trabajar y siendo TT (Todo el Trabajo) todas las horas de trabajo que una sociedad necesita para ponerse en pie y producir los bienes de uso y de consumo necesarios y siendo TO (Todo el Ocio) todas las horas de ocio, de descanso o tiempo libre necesarias para TT reponer fuerzas y no embrutecerse,

en una sociedad bien ordenada, donde horas de trabajo y de notrabajo salieran a reparto y con justicia repartidas, la fórmula del trabajo sería:

TT menos TO dividido entre TP
(trabajo menos ocio: trabajo por persona)

Este silogismo, que debiera hacer que ustedes no siguieran leyendo tan absurda, por obvia, parrafada calificándola de macarrónica gramática parda, algo esconde, que no es tan obvio puesto que todos saben, hasta el último de la clase, que lo que todos quieren es no trabajar [1] y que hay gente y oficios que lo consiguen, que viven sin trabajar.

¿Cuál es el truco?
–Unos son dueños, y otros no.
–Unos, empresarios; otros, trabajadores.
–Quienes, por cuenta propia; quienes, por cuenta ajena.
Respuestas así.


Cuando la verdad del cuento se inicia antes del reparto:

antítesis.

1º) hay clases rentistas y parasitarias cuyos privilegios vienen de siglos: Rey, nobleza, hijos de papá, herederos de esto o de aquello y

2º) hay una serie de oficios (vamos a llamarlos así) que detraen del TO una cuota permanente o vitalicia. Ejemplos o casos concretos:

pensar no es un trabajo y, sin embargo, el filósofo se alza por encima y quiere vivir de la filosofía:

«Yo soy el que pienso, mi oficio es pensar»;

rezar, tampoco es trabajo, y ahí está el zángano cura que vive de la religión:

«Mi oficio es hablar con Dios».


síntesis.

Hacer croquetas al marido, prestarse al sexo, escribir poemas, tocar violín o la flauta tampoco son horas de trabajo para el bien común del colectivo y, sin embargo, amas de casa, putas prosindicales, poetas o músicos quieren decirnos que sí, que lo suyo es un trabajo, cuando en realidad son horas de ocio (hay que estar libre de trabajo manual para dedicarse a todo eso), horas de ocio que son previas al reparto, ya no saldrán a reparto.

Este atraco “a oficio armado” nada tendría de particular si los productos del ocio salieran al mercado como mercancía sujeta a oferta y demanda. Si alguien los paga, ¿cuál es el problema? Ocurre que, para llenar conciencias, salas equis, museos, conciertos o librerías de un público suficiente, la ideología dominante impone como necesarios la monarquía, la clase política, los consumos de familia, de pornografía o de cultura que previamente a los trabajadores manuales les han sido hurtados. El robo es doble, o sea: primero me quitan mi tiempo libre y luego me hacen pasar por caja o por taquilla.

El remate de los tomates es que, a través de impuestos al Estado (encima, llamado del Bienestar), usted y yo paguemos amas de casa que no son nuestra casa, pornografías que ni nos van ni nos vienen, poemas y partituras que quien dice no nos saldrían igual o mejor que los de la Sociedad de Autores. Es un sistema, en fin, porque si sé de qué me quejo, no sé, en cambio, ante quién quejarme. Al otro lado no hay nadie:

La abducción del marxismo por el capitalismo, y su dejarse raptar la clase obrera por el Estado del Bienestar, es la mayor tragedia intelectual que ha conocido el mundo, después del fraude de la invención de Dios y del pueblo hebreo como pueblo elegido y después, tal vez, de la invención –no del arte– del artista.


 

[1] no trabajar: enfermedades o patologías personales aparte que (como la explotación del hombre por el hombre) deberían curarse o estar prohibidas.

COVID-19 Y LA GUERRA DE LOS GIGAS.

En febrero 2020 fue gran noticia la enfermedad COVID-19 (sigla oficial según la Clasificación Internacional de Enfermedades, ICD, por sus siglas en inglés). Al margen de inevitables comparaciones con otras plagas o males endémicos de la sociedad de entonces (impacto de otros virus, siniestrabilidad laboral, víctimas del hambre o de los malos tratos) y al margen del papel de la prensa en la prevención o recreación de la noticia, lo escandaloso fue que:

Casi toda persona inteligente daba por posible (solamente ‘posible’) que COVID-19 fuese enfermedad inducida o provocada para arruinar a China, cuya tecnología 5G estaba a punto de inaugurarse en el Mobile World Congress de Barcelona el 24 de febrero y que finalmente no se celebró.

Después de lo visto en la Guerra de Vietnam con el llamado Agente Naranja (1962-71, caso que Estados Unidos tardó en reconocer y solo por cuanto afectó a soldados de sus propias tropas a quienes tuvo que indemnizar), no sería la primera vez que EEUU utilizara la guerra biológica contra rivales o enemigos; COVID-19, además, con la complicidad de Rusia, Corea del Sur o Reino Unido, potencias que aún circulaban por el 4G.

Sabemos que la duda ofende. Si la ética hablara con voz única, la ofensa salpica tanto a quien duda como a lo dudado. En relaciones internacionales, donde la diplomacia no solo ha de ser honrada sino parecerlo, da repelús la sola posibilidad de tener España semejantes amistades homicidas o asesinas.

Decir, como se oye decir a modo de sagacidad o inteligencia, «Ya se sabe que en todo manda la economía», como claves de COVID-19 si fuera arma comercial, exige, a nivel personal y colectivo, inmediata toma de coherencia.


¡bote!

propina Cadena Ser
foto Cadena Ser

 

La Cadena Ser saca a debate la licitud de la propina. [propina es, desde el bajo latín, agasajo que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio (también fue colación o agasajo que se repartía entre los concurrentes a una junta, y que después se redujo a dinero).] Presumiendo, como presume, el capitalismo de dar salarios justos y por convenio patronal y sindicatos, de ninguna manera se puede estar de acuerdo con la propina ni bajo forma legal de tasa obligatoria. Si ya es difícil compartir la lógica del capital, más difícil aún lógicas que vienen de antes, del feudalismo o del esclavismo. Queden ustedes con este episodio traído directamente de La Corte del Rey Bobo. Sucede en un bar donde el señorito campa a sus anchas en contraste con tres mundos inferiores: la pesquería, la camarería que agradece la propina (¡bote!) y la mendicidad que pasa por la calle. Son los peces y los pescados.

LOS PECES Y LOS PESCADOS

Unos, los peces
de madrugada,
muertos de frío:
gente de mar.
Otros, pescado
fresco en la barra,
de aperitivo:
gente de bar.

(un pobre pasa)

–También los pobres
comen marisco.
–¡Por Navidad!
Y, al estrambote,
propina y ¡bote!

–¡Luego dirán!


Daniel Lebrato, La Corte del Rey Bobo


literatura y pequeños comercios.

Un huevo con dos yemas.

Una yema me sale en defensa de la literatura, que no está en crisis. Le respondo: la literatura en red es el gran reto. También echo en falta una autocrítica a o de la literatura. Literatura incluye biblias y coranes, por citar obras que ojalá no se hubieran escrito nunca. Somos lo que leemos, y así estamos, parte de la cultura que sostiene este mundo infame. Casi todo lo contemporáneo que leo me disgusta. Tampoco me convence el canon occidental. Le veo muchos defectos al Quijote. No soporto la Eneida, se me cae de las manos, y me tragué la Divina Comedia y otras obligaciones por mi culpa de profe. Me acuso de haber propagado desde mi aula mentiras y horrores y no pocas cursilerías.

Otra yema me sale en defensa del pequeño comercio. Le respondo: El comercio pequeño seguiría siendo pequeño llevado en régimen de cooperación (no de competencia como es ahora): cada local en su sitio y la ciudad toda con sus locales abiertos pero con criterio macroeconómico, convenio colectivo y rotaciones de personal funcionariado. Lo demás es nostalgia. Dejé de leer a Saramago cuando me vino con la milonga del alfarero frente a Porcelanosa. Es más fácil socializar Porcelanosa que convencer de los tiempos modernos a un alfarero, a un tendero, a un taxista, a un agricultor o a un ganadero (por no citar oficios ¿femeninos?). Mucha reacción es lo que hay, disfrazada, eso sí, de cualquier tiempo pasado fue mejor.

 

pensionistas.

Pensiones según la Revista Semana
Imagen Revista Semana

La perversa teoría oficial quiere hacernos creer que el fondo de pensiones depende de lo que ingrese al presente la Seguridad Social según marche la economía. Y no. El fondo depende de lo que ya se ingresó. Toda pensión es personal e intransferible y toda Seguridad Social, un banco obligado a devolver depósitos o ingresos realizados.

Si el fondo de la Seguridad Social no alcanza para cubrir pensiones (dignas y acordes a lo ya cotizado), el Estado tiene la obligación de reponer la caja con cargo a la clase contratante empresarial capitalista, que es la parte que siempre tira a la baja en los convenios colectivos.

Dicho lo cual, sobran alabanzas a la clase pensionista, clase que trajo esta España que, como obra escrita por “quienes dieron la vida trabajando por España”, no vale gran cosa, la verdad.


 

oficios.

La crítica de Marx a la división social del trabajo tiene una aplicación en lo personal y es que tendemos a creernos nuestra profesión y a vincularnos de por vida al desempeño que nos da de comer. Y nos creemos estibadores, militares o profesores, oficios que podrían desaparecer en cuanto la enseñanza sea telemática, haya paz en el mundo o las grúas las pueda manejar un discapacitado. Salvo ingeniería y medicina, cualquiera puede hacer lo que haya que hacer: subir al andamio, bajar a la mina, recepcionar turistas o conducir vehículos. Y podríamos hacerlo según edad, sexo y condición física, alternativa o sucesivamente, sin que ninguna de esas actividades nos defina más que otra. En todo caso, es de justicia distributiva el reparto de los trabajos manuales. Pasa que el sistema educativo, que se presenta a sí mismo como expendedor de capacitaciones, es desde el principio un sistema selectivo que, unido a lo que ya nos selecciona por herencia, nacimiento y nivel de renta, incapacita a la mayoría para acceder al estatus de una minoría.


desmontando xenofobia y populismo.

Populismo y xenofobia son maniobras de signo opuesto. Por populismo se entiende comunismo (tabú político del siglo 20) + demagogia. De ahí, que al populismo no hay que hacerle caso, ninguneo demostrado a la moción de censura de Podemos. En cambio, la xenofobia ‑o su contrario, la inmigración‑ está muy exhibida por los medios y con gran apoyo de oenegés: continuas imágenes de gentes ‑sobre todo infancia‑ que quieren llegar a Europa por una vida mejor. Para no ser xenófobo hay que aceptar, como mínimo, la política de inmigración de la Alemania de Merkel y de Refugiados aquí. Sin embargo, y con la actual política, resulta evidente ‑hasta para el más apasionado invidente‑ que abrir fronteras y hacer de Europa zona franca de acogida y de adopción es algo que ni contempla Europa ni nación a nación ni casa por casa meteríamos un inmigrante ni nos lo rifaríamos por toca. ¿Qué pasa? Que el discurso xenófobo ‑aunque desagradable‑ es más sincero y realista y más ajustado a posibilidades económicas y, en especial, al paro: solo las clases trabajadoras sufren la competencia del ejército de mano de obra de reserva. Por eso, la xenofobia cunde electoralmente entre estas clases que ven en peligro su puesto de trabajo (Brexit, Le Pen). Lo que, desde luego, parece populista ‑y aristocrático‑ es pegar la pancarta de ¡venid!, ¡venid!, ¡solidaridad y acogida!, que el pensamiento solidario espera del Estado, no de su propio bolsillo y en su propio hogar. Además de votar bajo influencias de propagandas e ideologías, se vota también lo que egoístamente trae más cuenta para llegar a fin de mes. Ese problema no lo tienen la patronal ni la clase política que ‑especulando con dramas humanos‑ le ríe las gracias.


crítica del sindicalismo.

Desde Algeciras a Barcelona, la clase trabajadora se reivindica: estibadores, contra la liberación de la estiba; taxistas, contra Uber o licencias de arrendamiento de vehículos con conductor (VTCs). Cierta izquierda y esa segunda patronal que son los sindicatos parecen ignorar que las relaciones laborales, de carácter gremial (mijita medieval, que es todo), basadas en la especialización profesional, en la división social del trabajo y en “una persona, un trabajo” (de por vida) son ya insostenibles. Y no por culpa de Bruselas, ni de tal o cual gobierno o patronal, ni de un sistema capitalista, sino por lógica de la revolución científico técnica que hará cambiar (está cambiando ya) el concepto del salario en función de una vida (individual) laboral activa computada en horas, jornadas y años trabajados. Y cambiarán conceptos como desempleo, seguridad social, planes de pensiones o planes educativos, donde se irá a la exacta formación de personas que no van a ser especialistas en nada ni tampoco ajenas a ninguna tarea productiva. En una sociedad que espera cambios tecnológicos vertiginosos que ni nos podemos (aunque sí podemos) imaginar, hombres y mujeres sin oficio conocido intercambiarán empleos necesarios y transitorios. Y ni la economía colaborativa, contra la que se alza el sector del taxi, ni la pluri contratación, que presume haber vencido el sector de la estiba portuaria, tienen marcha atrás. No solo el capitalismo es un lastre para el progreso de la humanidad. También, el sindicalismo pedigüeño de trabajos fijos para personas fijas, tan antigualla como el signo de victoria con el puño cerrado y como cantar La Internacional.

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cultura, valor y precio.

Si la cultura es un bien para todos ‑como se ha dicho: la segunda naturaleza del hombre‑, no se entiende que alguien quiera vivir de ella. Sería ganarse la vida (privada) a costa de un bien público. Perder dinero, tampoco, estamos de acuerdo, pero ¿ganarlo?

Un libro donde se escribe “alzar una frontera porque no quiero este mundo. Porque el mundo de aquí no lo quiero. Para crear mi pradera bastan las palabras nosotros resucitaremos” cuesta 16 euros (por 120 páginas, a 0,13 euros la página). De esos 16 euros, 3,36 se los lleva Hacienda (en concepto 21% de iva general; no cultural como la cultura quiere hacernos creer). Total, yo ni contribuyo al autor ni contribuyo a Hacienda. Y todo, gracias a la revista Mercurio, de la Fundación José Manuel Lara, que, con sus reseñas de novedades, me libra de comprarlas y, sobre todo, de tener que leérmelas. El lema “cultura para todos”, que ilustra la contraportada del Mercurio de febrero 2017, arroja en Google 373 mil resultados en 0,8 segundos. No estamos solos.

–enlace a Literatura, valor y precio.

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la revolución laboral.

Malo es esperar salud en muerte ajena, decía Sempronio en La Celestina. En economía, malo es esperar progreso en atraso. La lucha contra las máquinas es histórica en el movimiento obrero pero, por dar trabajo a los carteros, no volverán las cartas de sobre, sello y buzón. Es la revolución científico técnica. Revolución que parecen no querer ver ni patronal ni sindicatos ni partidos políticos que les ríen las gracias, y a autónomos y pequeños oficios o empresas no competitivas, en vez de fomentar la productividad mediante el cooperativismo y las grandes empresas nacionales o nacionalizadas. La patronal lleva muy mal la reducción de jornada porque, a sueldos iguales, supondría una subida salarial. Los sindicatos no van más allá de sus narices decimonónicas, como en las novelas de Dickens: pedir trabajo y, a igual trabajo, igual salario, consigna que ya desmontó Carlos Marx, pues no habría que medir solo lo que cada obrero trabaja sino también lo que a cada uno le cuesta y lo que cada uno necesita y, más aún, lo que no trabajan las clases parasitarias, rentistas o improductivas. A Comisiones y Ugt, por combatir el desempleo o el cierre de factorías, les da igual fabricar barcos o aviones de guerra (Navantia en Cádiz, Airbus en Sevilla). Pero Amazon, Uber, Airbnb y plataformas colaborativas son el futuro y hasta se da la absolución por internet. La pérdida de oficios por causas tecnológicas tendría un final feliz en cualquier sociedad menos la nuestra. Lo que, en cálculo anual y poblacional, hoy son horas de trabajo pasarían a ser horas de ocio. Extrapolando el fenómeno, la ciencia ficción sería realidad: una sociedad de robots, pantallas y mandos a distancia que habría vencido, por fin, la maldición del trabajo. Claro que el violinista algún bien material, tangible, tendría que producir para la sociedad, algo tendría ‑lejos de su violín‑ que trabajar: muy poco, porque el total de horas de trabajo necesarias divididas entre el total de personas en edad y condiciones de trabajar sería, a nivel mundial y persona a persona, una cantidad de horas de trabajo ridícula. Y, a cambio, más público ocioso llenaría los conciertos. El comunismo, o sea.

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autónomos.

Para saber si una idea o un pensamiento que tenemos es correcto, lo mejor es extrapolarlo. Se lleva halagar a los autónomos. ¿Podríamos ser todos autónomos? En cambio, ¿podríamos todos trabajar en régimen de cooperativas o grandes empresas (que podrían ser públicas y nacionalizadas)? Pues eso. Dicho sea con perspectiva de bien común, de PIB y de Estado. Otra cosa será que el autónomo (pequeño capitalista) quiera seguir siendo autónomo. Y el marqués, marqués, claro.

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los impuestos.

1º) Los de arriba los quieren bajos, claro: lo que el Estado no cubre se lo pueden pagar con su dinero (en realidad los de arriba casi no quieren ni que haya Estado; con que haya leyes y policía que les guarden lo suyo, tienen bastante). Los de abajo, en cambio, los impuestos los necesitan altos (pues ¿cómo, si no, financiar prestaciones y servicios sociales que los de abajo no alcanzan?).

2º) De los impuestos, el más justo es el que grava la riqueza y ‑no digamos‑ la herencia. ¿Qué valor añadido, qué aporta al PIB heredar? Al menos, el rico que se hizo rico, algo hizo (y éticamente discutible: acumular capital a costa de los demás). Pero el heredero, sin hacer nada, ya es rentista. Y no hay riqueza sin pobreza: expolio de materias primas, de mano de obra, márgenes abusivos.

3º) Y, al fondo, la familia. Una cosa es que padre madre acumulen para el día de mañana de sus descendientes y, otra, que un hijo hija quiera vivir de la renta acumulada por sus antepasados.

Arriba los impuestos directos e indirectos y abajo las herencias y donaciones en vivo.

eLTeNDeDeRo no apoyará la campaña Hereda 100 x 100. Por mucho que se presente vía Change.org, la campaña la carga el PP.

la crisis, la salida (2016)

En economía, en España, la frase del año ha sido, sin duda alguna, “la salida de la crisis” (1.450.000 resultados en Google). La optimista frase la acuñó el PP, convenció a la patronal y la izquierda hizo que se la creía con tal de mantener el lenguaje del Bienestar al que la izquierda nos tiene acostumbrados. Digan lo que digan, nueve años después, pónganse ustedes en el punto de partida de lo que en 2007 no fue crisis sino ajuste (para el grupo capitalista) y recesión (para el resto). Dirían, con razón, que no entraron en crisis para volver a cometer los mismos errores de altos salarios y altos riesgos, con prestaciones sociales costeadas con sus impuestos para disfrute de clases medias y trabajadoras (o refugiadas que vengan de Siria o de la Conchinchina). Ustedes también seguirían con la política económica de salarios cuanto más bajos y prestaciones, las mínimas. Para ello tienen de su parte el Bundesbank, el FMI, la UE, la OCDE respaldado todo por la OTAN y los acuerdos con EEUU al servicio del actual estatus. ¿Salir, para qué? ¡Con lo bien que nos van nuestros balances de fin de año y nuestras cuentas de resultados! La crisis, la salida.

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