Desde Algeciras a Barcelona, la clase trabajadora se reivindica: estibadores, contra la liberación de la estiba; taxistas, contra Uber o licencias de arrendamiento de vehículos con conductor (VTCs). Cierta izquierda y esa segunda patronal que son los sindicatos parecen ignorar que las relaciones laborales, de carácter gremial (mijita medieval, que es todo), basadas en la especialización profesional, en la división social del trabajo y en “una persona, un trabajo” (de por vida) son ya insostenibles. Y no por culpa de Bruselas, ni de tal o cual gobierno o patronal, ni de un sistema capitalista, sino por lógica de la revolución científico técnica que hará cambiar (está cambiando ya) el concepto del salario en función de una vida (individual) laboral activa computada en horas, jornadas y años trabajados. Y cambiarán conceptos como desempleo, seguridad social, planes de pensiones o planes educativos, donde se irá a la exacta formación de personas que no van a ser especialistas en nada ni tampoco ajenas a ninguna tarea productiva. En una sociedad que espera cambios tecnológicos vertiginosos que ni nos podemos (aunque sí podemos) imaginar, hombres y mujeres sin oficio conocido intercambiarán empleos necesarios y transitorios. Y ni la economía colaborativa, contra la que se alza el sector del taxi, ni la pluri contratación, que presume haber vencido el sector de la estiba portuaria, tienen marcha atrás. No solo el capitalismo es un lastre para el progreso de la humanidad. También, el sindicalismo pedigüeño de trabajos fijos para personas fijas, tan antigualla como el signo de victoria con el puño cerrado y como cantar La Internacional.
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