
Fernando Pessoa
tesis.
Siendo TP (Todas las Personas) todas las personas, hombres o mujeres, en edad y condiciones de trabajar y siendo TT (Todo el Trabajo) todas las horas de trabajo que una sociedad necesita para ponerse en pie y producir los bienes de uso y de consumo necesarios y siendo TO (Todo el Ocio) todas las horas de ocio, de descanso o tiempo libre necesarias para TT reponer fuerzas y no embrutecerse,
en una sociedad bien ordenada, donde horas de trabajo y de notrabajo salieran a reparto y con justicia repartidas, la fórmula del trabajo sería:
TT menos TO dividido entre TP
(trabajo menos ocio: trabajo por persona)
Este silogismo, que debiera hacer que ustedes no siguieran leyendo tan absurda, por obvia, parrafada calificándola de macarrónica gramática parda, algo esconde, que no es tan obvio puesto que todos saben, hasta el último de la clase, que lo que todos quieren es no trabajar [1] y que hay gente y oficios que lo consiguen, que viven sin trabajar.
¿Cuál es el truco?
–Unos son dueños, y otros no.
–Unos, empresarios; otros, trabajadores.
–Quienes, por cuenta propia; quienes, por cuenta ajena.
Respuestas así.
Cuando la verdad del cuento se inicia antes del reparto:
antítesis.
1º) hay clases rentistas y parasitarias cuyos privilegios vienen de siglos: Rey, nobleza, hijos de papá, herederos de esto o de aquello y
2º) hay una serie de oficios (vamos a llamarlos así) que detraen del TO una cuota permanente o vitalicia. Ejemplos o casos concretos:
pensar no es un trabajo y, sin embargo, el filósofo se alza por encima y quiere vivir de la filosofía:
«Yo soy el que pienso, mi oficio es pensar»;
rezar, tampoco es trabajo, y ahí está el zángano cura que vive de la religión:
«Mi oficio es hablar con Dios».
síntesis.
Hacer croquetas al marido, prestarse al sexo, escribir poemas, tocar violín o la flauta tampoco son horas de trabajo para el bien común del colectivo y, sin embargo, amas de casa, putas prosindicales, poetas o músicos quieren decirnos que sí, que lo suyo es un trabajo, cuando en realidad son horas de ocio (hay que estar libre de trabajo manual para dedicarse a todo eso), horas de ocio que son previas al reparto, ya no saldrán a reparto.
Este atraco “a oficio armado” nada tendría de particular si los productos del ocio salieran al mercado como mercancía sujeta a oferta y demanda. Si alguien los paga, ¿cuál es el problema? Ocurre que, para llenar conciencias, salas equis, museos, conciertos o librerías de un público suficiente, la ideología dominante impone como necesarios la monarquía, la clase política, los consumos de familia, de pornografía o de cultura que previamente a los trabajadores manuales les han sido hurtados. El robo es doble, o sea: primero me quitan mi tiempo libre y luego me hacen pasar por caja o por taquilla.
El remate de los tomates es que, a través de impuestos al Estado (encima, llamado del Bienestar), usted y yo paguemos amas de casa que no son nuestra casa, pornografías que ni nos van ni nos vienen, poemas y partituras que quien dice no nos saldrían igual o mejor que los de la Sociedad de Autores. Es un sistema, en fin, porque si sé de qué me quejo, no sé, en cambio, ante quién quejarme. Al otro lado no hay nadie:
La abducción del marxismo por el capitalismo, y su dejarse raptar la clase obrera por el Estado del Bienestar, es la mayor tragedia intelectual que ha conocido el mundo, después del fraude de la invención de Dios y del pueblo hebreo como pueblo elegido y después, tal vez, de la invención –no del arte– del artista.
[1] no trabajar: enfermedades o patologías personales aparte que (como la explotación del hombre por el hombre) deberían curarse o estar prohibidas.
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