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«Biennal de Pensament» 2020: de España, de Cataluña y de estar de coña.

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[eLTeNDeDeRo] no suele hablarse con bienales cuyo bienio escenifica el galicismo “c’est por ça que”, pero con las biennales, con dos enes (que dan eñe: eñe de España, de Cataluña y de estar de coña), solemos hacer una excepción, que es decir cepción que ya no es, como mi ex. Dice el programa de la Biennale de Barcelona (2018):

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«Es por ello que el propósito de esta Biennal es debatir de qué modo las ciudades pueden participar para solucionar los retos globales que marcarán las próximas décadas y que hoy se plantean en un marco de incertidumbre y de experimentación constante. De la riqueza humana de las ciudades; de la multiplicidad de vidas, historias y mundos que las configuran; de su capacidad para ser espacio de acogida y de refugio; de su fuerza transformadora y creativa. Una celebración de la ciudad como espacio de libertad, de pensamiento y de acción y, al mismo tiempo, como el espacio donde tejer nuevas y viejas pertenencias. La Bienal de Pensamiento convoca a gente de aquí y de todo el mundo para ayudar a pensar y debatir acerca de todas estas cuestiones. En las plazas, en los mercados y en los barrios de la ciudad. En las bibliotecas y los centros cívicos. En todos aquellos espacios donde nuestra ciudad es ágora. Porque el objetivo de la Biennal es abrir el debate sobre las ciudades que queremos y necesitamos, con miradas plurales y la participación de todos. La Biennal de Pensament, Barcelona, del 13 al 18 de octubre 2020, es una semana de reflexiones, preguntas y experiencias. Una fiesta de las ideas.»

barcelona cultura (CCCB, 2018 y 2020.) barcelona cultura

De uso interno. No ingerir. Con receta médica, consulte en su farmacia.

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la cola del cometa, apostillas a rima rimando.

rima rimando

Ha levantado ampollas el artículo Rima rimando publicado ayer: rancio, machista, poética, cívica o políticamente inadecuado. No es Rima rimando merecedor de apostillas a lo Umberto Eco, a El nombre de la rosa. Pero tampoco para dejar que la mala impresión le caiga a uno encima. Se trataba de un juego, ejercicio de literatura de servilleta o literatura de bar, que lo más probable es que, al otro día, el escribiente la recicle o deseche: ¿Cómo pude haber escrito esta mierda? Otro asunto es que lo blablamente correcto me imponga su [auto]censura. Si ya me parece estúpido reescribir el pasado con perspectiva de presente (ya es un tópico: las pocas hembras que entre varones han sido), no digamos la amputación de nuestro lado oscuro por salir bien en la foto.

En rima rimando hay quien ha visto machismo en esta doble presentación: «Mi amigo Equis, buen conocedor del cielo y las estrellas, y mi amiga Zeta, sirena entre las sirenas de Sanlúcar, me habían invitado a la noche del planeta. Equis llevaba sus buenos prismáticos y Zeta era, sin ayudas binoculares, la primera en ver aparecer cada estrella». Fácil dictamen: al varón, la astronomía y la curiosidad científica y, a la mujer, la intuición y el ser sirena: ¡ya estamos! Este micromachismo se hará macro cuando el artículo narre la conversación que se trajeron los tres: «Yo, a Equis: ¿Cómo te va lo que lees? Equis, a mí: ¿Cómo te va lo que escribes?». ¿Qué pasa?, ¿que Zeta, la sirenita, ni lee ni escribe? Y no, no es eso. Lo de sirena viene por ser Zeta lo mejor conocedor de los fondos de las playas de Sanlúcar, desde Bonanza a Montijo, y por echar horas y horas en esta playa o en el mar como animal anfibio;[1] dualidad que vimos triatlón la vez que Zeta aparcó, en el bajo de nuestra casa, ni coche ni bicicleta: su piragua, que la había traído a ella con la marea. El montaje de fotos del rima rimando equilibraba a Zeta al destacar su vena artística, mientras a Equis se le ve hurgando el motor de un dos caballos.

Otro bloque de críticas han llovido a cuenta de las tetas. La muchacha en tetas (raras de ver por las playas de Sanlúcar) venía a cuento por la rima (planeta, cometa, azteca, teta), por la antítesis (cielo/suelo), por la metáfora (dos tetas como dos astros o dos estrellas) y por el argumento. Un filón de retórica.

Lo demás, nada. No tiene uno inconveniente en ser mexicano, si no fuera por el sombrero mexicano, a ver qué estrellas se ven con él puesto; ni contra los perros grandotes que escapan a sus amos y se nos abalanzan en un bar o sitio público; si acaso, con los dueños, cagoenlá.

[1] Por cierto, escandaliza la militarización del Dile (antes Drae) según el orden de acepciones que da la Academia a la palabra anfibio: anfibio, del latín del griego, ‘animal que vive en tierra y en agua’. 1. Dicho de un vehículo, de un aparato o de una tropa militar: Que puede actuar tanto en el agua como en la tierra o en el aire. 2. Dicho de una operación o de una maniobra: Ejecutada conjuntamente por los ejércitos de tierra, mar y aire, o por dos de ellos. 3. Dicho de una planta: Que puede crecer en el agua o fuera de ella. 4. Dicho de un vertebrado: De temperatura variable, acuático, que respira por branquias durante su primera edad y se hace aéreo y respira por pulmones en su estado adulto. 5. Perteneciente o relativo al anfibio. 6. Dicho de un animal: Que puede vivir indistintamente en tierra o sumergido en el agua.» Echen la cuenta: la original etimología griega y romana ocupa en el Diccionario el último sitio. Los caballeros, primero.


SALTO al vacío.

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EL SALTO

¿Quién genera la cultura gratuita?, Brigitte Vasallo, EL SALTO, 27 abril 2020.

*cursivas, negritas y [corchetes] de eLTeNDeDeRo. En rojo, nivel de 1º de primaria.

Con el confinamiento se ha abierto de nuevo a lo grande el melón nunca cerrado de la gratuidad de la cultura. Cultura gratis para que todas tengamos acceso a la cultura. El argumento, sin embargo, tiene trampa, que se visualiza de manera mucho más clara pensándola desde cualquier otra industria[1]. Cuando una cadena de supermercados revienta el precio de un producto[2], no lo está haciendo más accesible. En su consumo directo sí, ahí está el gancho.

Pero sabemos que la trampa es que, para hacerlo, revienta la producción, expulsando de ella a las pequeñas productoras locales que no tienen medios para el cultivo extensivo y el monopolio. Y favorece, en la práctica, solo a las grandes productoras que usan métodos para el desastre. Eso mismo sucede con la industria cultural. Otra trampa, sin embargo, en el debate, es la confusión entre cultura e industria cultural.[3]

La cultura es un bien de primera necesidad, es un alimento necesario para hacernos comunidad. Creamos cultura cada vez que nos expresamos, de manera individual o estando juntas, incluso en esa forma de estar juntas tan dura como está siendo el confinamiento. Creamos cultura cada vez que posteamos cosas en las redes, cada vez que creamos o recreamos palabras, cada vez que inventamos canciones o le damos vuelta a otras para hacerlas más nuestras, cada vez que bailamos, aunque sea en una fiesta.

Es, además, un bien de primera necesidad para hacer resistencia política, para articular pensamiento que nos acompañe en la resistencia al desastre [parece que la firmante cree en el capitalismo del desastre : 459.000 usos en Google] en el que vivimos. Pero eso que denominamos productos culturales, que es una de las formas en que se concreta la cultura, no salen de la nada, como no salen de la nada los alimentos concretos con los que cocinamos. Salen del trabajo y necesitan de tiempo sostenible para realizarse. Es una mierda que el capitalismo lo cruce todo. Pero que las personas no cobren por su trabajo no es romper el capitalismo, es reforzarlo. Es, de hecho, el sueño húmedo [líquido, líquida, en sociología: 11.8 millones de usos] de cualquier magnate: hacernos trabajar gratis[4].

Igual que en el consumo de alimentos, no se nos ocurre pedirles a esas agricultoras locales que nos regalen las patatas, sino que entendemos, incluso, que su producto sea más caro que esos productos con los precios reventados en las grandes superficies.

Sin embargo, cuando hablamos de productos culturales, de libros, de películas, de discos, nos parece incluso ofensivo que las productoras híper precarizadas por la industria quieran cobrar por su trabajo. Se supone que ese trabajo es de todo el mundo, pero no lo es. Lo pueden ser las ideas que contienen, pero la forma concreta en que esas ideas han sido articuladas y plasmadas han necesitado de un tiempo y de un esfuerzo que es trabajo como cualquier otro trabajo.

No conozco a ningún grupo de música con mirada política [¿?] que se niegue a que sus canciones se canten libremente, ni conozco a ninguna escritora con mirada política que se niegue a que sus libros se presten, se comenten, se hagan clubs de lectura con ellos o que sus ideas sean difundidas y explicadas. Y, sin embargo, se pide, se exige incluso, que no quieran cobrar (la miseria que se cobra, todo sea dicho) por la ingente cantidad de horas dedicadas a realizar el producto concreto. El problema no es solo a corto plazo: ese mecanismo impide la sostenibilidad de la creación independiente de productos culturales.

La gratuidad tiene consecuencias en el acceso a la cultura. No en su consumo, pero sí en su producción. Lejos de liberar los productos culturales, los discursos, deja su creación en manos de quien se la puede permitir. Libera el consumo, pero secuestra la producción, se la entrega de manera descarnada al capital, convirtiéndola en un lujo que solo algunas se pueden permitir.

“De los libros no se vive”, es lo que nos dicen. Y, sin embargo, hay imperios económicos organizados alrededor de los libros. ¿Dónde va todo ese capital? Pues al mismo sitio que va todo el capital de las grandes cadenas de supermercados: a cualquier sitio menos a la agricultora. Si quieres escribir, si quieres poder hacerlo materialmente, tienes que buscarte otro trabajo para poder vivir.

Pero volvamos al mundo real: las dobles jornadas sumadas a las múltiples jornadas que se van sumando para sostener la vida son inviables. Se podrá escribir un libro, dos como máximo, y luego el capitalismo se impone. Por si fuera poco, cuanto más disidente es la escritura, el pensamiento, y cuanto peor te sabes relacionar con el poder, hacer contactos, alianzas, ir a saraos y todas estas cosas, más difícil es que alguien apoye ese trabajo, por muy necesario que sea. Mucho peor aún si hablamos de producción cultural en lenguas sin apoyos oficiales, otro abismo.

Es la cultura del fast food: ¿cómo puede ser que tengan tanto éxitos los McDonalds y similares, si sus hamburguesas saben a nada con salsa? Porque producen muy barato, cosa que les da mucho margen de beneficio, que invierten en dos cosas: hacerse omnipresentes y hacerse una publicidad de impacto que nos convence de que aquello que comemos mola mucho. Y por eso lo consumimos, aunque sepa a mierda y arrase con todo a su paso.

La industria del libro funciona así, e imagino que el resto de industrias culturales no deben de ser muy distintas. Y lo hace no solo en referencia a las productoras: las grandes superficies también arrasan con el pequeño comercio de librerías con unos métodos muy serios de lobby y de reducción de precios a las autoras y a las pequeñas editoriales con técnicas cercanas al chantaje denominadas negociación de porcentajes. Cada vez que veáis un libro más barato en una gran superficie, recordad que la banca siempre gana, y las grandes superficies nunca pierden. Esa es la realidad de la cultura si la cruzamos con la mirada de clase.

Hay compañeras que optan por asegurarse un lugar en la academia que debería garantizarles tiempo para escribir. Esa garantía de tiempo ya no funciona así y la precarización en la academia está a niveles que dan miedo (e invoco aquí, y a partir de aquí, a la maravillosa Remedios Zafra). Y aun así, no olvidemos que el acceso a la academia no está al alcance de todo el mundo. Es necesario un capital económico que sostenga los largos años hasta alcanzar el puesto de trabajo y es necesario un capital cultural que contemple esa posibilidad con el que no todas crecemos. Y aunque esos capitales no existiesen, es dramático para la cultura que su producción tenga que pagar semejante servitud [catalán, por servidumbre] a la institución que ha convertido el conocimiento, precisamente, en una cuestión de clase. Así que la gratuidad de los productos culturales repercute directamente en una exclusión de clase para la creación de esos productos culturales y en el monopolio de las grandes cadenas de producción, cuyos intereses tienen mucho más que ver con el capitalismo que con la cultura.

Así que tenemos un debate de fondo: ¿queremos que todos los productos culturales que nos alimentan provengan de la burguesía? ¿Queremos un arte cuya única experiencia de opresión de clase sea inventada, o un arte que solo responda a los intereses del amo y se vea obligada a silenciar las cuestiones que realmente apuntan al amo? Porque si queremos un ecosistema un poco más variado tendremos que apoyar económicamente a las pequeñas productoras de alimento y asegurarnos de que puedan seguir trabajando con un mínimo de independencia.

[1] La cultura no es comparable con cualquier otra industria. En la comparación se escamotea la especificidad de la cultura. Ver nota 2.

[2] La trampa es la comparación industria cultural : supermercado. Tomen por caso el agua. El agua es gratis en el manantial que fluye, de pago corriente en mi grifo en casa, y a precio venta al público el agua embotellada. Donde ‘agua’ pongan libro o poema.

[3] confusión a la que artículo se presta y no desenreda.

[4] El artículo invierte los papeles. Al magnate le importa poco o nada la cultura. Al artista sí interesa vivir del arte por huir del trabajo manual.


libros de papel: penúltimos percances.

Los últimos percances

2005. Hipólito G. Navarro publica Los últimos percances, relatos (Seix Barral, 2005), que incluye, sin aviso al consumidor, relatos de El aburrimiento, Lester (Anaya, 1996) y Los tigres albinos (Pre-Textos, 2000). De los 77 relatos anunciados en contraportada, solo 24 son inéditos, un 31,17 por cien, ni la tercera parte del libro. En términos de páginas hábiles (cuyo número sirve para tasar el libro), un 74,64% de páginas me estaban sobrando pero yo no lo sabía: ese truco en celofán del libro en librería. No recuerdo el precio por caja; sí, que pagué el cien por cien.

El aburrimiento, Lester
Lo que el autor no quiere ver: uno de los libros que insiste en vendernos dos veces.

2020. Quince años después, el 9 de julio 2020, Hipólito G. Navarro en su Facebook hace la siguiente pregunta al dedo fácil del megusta de sus cinco mil amigos: «Pregunta destinada al dedo fácil colectivo del me gusta de los 5.000 amigos de Facebook: ¿Le parece a usted bonito que el propio autor deba hacerse con un buen puñado de ejemplares antes de una destrucción parcial de existencias en los almacenes de la editorial por acumulación de títulos debida a la situación sobrevenida por la pandemia del Covid19? [Nota de eLTeNDeDeRo. Tres meses de Covid19 dentro de los 15 años de ejemplares en venta, no tienen nada que ver: todo menos reconocer el autor su fracaso ante Seix Barral por una edición demasiado numerosa o demasiado hinchada que, a falta de hinchas, no ha cumplido sus expectativas.] Una aclaración, vistas las primeras respuestas. La pregunta va dirigida no a la editorial, que se empeña lo suyo en publicar al autor, sino a los tantísimos me gusta que recibe el autor que no se traducen casi nunca en adquisiciones y lecturas. De esa perversión se trata ahora. Segunda aclaración, vistas las segundas respuestas, tan emocionantes hoy porque parecen verdaderas. La editorial sigue teniendo ejemplares, y puede servir a librerías. Pero no deja de doler por eso una destrucción parcial. Es como si le cortaran a uno un brazo, una pierna, ¿una nariz?»

De las respuestas, el oportunista que no falla para auto promocionarse: Jesús Barroso Torres: «Querido Poli: Me ha pasado igual con mi último libro de poesía, Contrapunto y fuga: he tenido que comprar algunos ejemplares antes de su destrucción por cierre de la editorial. Una pena.»

Y el que la clava y [eLTeNDeDeRo] suscribe: José Luis Trullo. «A usted le parece una perversión que yo le dé me gusta a un estado suyo que me ha gustado pero no compre su libro. A mí me parece una perversión que tras mi gusto espere usted una venta, ya ve.» Repetimos: Me parece una perversión que tras mi gusto espere usted una venta.


Casos que vienen a cuento para ver cómo está el patio.

Un coetáneo de Hipólito G. Navarro hace a un hijo suyo, nacido en 1991, fundador de un sello editorial. Menuda carrera le espera.

Autoeditores.com (el autor compra su propia edición): PuntoRojo, UnoEditorial, Autoediciones, Extravertida.es.

Extravertida.es incluso se permite burlas con lectores que querrían el libro en digital (y, presuntamente, gratis), no se lo pierdan:

Extravertida Editorial

Si a esto unen el lloriqueo del sector pequeñas librerías, de cierre inevitable como han cerrado salas de cine, el sector literatura retribuida está fatal. La Galaxia Gutenberg, antes de extinguirse, nos tocará las teclas y más. Hoy el libro de bolsillo es el móvil dispositivo o celular que llevamos en bolsos y bolsillos, que no podrán negar.

Gutenberes, déjenlo ya.

Y conste que a Hipólito lo sigo, lo compro, lo quiero y hasta lo imito, como él bien sabe.


La posdata la pone Hipólito G. Navarro, en respuesta a esta entrada al día siguiente:

«Esto es ‘ansí’, Daniel Lebrato. Si tienes la desgracia/suerte de escribir en julio de 1981 un cuento que desarrolla su peripecia en una bañera, Sucedáneo: pez volador, y cuarenta años después no se te ha ocurrido otro de ese cariz, habrá que seguir alimentando al pescaíto de la mejor manera que se pueda. Si de camino con todo eso damos cancha por igual a los amigos y a los desalmados a expresar sus cuitas, tanto mejor.«

Y termina con esta auto promoción:

»En cuestión de pequeñas editoriales, una que me gusta y me da alegría por el homenaje que en sus cubiertas hace de mi cuentecillo es esta: Pez Volador Colección. Buen día, muchacho.»

Buen día, Hipólito.


CONTINÚA en [eLSoBReHiLado]

al rescate del andaluz hablado.

bandera andalucía

España, 1976. El primero de todos que fabló a lo normal fue el ministro Clavero, de derechas y tal. Manuel Clavero, ilustre político ucedeo que dio clase a Felipe González de Derecho, fue el primero a su modo que llevó el andaluz al gobierno de Adolfo Suárez, ríete tú, primero de Regiones y luego de Cultura, el andaluz lo expone tal cual y con soltura. Él habló en cualquier sede o palacio real comiéndose las eses diciendo majestá. Con su lengua en seseo ni fue el hazmerreír ni fue menos por eso que gente de Madrid. Clavero lo dejaba, venía Becerril, y con Felipe y Guerra ya están todos allí.

Desde 1976, y cerca de cumplirse los 40 años desde el primer gobierno Psoe, tan marcado por sevillanos parlantes, da la impresión de una Andalucía a la que le va la herida del andaluz y que es el propio andaluz, con sus anclajes en Universidad, periodismo y política, o incluso como atractivo turístico, quien remueve un victimismo que, facheríos residuales aparte, no responde a la realidad.

Sostiene Jesús Jurado, politólogo, que la andalufobia apunta alto para golpear abajo. Puede ser. Pero el enemigo está en casa. Avivar la polémica cuando ya están desactivadas la mala conciencia hablante andaluza y la insolencia del castellano ‘fino’ y modélico de Valladolid, es también un dar por saco a autonomías que sí tienen cuestión lingüística abierta. A falta de andalucismo que merezca la pena: Andalucía, otra vez, al rescate de la España “donde cabemos todos”, también quienes el castellano lo “hablamos mal”.

Miren cómo con la modalidad del catalán que hablan don Cata o doña Luña, no hay Pérez-Reverte que introduzca la pata. Allí, con la lengua, se juega en serio; aquí, de papafrita.

–enlace a ElSaltoDiario, 23 de abril

/ a Zafarrancho Vilima, su Profesor Lebrato /

Carta a un demócrata creyente en el Estado del Bienestar.

Serví y sirvo al Estado como funcionario docente, pero el Bienestar no me lo creo: el sistema educativo, junto al sistema sanitario, preexiste al Bienestar: la educación fue parte necesaria para la formación y reposición de la mano de obra que el capitalismo necesitaba.

El Bienestar como concepto y como invención y reclamo nació de un contrato social tras la Crisis del 29 en Estados Unidos (contrato después desbaratado por vuelta al liberalismo salvaje, y ahí está Donald Trump) y, en Europa, de patronal y sindicatos anticomunistas (democratacristianos y socialdemócratas, contra la Unión Soviética) al final de la 2ª Guerra Mundial a costa de las que fueron colonias de la vieja Europa, truco del almendruco del llamado milagro nórdico.

Hoy, algo espabilado el tercer mundo y adormecida la clase obrera como motor y máquina, bajo las presiones del thatcherismo (ver la película Billy Elliot), el Bienestar queda en ideal electoral de quien pretende que dineros públicos (o sea, usted y yo a través de impuestos) cubran sus vidas privadas (familia, vivienda, educación, el largo etcétera que les prometió el EdB). Las luchas obreras criaron el bienestar y el bienestar ha criado manos unidas que piden y piden y, por pedir, que no quede. De hecho, la izquierda siglo 20 luchaba contra el Estado (o, al menos, contra el estado de cosas); la izquierda siglo 21 mide sus fuerzas por prometer y, en promesas, quién da más.

Mi coherencia es decir: no, padre, no, madre: “la vida que tengas págatela” y, si no, no la tengas o hazte como yo anticapitalista, marxista, de la lucha de clases, antisistema, no demócrata, pues todas esas cosas, si yo lo soy, puedes ser tú. Yo hace tiempo no voto y hace mucho descreí de IU Podemos; de otra izquierda, ni te cuento. El Bienestar no es mi opio del pueblo o, en todo caso, no es mi pueblo ese pueblo.

Si esto es el hombre.

La Luna de Méliès

El año 19 vino muy bien a la España borbónica, pelota como ella sola, la celebración de la llamada Llegada del hombre a la Luna como si hubiera sido perla de la Corona de Castilla, gesta de Colón o Sebastián Elcano.

Hay que recordar que el Gobierno llevaba meses en funciones. Por miedo a remover monarquía o república y por miedo a la cuestión federal, no se habían atrevido a lo más fácil: reformar Constitución con ley electoral. Y la nota que daba la clase política era particularmente baja, casi la misma que daban sus votantes.

–A los 50 años del viaje a la Luna, pues -se frotaron las manos en el Consejo de Rtve-, cumpleaños feliz que ameniza el verano y distrae de otras efemérides. (Entre todas, los cincuenta años del Proceso de Burgos, reactivo de luchas obreras y estudiantiles que dieron a España su particular Mayo francés.)

–¡A los 50 del Apolo! y ¡a toda tele!

La llegada del hombre a la Luna (1969) fue una película de La Nasa, con Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins. La película cuenta cómo estos tres, en los papeles de astronauta, salieron de Cabo Cañaveral, Florida, Tierra, el 16 de julio de 1969 (el 16 quizá por ser el día de la Virgen del Carmen) para llegar a la Luna el 20, y el 21 darse un ingrávido garbeo transmitido en directo por todas las cadenas del Imperio. Armstrong y su previsible frase; Armstrong y Aldrin como parejas míticas del cine; Armstrong, Aldrin y Collins como los Tres Mosqueteros del espacio, todo, todo, contribuyó a un éxito (sobra decir:) sin precedentes.

Cincuenta años después, la revista eLTeNDeDeRo demostró científicamente algo con lo que se había estado especulando en círculos de actividades anti americanas: la película no fue un documental basado en hechos reales, sino montaje o ciencia ficción dentro de los clásicos del género fantástico.

–Llegar, llegaron, claro que sí. Lo que se discute es que los tres del Apolo 11 fueran humanos. Militares, sí. Espías, sí. Al servicio de una única bandera, sí, y no de la Onu. Y en alta misión secreta y de guerra de bloques.

Si, a la salida de un campo de exterminio nazi, Primo Levi se preguntaba si esto es un hombre (Se questo è un uomo), mismo derecho tenemos los supervivientes del exterminio Usa (desde Hiroshima y Nagasaki: Corea, Vietnam, de Israel y tanta Guerra del Golfo) a no mezclar nuestra humanidad con la suya, nuestra paz con su guerra, nuestra carrera por la vida con su carrera de armamentos, por no hablar de sus guerras comerciales. Donde Estados Unidos pisa –supongamos la Luna– no vuelve a crecer el hombre.

–¿Armstrong, el Hombre?, ¿Armstrong, la Humanidad?

–¡Venga ya!

[ Manuscrito hallado en La corte del Rey Bobo ]

Foto portada: La Luna, de Méliès, fotograma cartel de la película (1902)

el día que dejé la política.

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Nunca me ha interesado la política de nombres propios, protagonistas que acaparan la cosa pública. Solo los movimientos de masas. Ideas sin masas y masas sin ideas no van a ningún sitio. EL TeNDeDeRo cierra hoy su reflexión política. En esta estupidez que se llama España en funciones no me busquen con pretextos o causas dictadas por el Estado del Bienestar, como igualdad, feminismo, animalismo, oenegés para salvar el medio ambiente, la infancia o el planeta. No, padre. ¿Enmiendas parciales al sistema? A la totalidad, siempre.

A 230 años del libertad, igualdad y fraternidad y a 102 del proletarios, uníos, y de todo el poder a los soviets, aquellas divinas palabras en que un día creyó la humanidad bien pensante vienen a dar a Trump, Macron, May, Merkel, Salvini, Macri o Bolsonaro; a Putin; al último emperador, todavía; a Estados islámicos que tapan a las mujeres, y a ellas les gusta. Una llama de la Generación Podemos ardía en Grecia, ya se ha extinguido. Aquí en España –salvo que alguien me diga qué sigla me he perdido, qué partido o movimiento, que no me he enterado– quienes estuvimos en el albor de un nuevo porvenir ya sin Franco hemos venido a dar a tres ríos que van a dar en la mar, que es el morir: Alberto Garzón, que recoge las aguas de lo que llovió el Pce en 1977; Pedro Sánchez, por lo que fueron las ansias de cambio con el primer Psoe, 1982; y Pablo Iglesias, ¡con lo que fue el tsunami de Indignaos!, de Democracia Real Ya! y del 15-M! Veinte años después, no son, no somos nada.

La Revolución francesa pudo acabar con el Viejo Régimen: no quiso. Las revoluciones soviéticas quisieron acabar con el Nuevo burgués capitalista: no pudieron, no supieron o no las dejaron. Hoy buscamos en Google anticomunismo y comunismo (sistema que el mundo no conoció) y obtenemos más resultados que el capitalismo que nos envuelve y que, curiosamente, nadie quiere nombrar. Y aún dirán, si les preguntan, que lo importante es ser positivo, hacer cada uno lo que pueda.

Queden ustedes con la parte más jovial y positiva de Zafarrancho Vilima recomendada por este que es el serio de la película. Y adiós.


Foto portada: © LeMonge (2019)

palabras polizón y tonterías, las precisas.

Cuando se impone el cálculo de palabras (y ahí está Túiter) por economía respecto al inglés, dos fenómenos, de adición o resta, luchan en español: palabras polizón, dequeísmo y polisíndeton.

A/
La expresión “tonterías, las precisas” es de esos giros (oración, frase o sintagma) sin ánimo didáctico ni categoría de refrán que triunfan sin que se sepa su procedencia. A Chiquito de la Calzada, lo vimos creando su ¡Hasta luego, Lucas!, pero ignoramos quién fue Rita la Cantaora o la Calentera, o Pero (o Pedro) Grullo, el simplón de las perogrulladas; o Bigote, el de llueve más que el día que enterraron a Bigote[1]. Estas palabras polizón, que viajan gratis y sin billete en la nave del idioma, se han colado (1) por ripio: guay paraguáy, remate de los tomates; valdrían también los dialoguillos con ‘premio’ como cinco, te la jinco. (2) por infantilismo: chachi piruli. (3) por eficacia expresiva: por un tubo. (4) por desambiguación: en andaluz sesececeante, casa y caza, igual a casa y cacería, y ma, donde confluyen más, mar y mal, dio origen a malamente y, de rebote, a buenamente. Alguna vez la ambigüedad permanece y el chiringuito Las Moreras, señalado por dos enormes árboles moreras, se quedó en La Morera para una clientela que no pronuncia las eses del plural. Otras veces el añadido de sonidos procede (5) por vía culta: caso de ómine, que hubo que alargar hasta hombre para que no acabara en om, on (<omne) confundiéndose con el numeral: uno oye, francés on écoute.

B/
Academia, Fundéu y profesorado de lengua (no sabemos si talleres de escritura) dan por buenos los galicismos antieconómicos del tipo fue entonces cuando (por cuando), es aquí donde (por aquí) o será de este modo (en lugar de así) y las dos negaciones, calco del pas, que recargan el español absurdamente. ¿Ha venido alguien? es más lógico, más breve y más fácil de responder que ¿No ha venido nadie? Pues nada, no hemos dicho nada. Otro día recordábamos que latinismos como grosso modo o motu proprio son así, sin preposición, no *a grosso modo ni *de motu proprio, errores tanto más graves cuanto nada impide en bruto, a bulto, redondeando o aproximadamente, por grosso modo, o por sí (mismo), por motu proprio. De hecho, el primer castellano (más próximo al latín de origen) usaba menos enlaces, conjunciones y preposiciones, que el español actual. Allá en su siglo, Góngora escribió “antes que lo que fue en tu edad dorada” y Antes que anochezca (1992) fue la autobiografía de Reinaldo Arenas (1943-90). Hoy antes de que gana al antes que por 10 a 1. Antes nadie pensaba de que, tenido por dequeísmo, y ahora todo el mundo piensa de que.

C/
Esta verborrea o palabrerío debe tener que ver con los medios, principalmente la tele, que nos ponen un micrófono por delante para los democráticos telediarios que se usan. La criatura que es nadie, y que se ve de pronto elevada a los plasmas de máxima audiencia y a lo que mande el mando a distancia, engola el gesto, se pone fina y piensa de que (por opino) de cara a (por cara a o frente a) y es como yo digo, cuando suelta, no una opinión, sino un refrán. Claro que también el medio que nos pregunta, pregunta: ¿cree usted que esto va a durar mucho en el tiempo?, como si algo pudiera durar fuera del tiempo, gente preparada que se apunta al primer barbarismo o anglicismo que nos llega: múbin, por acoso; íbuc, por libro; imail, por correo; tréndin tópic, por tendencia; influencer, por influyente; o comúniti mánayer, pamplinas que nos elevan por encima de la tribu, antes vulgo. Sean vulgares y pamplinas, las precisas.

[1] Ver artículo de José María Otero en Diario de Cádiz.


contra la Academia: ¡república!

Un buen amigo me obsequia con una canción que él titula su “treceava uva”; uva que añadir a las doce canónicas del reloj y a las doce de mi Predisposición de las uvas. Y yo pensé: treceava. Las criaturas no saben, no sabemos, si treceava es numeral partitivo, resultado de dividir, o si es numeral ordinal, de la serie 12, 13, 14 o 15.

Incongruencias así, dictadas por la Academia, hasta el hartazgo. El objetivo: dividir la sociedad en clases cultas y no tan cultas, con lo que gusta a la democracia otra clasidivisión que añadir a las que nos separan o nos aburren. La dichosa clerecía, alojada, después de Berceo, en Enseñanza, Universidad y Academia, sigue mandando en nosotros, que no sé qué esperamos a mandarla a tomar por libro y a rebelarnos contra semejante monarquía, más dolorosa en la Real Academia (real por cuanto condiciona).

En mi guía de estilo, desterraría las faltas de ortografía. No hay faltas de ortografía, sino escrituras recomendadas. Se acabó el vulgarismo escrito o quedar uno en ridículo por cómo maneja letras y tildes y puntuaciones. Desterraría los números romanos, que se basan en un cuentapalotes impropio solo porque lo romano le entra a la Academia por la teta del Vaticano. Y unificaría el partitivo -ava, fácil de confundir donde circula el ordinal octava. El mismo sufijo -ena, igual funciona para un conjunto (docena de huevos), que para una posición (llegó a la meta la novena) y -ésimo, de pésimo, igual significa lo peor de lo peor, que el enésimo número. Cuando tanto se lleva el conteo o recuento de palabras –y ahí está Túiter–, la economía de la lengua y la capacidad de síntesis del inglés sobre el español, otro día hablamos de cómo, en este país de los borbones, se dan por buenos los galicismos fue entonces cuando (por cuando), es aquí donde (por aquí) o será de este modo (en lugar de así) y las dos negaciones que afirman, traídas del pas francés, que en español son la leche. ¿No ha venido nadie? Prueben a responder o no, a ver qué se impone.

De momento, con que ustedes y mi amigo compartan que la uva trece o la uva número trece suenan mejor que la treceava uva, tenemos algo andado. Se hace lenguaje al hablar.

Desde Unamuno a García Márquez, desde Andrés Bello a Valle-Inclán, voces no faltan contra la autoridad de la Academia y la dictadura de la gramática. Anímense a proclamar aquí también la república. No vean lo que se van a alegrar el español de la e, la lengua de géneros o el español inclusivo.


reseña libro: la economía de la atención.

Portada-enemigo-conoce-sistema-Debate

El enemigo conoce el sistema, el sueño roto de una Internet libre: triple fraude de la inteligencia, del negocio editorial y del nuevo mundo que se merece el mundo.

1.
Entre George Orwell (1984) y Aldous Huxley (Un mundo feliz) nos quedamos con Carlos Marx.

2.
En cuanto al libro, por lo leído, primero va en el tópico de los peligros de la Red. Peligrosa o no, la red ha llegado para quedarse, quejarse de ella puede resultar didáctico pero derribarla es inútil: habrá que cambiarla, como diría Marx; tomarla (como se tomó en su día la Bastilla o el Palacio de Invierno) para la causa de Internet de las ideas, no de las chorradas.

3.
Y, entre el Estado y el individuo (pasando por la empresa), no la emprenda, Marta Periano, con el Estado y la visión igual de todos los totalitarismos, históricos o distópicos, otro tópico, que ya cansa. El Estado es la única superación del individuo que conocemos.

4.
Termina con la trama rusa contra Trump. Interesantillo pero déjà vu. Ya leído.

5.
Solamente lo de después de la economía de la atención (subtítulo del libro) ya debió servirnos como señal de peligro para no seguir leyendo. ¿Economía de la atención? ¡Lo que no inventen cátedras!

6.
Ya decía alguien que lo mejor de una reseña o crítica previa a un libro es que nos ahorra la tentación de comprarlo. Por algo desapareció la revista Mercurio.


 

la rabia y el perro.

Sabido es que, para la configuración del pensamiento positivo, más pesa el miedo a lo que se teme y se nos presenta como malo, que aquello que se postula como bueno. De ahí, las religiones. Puedo dudar si hay Dios. Lo que nadie duda, visto cómo está el mundo, es que el Diablo existe y ronda calles y personas. Ocurre igual con el anticomunismo, un valor tenido como bueno y que está durando mucho más que lo que duró la experiencia soviética. Muerto el perro, no se acabó la rabia. Lo mismo pasa con el antipopulismo: palabras conjuro que, junto al ¡que viene la ultraderecha! o a quienes quieren romper España o a quienes algo tuvieron que ver con Eta, configuran el pensamiento positivo del demócrata español, que por eso se definirá frente a EH Bildu, frente al referundismo en Cataluña o frente a Vox, demonios familiares que hacen buena o muy buena la Constitución, la monarquía, el juicio al Procés o el boicot a Vox; siglas, fuerzas o partidos que solo por haber sido votados merecerían otro trato por parte de “nosotros, los demócratas”.

Queden ustedes con el comentario de texto a un artículo certero y bien documentado de Francisco Núñez Roldán (antipopulista) contra Josep Borrell (anticomunista), quien ha calificado a la actual Rusia como “nuestro viejo enemigo Rusia”. O sea, como en tiempos de Franco.

Daniel Lebrato, a Núñez Roldán:

Dos pegas veo a tu artículo ¿Nuestro “viejo enemigo” Rusia? Una es nuestra o nuestro como plural de Estado (“Rusia había sido nuestro impensado y lejano aliado, nuestra Europa, nuestro compromiso con la Otan”). Sería preferible desligar a la ciudadanía del régimen que en cada época la ha estado ‘ciudadando’, como haces donde dices que el estalinismo fue “más letal si cabe para sus propios ciudadanos que para los ajenos”.

Preguntas.

¿No es el capitalismo letal para quien cree en el capitalismo y, sin embargo, no realiza, sino que le extraen, el capital y la plusvalía?

¿Europa es nuestra o es del Banco Central Europeo?

¿Tú y yo estamos comprometidos con la Otan?

¿No fue la falacia del Ejército Europeo (Felipe González, 1986) lo que llevó al electorado a votar sí a la Otan cuando UE y Otan se vendían dos en uno?

¿Son nuestras las bases de Morón y Rota? ¿Hemos firmado yo y tú el Tratado de amistad con Estados Unidos?

Y durante las guerras napoleónicas Rusia no fue “nuestro impensado y lejano aliado”, sino estrategia de zares y borbones, casas reales cada una a lo suyo.

Desliz, supongo, es llamar frentepopulista al Frente Popular (España, 1936) si en Europa el populismo (término de por sí discutible) surge en los 90 cuando socialdemócratas y democristianos vieron surgir nuevos partidos como el del Progreso de Noruega, el Vlaams Belang de Flandes o la Liga Norte italiana sobre el modelo del Frente Nacional de Jean Marie Le Pen (1972).

□ enlace a Francisco Núñez Roldán, ¿Nuestro “viejo enemigo” Rusia?


carta a un votante de Unidas Podemos,

a propósito de las Coplas por la muerte de la democracia.

Constitución, monarquía, unidad de España, fiscalía, etc. Estamos presos y a IU Podemos (no a sus votantes) no le importa haber hecho un poco (no mucho) de carcelero.

El socialismo que yo pienso no es el psoecialismo ni nada que tenga que ver con el Estado del Bienestar de IU Podemos. Me refiero al socialismo marxista siglo 20, fase previa hacia una igualdad de clases que Estados Unidos y aliados de la Otan, como España, en nombre de la democracia, no han dejado ser.

Como Unidas Podemos no ha presentado un programa anti imperialista (Kichi gana en Cádiz con los votos de Navantia, fábrica de guerra, complacencia igual a la de IU Podemos con la base de Rota), no he tenido a quien votar. No ha sido fácil para mí, militante de toda la vida. ¡Qué más hubiera querido yo que mi boicot a las elecciones hubiera sido viral en redes, como ahora se dice!

No soy demócrata, señor, y me parece ingenuidad que alguien lo sea. También me parece ingenua la intromisión de lo personal en lo público, como cuando se dice que hay que cambiarse a uno mismo internamente. No salía a votación ningún “uno mismo” (ni el mío), sino urnas y escaños, algo público que hubiera ido mucho mejor, ahora lo sé, expresando el boicot crítico o la campaña de abstención en toda España (salvo Cataluña) que el ridículo que sigue haciendo IU Podemos y todo lo que representa: Constitución, monarquía, unidad de España, Fuerzas Armadas y Fiscalía.

Estamos presos, señor, y a IU Podemos institucional (no a sus votantes) no le importa hacer un poco (no mucho) de carcelero.

Gracias por su atención y su delicadeza.


militares, vergüenza propia.

Aunque nos hablen de guerras justas, de misiones de paz o de causas humanitarias, el militar es ese oficio cuya justificación es la obediencia y cuyo instrumento son las armas, armas que matan (y a civiles y a mujeres y niños, dicho en su lenguaje rancio). El grado de cobardía del militar va en proporción inversa a su clase social (alta en militares de academia) y en proporción directa a la distancia de su objetivo (víctima también llamada el enemigo), es decir: cobardía máxima la del piloto del caza que bombardea una ciudad y así hasta el soldado de infantería que se la juega en el cuerpo a cuerpo. Luego están las cobardías del especialista que maneja un dron, el zapador que coloca minas antipersona o el teniente de navío que desde su submarino lanza un misil contra un mercante o un barco de pasajeros. Pero no juzguemos a la persona, hombre o mujer, que se busca la vida de uniforme. Es el Estado y somos nosotros responsables de una salida profesional, a la que se anima desde el cole y que se promociona con letras grandes de Estado, que consiste en una de dos: cuando hay guerra, trabajo, y mi trabajo es matar y, como nadie quiere la guerra, el resto de los días cobro por no hacer nada. Bueno, sí, las dichas causas humanitarias (hasta a apagar un incendio acudo o hasta al rescate de una patera) más la dichosa, la célebre, la absurda instrucción que se imparte en los cuarteles para no perder el paso el Día de la Patria o tal día como hoy, el de las Fuerzas Armadas. Como hay vergüenza ajena, hay vergüenza propia. España, qué vergüenza. Buena la hizo Cervantes en su discurso de las armas y las letras.