
No sabemos si este es el último baile.
Sí sabemos quién dirige la orquesta.
Sí sabemos cuándo empezó.
La gente de mi edad y mentalidad (hombres y mujeres de 60 años arriba; de formación realista, poco dada al género de ciencia ficción, y ajena a vídeo juegos de exterminio) estamos viviendo Vicod 19 (esa que llaman crisis, ¡qué bien les viene la palabra crisis!) con ojos suspicaces.
El mileurismo era para nosotros la profecía apocalíptica del fin del mundo por cambio de siglo o de milenio. El arte figurativo nos tenía acostumbrados a la muerte a mogollón, nada más verla en iglesias y en Semana Santa, en el Dante o en el Bosco.
Nuestra cínica juventud se aplicaba al ¡Cuán largo me lo fiáis!, de Don Juan Tenorio, o al Marqués de Bradomín de pecar y pecar hasta el perdón que nos permitiera el doble disfrute de esta vida y de la otra. Y el tiempo se llevaría a papas y a emperadores.
La muerte nos sentaba bien si no fuera por la leyenda cierta que nos llegaba de cuarteles y comisarías de la dictadura y de otras dictaduras (Salazar, Pinochet, Videla) donde la vida, literalmente, no valía nada.
Ahora, y con esa experiencia, nos quedan muchos reflejos.
1) Todas las voces contra el Poder siguen siendo nuestras, desde Marx, hasta Chomsky.
2) Detrás de todo esto podría estar (la duda ofende) una demencia mundial que está jugando con lo que no se debe jugar.
3) Sería muy grave que España (sus votantes, sus Gobiernos) estuviera, de una forma u otra, cerca de ese juego como daño colateral por fuego amigo.
4) El estado de alarma nos recuerda otros estados de excepción.
5) El llanto por la muerte del Estado del Bienestar, que traerá consigo Vicod 19, nos enfrenta con el mileurismo dominante de la Generación Podemos; generación que creyó en el Estado del Bienestar sin preguntar quién paga derechos y libertades que les habían puesto en la cabeza. Con tanto Sí se puede, la generación de nuestros hijos, hoy en el Gobierno, no ha podido nada.
6) La teorización del capitalismo (a título de humano, flexible, afectivo o inteligente) nos da náusea o risa tonta. Riamos pues.
7) Esperemos que, además de reacciones sentimentales como solidaridad o bien común (esos aplausos al atardecer), de ésta salga una sociedad más dispuesta a pensar con ojos de otra España, de otra Europa y de otro mundo.
Mientras, el Decamerón, de Boccaccio, La Peste, de Camus, o la Numancia, de Cervantes: literatura de asedio ya que no podemos esperar que de ésta salga nada que valga la pena.
BREVE HISTORIA DE ESPAÑA
No sabemos si este es el último baile.
Sí sabemos quién dirige la orquesta.
Sí sabemos cuándo empezó.
El día que tu país y el mío firmó convenios,
tratados de amistad, alianzas, concordatos,
y mandó cónsules y abrió embajadas
para estar dónde: ¡democracia y libertad!
(se descojona el coro)
Y el día de la bomba todos fuimos
Charlie Hebdo, como antes Once Ese.
Y, antes, España, Roma, y, español,
el último emperador.
Aplausos para el atardecer es un título de Juan Andivia Gómez (Alhulia, 2018).
/ a Juan Andivia y a Paca Jiménez Huelva /
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