Valverde del Camino. Año 84. Éramos unos gansos. Llevábamos Teatro La Paz (Francisco Nieva sobre Aristófanes) por las cuatro esquinas de la provincia de Huelva (que ya es esquina) y nuestro himno de compañía (el «Asturias, patria querida» de nuestras celebraciones: a riesgo alguna de … Continúa leyendo Madres paralelas tras de Voy a ser mamá.
No sé ustedes. Yo ante una criatura llamada bebé, paseada en su carrito y con orgullo por la alameda, pienso siempre lo mismo: —Ahí va un votante. (Salvo si el bebé es cosa mía, o sea: La familia para quien la trabaja.) Viene esto a … Continúa leyendo análisis de la familia.
La antroponimia u onomástica antropológica es la rama de la lexicología que trata de los nombres propios y apellidos. Gramaticalmente, el nombre propio (o de pila) actúa como sustantivo y, los apellidos, como adjetivos. Hasta hace muy poco, y todavía, el problema de algunas mujeres … Continúa leyendo la propiedad de los nombres propios.
A principios del 19, El sí de las niñas nota[1], comedia de Leandro Fernández de Moratín, llegó a ser prohibida por la Inquisición. Doscientos años después, este sí de los niños podría ser rechazado o repudiado (prohibido, ya no) por esa nueva inquisición que constituye … Continúa leyendo EL SÍ DE LOS NIÑOS.
He vuelto a ver Cafarnaúm, la película. Un chaval sirio de doce años, en familia pobre y numerosa (que, a falta de documento, ni siquiera sabe qué edad tiene), acusa a sus padres, padre y madre, de haberlo hecho nacer y traído al mundo. Y … Continúa leyendo porque yo nací.
Roma antigua nos trajo el feudalismo que todavía nos dura. La tierra como posesión y dominio. Normandos, fenicios o cartaginenses tuvieron otra idea del saqueo, del expolio, de la piratería, de la conquista y dominio. La conquista y dominio según Roma, ligada a la propiedad de la tierra, marcó el territorio y lo jerarquizó en provincias que luego fueron marcas y condados; y el duque y el marqués y el conde y el vizconde y el barón y el señor y el hidalgo o caballero: de más a menos metros cuadrados y, sobre los cuadrados, los cúbicos.
De la sociedad de consumo nos viene el que la gente joven asocie vida en pareja, o casamiento, con acceso a distinta vivienda, alquilada, hipotecada o en propiedad, conforme prospere la nueva familia.
No siempre ha sido así. Antaño (cuando la vivienda rural carecía de puerta que cerrase cuartos o dependencias que no había que cerrar), la casa se tabicaba lo justo para un nuevo dormitorio, el que albergaría a la pareja de recién casados, que así tendrían su intimidad y su nido. Por razones de herencia y patrimonio, más veces era la mujer, la novia, la que cambiaba de domicilio, para seguir el varón en las labores del campo, huerto y ganado que un día iba a heredar por línea paterna.
En la foto pueden ver la casa familiar en el km 18 del ramal de carretera Santander Oviedo por la costa, año 1930. Vista de frente, la vivienda ofrece tres volúmenes, de izquierda a derecha: cuadra, vivienda chica y vivienda grande original; la chica, ya con algo de piedra, señal de alguna prosperidad sobre la más antigua, que vemos en cal, más modesta.
En la siguiente foto, tomada ayer mismo, se ven, noventa años después, las sucesivas subdivisiones (o ampliaciones) que ha ido conociendo la casa primitiva. Cuanto más a la derecha, mejor se observa la ampliación en metros cuadrados (en fondo) de cada nueva casa. Hasta llegar a la vivienda a la derecha, casi adosada al conjunto.
Esta reflexión no hará que cambien prácticas sociales que hoy son del currículo de una vida estándar, pero puede hacer recapacitar a quienes creen que otro mundo es posible y, a la vez, ignoran el mundo de donde vienen, la piel de la historia de donde vienen, y que han mudado a gusto de la Banca a juego con el Estado del Bienestar. También puede servir para bajar los humos a la cultura de la exaltación ante las Itálicas y Capitolios más fascinantes. No hay monumento ni arte antiguo que no esconda la sangre del esclavo, el sudor de quienes trabajaron con sudor, ajenos a toda contemplación estética que el visitante se permita. Otro día hablamos del trabajo, latín tripaliare ‘torturar’, de tres palos, como cepo o instrumento de tortura. Contra quienes desde el grecorromano gremio del arte y la cultura escapan al trabajo manual por cuenta ajena; de todos los trabajos y de todos los ‘por cuenta’, el más duro y alienante, el que más embrutece al ser humano.
Daniel Lebrato, hacia 1970, entre críos, titos y mayores.
El título nos lo da Francisco Canos (partner & investor) en el financiero DiarioAbierto.es de 12/04/20, sobre cálculos de seguros por defunción en la coyuntura coronavirus:
«Frente a la pandemia, se ha elegido proteger la vida humana a toda costa. Quizás sea un artículo provocativo y poco ético. Decisiones que pueden traer consecuencias graves exigen tener la mayor información posible. El valor económico de un español medio sería de unos 2 millones de euros.» [1]
Dos millones de euros es mucha pasta, inhumana pasta, pero sirve para, aún reducida a la mitad o a la cuarta parte, hacernos idea de lo que vale ser madre.[2] Supongamos 500.000, 100.000 euros, por lo bajo, lo que una mujer en edad y voluntad de ser madre tendría que depositar, sola o en sociedad, para emprender la maternidad a su costa, y no a costa mía a través de impuestos al Estado del Bienestar ni de ayudas o subvenciones que estarían por ver.
Es fácil el repudio a Bill Gates y eugenistas. Es peliagudo el tema por cuanto se presta a tanta interpretación. Es literario. Distópico. Pero, a lo que íbamos, y que me disculpen colegas de matemáticas. La economía crece y va para arriba aumentando el dividendo o, a lo que vamos, disminuyendo el divisor. En época de abundancia o de progreso (vacas gordas) mandan los dividendos, pero en época de crisis o recesión (vacas flacas) se impone hablar de los divisores, las bocas que hay que alimentar –quiere decir currículos hacia una vida digna– por unidad familiar cuando, además, se agigantan las cifras del paro por sobra de mano de obra.
Reconocida la superpoblación del planeta (algo en que coinciden todas las analíticas), ¿qué sentido tiene fomentar o subvencionar natalidad y familias numerosas? Y usted, hombre o mujer en la edad, ¿no tendría que plantearse la cuestión antes de ir al maternal?
Otro día hablamos de políticas de adopción que podrían ser alternativas –aquí en casa, domésticas– humanitarias cara al tercer mundo. Y de cómo instituciones y oenegés pro infancia y pro vida quedarían desactivadas, con tanto negocio como tienen detrás, no siempre claro, con tanta cruz de rebote y tanta Iglesia camuflada; instituciones que ninguna hace nada por lo esencial: ¡adiós a la industria armamentística! No hubiéramos hablado de refugiados, de infancia Siria o similar.
[1] 54 años de vida activa (de los 16 a los 70) multiplicados por renta per cápita contributiva. Detalles y tablas, en diarioabierto.es.
[2] Al decir madre y no padres estamos dándole a la mujer reconocimiento y obligaciones. El varón, como socio, o la implicación de la familia (esos abuelos que dicen: Tú, tenlo, que nosotros te lo cuidamos), no anulan la maternidad intransferible, al margen –o además– de los acuerdos o contratos privados que la mujer pueda establecer entre ella y su pareja, entre ella y abuelos o entre ella y todo lo que legalmente se pueda poner por escrito. Quien se escandalice por este lenguaje, piense que ya se hace en los casos de vientres de alquiler. Se trata de cambiar ética y perspectiva pero para el Estado sería igual: una forma de reglar por documento público. Y quien ahí vea una pérdida de libertad o individualidad, piense que también se puede renunciar, por escrito y por adelantado, a todo servicio público que pueda venir del Estado a favor del ser que va a nacer: sanidad, educación, vivienda, etcétera. Las cuentas claras y el bienestar, más claro todavía.
malas compañías o las malas compañías, por vía culta, está en San Pablo A los Corintios (15,33) y ha servido de título a libros, películas o canciones. Como frase hecha y por vía oral, su origen está en boca de madres y abuelas que, por disculpar el desvío de alguien de casa, echaba la culpa a las malas compañías. Hasta en política internacional es viejo el truco.
El mal que nos rodea y el estado de alarma decretado (donde el confinamiento es un lujo) nos obliga a una doble reflexión ética:
A nivel personal, nuestras consignas o afirmaciones deberían pasar una especie de filtro que llamaríamos prueba de lealtad universal, según la cual lo que vale para mí o para mi grupo tendría que valer para cualquier persona sea cual sea su circunstancia y condición. #yomequedoencasa, de apariencia impecable, choca con que hay gente sin techo: esa etiqueta (o tag) no sería leal con todo el mundo ni tendrá un valor universal. Lo mismo ocurre con #dóndedejoamishijos o #yomequedoleyendo, etiquetas que tienen su punto señorito o privilegiado.
A nivel colectivo, las narraciones de la Historia, con mayúsculas, del cine y del videojuego, nos han familiarizado con los horrores de la guerra como espectáculo. No caemos en la cuenta de que podría no haber guerras y que la guerra consiste, desde Prusia a esta parte, en mandar a la muerte a la tropa de clase baja mientras la alta se reserva para sí el mando a distancia o ante el telediario. Algo así como el ajedrez para peones cuya vida no vale nada.
Quien se precia de saber que “todo es economía” y que la economía mueve la Guerra del Vicod-19, como se han movido todas las guerras, donde economía ponga capitalismo y pregúntese en qué bando de la actual guerra se encuentra España, o como país aliado. Las bases militares y las bases del pensamiento apuntan, no a China, sino a Occidente. ¿Aceptaremos padecer daños colaterales por fuego amigo? ¿Aceptaremos la pandemia en nombre de la Razón de Estado o de la Seguridad Nacional? Aléjense de las malas compañías. Háganse objetores de conciencia de Rey, Gobierno, Ejército y España.
La desagradable cuestión del control de natalidad.
Cuenta Infolibre, 26/06/2019, la propuesta de renta mínima estatal presentada por la Autoridad independiente de responsabilidad fiscal (AIReF) por encargo del Gobierno. La AIReF plantea dos opciones:
A/ Una prestación del 80% del indicador público de renta de efectos múltiples (Iprem) para el tramo de renta más bajo y un complemento por hijo a cargocon un máximo de tres hijos (cursivas de [eLTeNDeDeRo]) de 1.200 euros al año para ambos tramos.
B/ Una ayuda del 10% al 80% del Iprem para el tramo de renta más bajo, a lo que se añade un complemento por hijo de 1.680 euros anuales para el tramo más bajo y de 1.200 euros para el segundo tramo.
Además, sugiere hacer compatible la prestación con el empleo, permitiendo que actúe como un complemento salarial hasta un determinado umbral en el que se haya alcanzado un salario suficiente (cursivas de [ET]). Existiría un incentivo de entre 50 y 100 euros para que al beneficiario le interese mantenerse en el empleo. Asimismo propone simplificar el sistema y establecer una ventanilla única a través de trabajadores sociales. Además aconseja como requisito la inscripción en la Agencia Tributaria para reducir el riesgo de fraude.
Leído lo cual, ¿por qué tres hijos? La verdadera moral no se divide. ¿Los tres hijos incluyen también discapacidades? ¿Cuándo el Estado, o el gobierno que hable por él, va a imponer el permiso de natalidad para traer criaturas al mundo? ¿No es más importante y vital conducir un hijo que un vehículo automóvil?
Lo que está claro es que el primer cociente de la pobreza se obtiene dividiendo ingresos entre personas a cargo como unidad familiar. Iglesia y Estado se niegan a hablar del tema. Oenegés y buenismos más bien destacan y acentúan, por cada noticia y suceso, la cantidad de mujeres e infancia que sale perjudicada. Sin embargo, el control de natalidad sigue siendo el modo más fácil de combatir la pobreza por casa, por familia o por persona. Y también está claro que con dineros públicos no deben financiarse instituciones privadas, como es la familia con la decisión de traer un nuevo ser. Hagan juego y piénsenlo un poco. Por último, el mundo está lleno de criaturas por adoptar y por una vez debiera primar el principio constitucional de igualdad ante la ley: solteros, solteras, padres, madres, solas o en familia.
No hay derechos sin deberes y cuando los derechos no son abstractos, sino de pago o prestaciones concretas, todas las leyes de la economía coinciden: derecho que alguien no paga (porque se le dé gratuito), derecho que alguien paga. Recientemente, Pablo Iglesias exhibió el artículo 47 de la Constitución que dice que todo español tiene derecho a una vivienda digna. Muy bien. ¿Y qué? Que denuncie el incumplimiento ante el juzgado o la fiscalía y, si no, que dimita o lo deje.
Pasa también con el derecho que tienen todas las mujeres, todas y cada una, a la maternidad. El titular Una de cada cuatro madres solas vive en situación de pobreza severa, mejor podría decir la previa: la maternidad clase baja (en mujeres solas o emparejadas; en varones) aumenta el riesgo de pobreza severa o precariado.
Iglesia y clase política, en punto a natalidad, se sintonizan perfectamente: el belén se llama Estado del Bienestar. Adórelo quien se lo crea. De hecho, las ayudas a la familia a quienes más benefician es a las clases altas que, aun sin ayudas, podrían permitirse familia numerosa.
Otro día hablamos de cómo un Estado no mediatizado por la Iglesia no debería, con dineros públicos, financiar familias privadas, habiendo como hay tanta infancia necesitada que está deseando la adopción.
/ a Marcial Ruiz /
(En la foto, Zafarrancho Vilima en la caseta de Radio Sevilla Cadena Ser)
A propósito de la natalidad consciente y preventiva se ha suscitado una polémica que desemboca en Joaquín Sabina (etiqueta izquierdas) apoyando a Arcadi Espada (etiqueta derechas). Esta es la secuencia:
1º
Durante una entrevista en la tele Arcadi Espada declara: “Si el servicio público de salud detecta una persona con una anomalía grave que va a impedir que lleve una vida normal, téngalo usted, pero evidentemente cuídese de él porque esa persona va a suponer para la sociedad un costo que podía haberse evitado”.
2º
La Generalitat y entidades de discapacidad intelectual de Cataluña se querellan contra Espada por un presunto delito de odio contra las personas con síndrome de Down.
3º
Los periodistas José María Albert de Paco y Julio Valdeón (biógrafo de Sabina) promueven un manifiesto en defensa de Arcadi Espada que firman Steven Pinker, Fernando Savater, Richard Dawkins, Antonio Escohotado, Fernando Sánchez Dragó, Alan Sokal, Cayetana Álvarez de Toledo… y Joaquín Sabina.
O sea que tropiezan las etiquetas, fallan las premisas y nos quedamos en suspenso ante tan periodístico lío. Fallan las previsiones de lo que cabe esperar de cada personaje en la esfera pública.
[eLTeNDeDeRo] es partidario de la separación familia Estado y del derecho a decidir tanto para Cataluña como para las familias que quieran tener, a su costa y no a costa del Estado, las criaturas o las anomalías que quieran y puedan (mediante depósito previo) permitirse y tener.
Discapacidades, sobra decirlo, las hay de dos clases: la congénita que en medicina preventiva se ve venir (y es asumida por la madre que acepta traer al mundo una criatura deficiente) y la sobrevenida en vida por causa de accidente.
Sea como sea, la maternidad debiera correr cien por cien a cargo de la madre o la pareja que decide seguir para adelante con un embarazo a sabiendas de que traerá al mundo, más que una persona, un problema de largo recorrido, problema que con las desviaciones fiscales y presupuestarias acabaremos pagando usted y yo, que no tenemos descendencia o somos partidarios del aborto terapéutico y de la maternidad consciente, cuando no de la adopción de menores y del control de natalidad.
Por supuesto, nada que objetar a campeones que ya están en nuestro entorno, salgan o no en la película y en los Goya. El problema es la ideología provida que le hace el juego a la Iglesia y a las ideologías más ultra conservadoras.
Si se nos pide el carné de conducir para manejar un vehículo, ¿cómo no pedir por cada preñez y parto garantías sanitarias y económicas que avalen el permiso de natalidad, crianza, educación y mantenimiento de un nuevo ser?
Desde la perspectiva del Estado, que somos todos, francamente, no lo entiendo.
Lo que aquí se llama permiso de lactancia o de máter paternidad o conciliación de la vida laboral, familiar y personal; más lo que, de allí, nos viene y se hace llamar infancia que sufre, niñas o niños maltratados que se desglosan y especifican por su número en cada noticia de migración, de refugiados, de guerras o de sucesos, todo eso no deja de ser una construcción que es aquí la igualdad (?) y, allí y en todas partes, esa simplicidad elemental de yo te follo tú me follas y entre los dos tenemos una criatura, que ya vendrá Equis y proveerá. Todo, menos plantearnos (porque es más simpático hacerle agó agó a la criatura) de verdad, de verdad, cuánto hay, en la maternidad, de maternidad consciente y, si es consciente, por qué tengo que pagarla yo: el que, en vez de parir o de fecundar, ha decidido adoptar, maternidad sostenible, mejor que superpoblar con alguien que lleve mi sangre o mi apellido.
Eso, sin olvidar que, aquí como allí, a un lado y otro de la frontera del bienestar y del primer mundo, la gente se reproduce por mecanismos sociales y personales que nadie sabe por qué tenemos todos, todos, que financiar a través de impuestos. «Si el mundo no puede pagar la vida de todo el mundo (axioma que no tiene que ser demostrado), al menos que quien pueda se pague su propia vida», y quien no puede, cuide por sí y no se meta en paritorios. Al principio, suena un poco duro pero es más altruista (responsable y equitativo) que reírle la gracia al objeto que va en la cuna y a la mujer como alguna (caso verídico) que va por el séptimo hijo y siete veces, siete, quiere conciliar su provida o su opus dei a costa mía a través de impuestos.
Rompan la cadena “infancia y familia” y lo verán todo más claro. Quien lo dude, imagine una declaración de Hacienda donde, igual que hoy se puede elegir entre Iglesia Católica o Fines Sociales, pudiésemos elegir entre Fomento a la Natalidad o Fomento a la Adopción, con todo lo que ello implica.
Y una última pregunta. Quien no estaba segura (como se asegura la vivienda o se asegura un coche) de poder conciliar su vida laboral, familiar y personal ¿de qué se queja ahora?, ¿cómo se le ocurrió meterse en maternidades?
Mis alumnos de educación de adultos, hoy con cuarenta años y casi todos, padres, se enfrentaban conmigo, o yo con ellos, cuando me largaban su opinión o su teoría sobre «las tías». A las tías lo que les atrae de los tíos es el mejor donante de semen, el macho alfa que las fecunde, que en realidad es lo que quieren, no ligar ni follar por follar: lo que buscan es familia y maternidad. Pasado el tiempo, visto en qué han quedado los machos donantes (que históricamente podían desentenderse y decirle a la hembra que habían dejado preñada ahí te quedas) o los padres padrazos (a los que solo falta dar teta, porque en lo demás se ven iguales a las madres), al día de hoy, digo, cuando tanta infancia en el mundo hay con problemas y con mala vida, y cuando tanta Unicef y Save the children llaman a la conciencia de la vieja Europa, y cuando la política de adopción es ninguna comparada con la política de ayuda a la natalidad, que en España se sigue fomentando más que en tiempos de Franco, ahora con el pretexto del envejecimiento de la población, creo que tengo, tenemos, que preguntar a los jóvenes en edad de preñar ¿qué significa hoy ser padre? No hablamos de varones con su paternidad cumplida: las criaturas son sagradas y merecen otra conversación. Hablamos de muchachos con las hormonas a tope que se cruzan con muchachas igual o más hormonadas y que pueden confundir polvos hechos amores que luego acaban en amores hechos polvo, según se ve en la estadística de corazones destrozados, separaciones, rupturas y episodios atroces que también salpican nuestros telediarios. Es decir, mi generación, de 60 años, y la generación de mis hijos, de 40, ¿qué podemos aportar a la generación que hoy ronda los 20? Mi aportación sería solo una pregunta, que ya está hecha: ¿para qué quieres ser padre? No digamos para satisfacer a la pareja (femenina ha de ser). No digamos porque sí, porque es natural, porque los hombres son padres. No acudamos a porque es padre mi amigo o mi vecino. Vamos a hablar en serio de lo que no se suele hablar.
Para la mujer, que jugó con muñecas, el varón no, la maternidad incluye un recorrido biológico que va desde la primera regla hasta si será muy mayor para parir y ser madre, todo esa biología y psicología unidas a una maternidad inducida desde los Reyes Magos. Todo eso hace que la mujer imagine que va a tener un bebé, una cosita muy chica. El varón, en cambio, si no lo piensa, tendría que pensar que la paternidad consiste en traer una persona adulta, adulta como él, con los mismos problemas y con las mismas incertidumbres que se han hecho carne en él. Yo esa diferencia la metí en 14 versos en 2007, año cuando empecé a ser tito abuelo:
ECOGRAFÍA
Trece milímetros para empezar.
El hombre y la mujer, lo que se sabe.
No es poco. La ecografía proyecta
una verdad científica sobre otra
de valor añadido: dieciséis
de agosto, dos mil qué, primera foto.
La imagen es confusa pero mira
de frente un porvenir de porvenires.
No están la edad del pavo ni las caries,
los bráckets, las dioptrías, la carrera.
El padre piensa ahora en una hombría
distinta. En la oficina y con las bromas.
La madre cuenta el cántaro y la fuente
y todo, hasta el amor, se le hace trece.
La edad del pavo, el dentista, la carrera, la persona independiente y que se irá de casa o se tendrá que ir, todo eso es lo que configura el conjunto de datos para una paternidad consciente. Malas lenguas, malas porque son falsas, acuden a pretextos sociales pro maternidad: que si la renovación de la especie o la nación, argumentos así. La pega es que esas frases suenan a huecas en quien no milita en otros campos solidarios o altruistas del compromiso o de la política o de la ciencia. La familia es, por mucho que el Estado se postule como responsable civil subsidiario, un hecho eminentemente individual y egoísta y ni siquiera sirve pretextar el amor en pareja o que se hace por amor a la otra persona. Visto está que la pareja se rompe y la descendencia es para siempre. Se admiten respuestas.
Un informe de la revista Verne El País sobre familias numerosas, me da a conocer a Verdeliss, una mujer de 33 años que se gana la vida como yutúber y concursante (a Gran Hermano Vip), madre de seis criaturas que va por el séptimo embarazo. Verdeliss es auxiliar de clínica sin ejercicio, y yutúber y concursante no dan para siete maternidades conscientes. Será que la unidad familiar con el marido, abogado en ejercicio, lo explique todo. Nada que decir, pues, allá la pareja y quien la siga. Pero ¿qué quiere decir El País?
Una sobrina me manda un informe Verne El País sobre familias numerosas. Y pico, claro. El tema es apasionante. Mi sobrina (dos veces madre) pertenece a la generación de mis hijos y un lema que me aplico es no criticar nunca a mis menores. A mis iguales, pues.
Me imagino que soy el Estado como el Estado tendría que ser, es decir, no contaminado ni por la Iglesia, de la democracia cristiana, ni por el Bienestar, de la socialdemocracia. Soy el Estado en tanto Administración (no en tanto clase política) y mi regla de oro es muy simple, dos en uno: «Vive y deja vivir y la vida que tengas págatela». Habrá quien salte ¡Menuda chorrada! pero, si lo piensan, bajo ese lema, Cataluña habría ejercido hace años su derecho a decidir y hoy estaríamos hablando de otra cosa. Bajo ese lema, se acabaron los oficios parasitarios, aquellos que no producen valores de uso, como los militares (cuyo uso es la guerra y nadie quiere la guerra, ¿verdad que no?). Bajo ese lema, las clases y personas parasitarias serían mantenidas, en todo caso, por esa fórmula tan a la última que es el crowdfunding [crodfondain], micromecenazgo voluntario o financiación colaborativa para sacar adelante creencias o proyectos en los que no todo el mundo tiene que proyectarse ni que creer. Algunos ejemplos. La monarquía, reinante o no, sería financiada marcando casilla Casa Real en la Declaración de Hacienda, no por quienes somos republicanos. Por el cura y el obispo, que coticen sus fieles; por el político, su partido, sin un euro del Estado. La procesión de Semana Santa, desde la cruz de guía hasta dejar la ciudad tal como estaba, todo, todo (limpieza, servicio de orden, protección civil), a cargo de la cofradía y sin dinero público. Y ese partido de fútbol de alto riesgo sería desarriesgado por policía privada, no como ahora, que aficionados o no al fútbol o a las procesiones o a la clase política o a los curas o a doña Letizia, allá que vamos todos con euros a María a través de impuestos y Presupuestos del Estado.
En materia de familia, el Estado, ¿subvención?, ninguna: intervención arbitral en defensa de quien ha de nacer, defensa que debe incluir el antes, el durante, el después y el postdespués. Respetando el deja vivir, el Estado tiene que vigilar que el niño o niña que venga al mundo (no solo al territorio del Estado) podrá vivir y dejar vivir y pagarse la vida digna que tenga, al principio por padre y madre, por mitad o en proporción o por uno de los dos, si así lo acuerdan. Estamos hablando de capitulaciones o acuerdos bilaterales que ordenen la constitución de la familia en régimen mono o biparental (matrimonial o conyugal) y con separación de bienes. Estamos hablando de la viabilidad económica de la maternidad, el régimen financiero que tendrá quien ha de nacer y convenios de asociación, emancipación o disolución (divorcio) y sucesorios. Como gusta lo práctico y concreto, si yo fuera el Estado, legislaría desde ya la implantación (exigencia y obtención) del permiso de maternidad (¿no hay carnet de conducir? y ¿no es más importante una vida que un coche?), permiso unido, compatible o ya incluido en las capitulaciones pactadas.
Una vez la criatura en el mundo, legislaría una Ley de protección del menor de máximos, en el sentido de otro lema, y será el último: No decidir por el menor, niño o niña, lo que le corresponde decidir en la edad adulta, es decir, no usurparle al menor su soberanía. Me refiero a cosas tan sin importancia como pintar las uñas, poner tacones; hasta otras de más hondura y calado, como iniciarles en religión: prohibido el bautizo de menores o prohibido ponerles el velo islámico. La excepción a esta regla sería siempre por la salud del menor, como hacerle la fimosis. Y si hubiera, como tendría que haber, una vía de educación única, ni siquiera padre y madre tendrían que decidir entre educar por la pública, la privada o la concertada.
No puedo exigir ni al Estado ni a la actual política que estén de acuerdo o apliquen esta legislación sobre familia, pero sí puedo exigir a hombres y mujeres en edad de procrear o de prolongarse que piensen en conciencia y de uno en uno. Para que el Estado (esa imponente máquina) deje de meterse en la vida del individuo, hace falta que el individuo, hembra o varón, se autogestione. No, que, ahora, entre subvenciones, prestaciones, pensiones o ayudas, toda la ciudadanía se ha hecho dependiente y a todos nos cabe la ley de dependencia con pérdida de libertad. La vida que tengas págatela, y eso incluye tu familia. Verás qué bien vives y dejas vivir.
El caso de la joven española secuestrada por una secta en Perú nos llama la atención por cuanto nosotros vivimos, en los años 70, casos semejantes o directamente iguales. Al final, y entre veras y bromas, Daniel Lebrato lo escribió enHermano Ezequiel, una historia de sectas, que empezó en verano de 1982 y dio origen a Tinta de calamar. Puntualizando:
1º) El secuestro por secta no es secuestro sino inducción voluntaria.
2º) Esa inducción sobre jóvenes y adolescentes se practica igual desde la Iglesia católica o las fuerzas armadas, instituciones bélico confesionales no aptas para menores que, sin embargo, no esperan la mayoría de edad para que la persona decida. Captar menores debería estar prohibido por leyes del Estado.
3º) No obstante, esa ley del menor, que todos saben cómo se haría y en qué consistiría, nunca se hará en un país dominado por bautismos y comuniones, por el carnet del Betis o de la Macarena al niño cuando nace, y por el desfile militar para todos los públicos el día de la patria.
4º) Cantidad y calidad, todas las religiones fueron sectas. Visto al revés: las sectas son sectas a su pesar. Secta fue el primer cristianismo hasta Roma y las Cruzadas y la Santa Inquisición y hasta el papa Francisco (por cuya influencia la sectaria española de 22 años, que ha vuelto madre del secuestro, no hubiera podido, si hubiera querido, abortar).
5º) Lo nuevo (y que no era así en los años 70 / 80) es lo fácil que resulta a la mentalidad bienestarista acudir al Estado, pues, hasta donde se conoce de la noticia, no ha habido fuerza ni violencia ni violación ninguna de personas ni de derechos, y el padre de la muchacha y abuelo de la criatura parece en todo encantado y conforme.
6º) ¿No será que alguien exageró la nota periodística de desaparecida o secuestrada donde todo fue voluntario, personal y buenamente asumido? Como diría Pascal: la prensa tiene razones que la razón no comprende.
Se imponen últimamente los varones la misión de ser tan madres como las madres de sus hijos. Y el Estado, que lo fomenta, iguala los permisos de paternidad y maternidad, como si las dos fueran una misma cosa. Lo cierto es que la familia es un ente privado y que el Estado no debería inmiscuirse ni a favor ni en contra, ni para bien ni para mal. O en todo caso: darle la empresa y el Estado los mismos cinco meses de permiso a gente soltera, que a madres y padres, y allá cada hombre o mujer que disfrute esos cinco meses como les parezca, como si deciden, frente al natalicio, adoptar un ya nacido, la política de adopción. La relación sería: cinco meses por persona adulta; más, tampoco. Imaginemos una pareja que multiplica su descendencia por cinco o por seis. A cinco meses por nacimiento, ¿no nos parecerían esos meses de baja parental una forma de privilegiar unas vidas frente a otras? Y esas familias numerosas ¿no chuparían con ventaja de los presupuestos que pagamos todos, seamos contribuyentes solos o en pareja, con o sin descendencia? Pongamos las cosas en su sitio ya que no podemos dejarlas como están.
Quienes defienden la familia deberían defender antes la individualidad responsable y suficiente de todos sus miembros. Tener familia responsablemente es mantenerla y hacerse cargo, no que la pague o subvencione el Estado. Quien se case, se case con obligada separación de bienes. Que se acabe el cobro de pensiones vitalicias de origen familiar (prueba, esas pensiones, de la familia como negocio). Que las capitulaciones se firmen al contraerse el matrimonio, no a la separación. Veríais cómo el divorcio deja de ser causa de injusticias, abusos y malos tratos.
La gente está obligada a preguntarse para qué ser madre o padre. Porque las viejas bases de la familia han cambiado. La mayoría no siente necesidad de prolongar el apellido por motivos de herencia ni tampoco razones de asistencia cuando llegue la vejez. Y hay mucha criatura en adopción por el mundo. ¿Para qué parir, entonces? Mientras cada persona despliega su abanico de respuestas, todas ellas comprensibles, la prolongación de un ser en otro ser a través del parto -su educación y mantenimiento- no debería contar, ni un euro así, con el presupuesto del Estado.