La palabra izquierda, del vasco ezkerra (castellano esquerdo, desde 1117), ocupó la vacante que dejó el latinismo siniestro (1140), dedicado a lo funesto, nefasto o de mal agüero. En política, la izquierda, de izquierdas o ser de izquierdas (singular o plural) se usa desde la Asamblea Constituyente de la Revolución Francesa (1789) y fue por el sitio que ocuparon progresistas o liberales frente a conservadores o reaccionarios (buen artículo en la Wikipedia). No nos consta cuándo y quién utilizó por primera vez la palabra izquierda en política española, aunque es de suponer que España fuera en esto a la par de la política europea, es decir: antes y después de la Internacional (1789-1864) y antes y después de la Urss (1864-1917-1989- …), por escisión en el seno de la Segunda Internacional que traería la Tercera (PCE, 1921). Los nuevos partidos comunistas anticapitalistas acusaron a los viejos partidos socialistas (Psoe, desde 1879) de ser meros revisionistas o reformistas por no aceptar la Revolución Rusa (1917) y aceptar, en cambio, el capitalismo que al final de la Segunda Guerra Mundial se repartió parlamentos y gobiernos en lo que fue el invento del bipartidismo: socialdemócratas, la izquierda; la democracia cristiana, la derecha (los liberales, al centro).
La primera causa del fin de la izquierda fue abrazar los partidos comunistas los postulados de la socialdemocracia que criticaban, abrazo que se plasmó en las bodas del comunismo con el Estado del Bienestar, donde hoy estamos. El Estado, cuya abolición fue el sueño de anarquistas y socialistas (de la Primera y Segunda Internacional) pasaba a ser, con la etiqueta del bienestar, un bien codiciado indisolublemente unido a democracia, libertad, etcéteras así. La batalla estaba perdida. Hitos de la derrota fueron saludar la izquierda la caída del Muro de Berlín (1989) y la campaña ¡Indignaos! (Indignez-vous!) que promovió Stéphane Hessel en 2010 y que dio vida a la generación Podemos. La izquierda ya no criticaba, para superarlo, el Estado, sino que se aferraba a él. Por algo Pablo Iglesias prefirió no definirse como de izquierdas, primera vez que algo así pasaba en un movimiento, después partido, que pretendía, ni más ni menos, echar abajo la Constitución, la monarquía y todo lo que supuso la Transición. Visto donde están hoy Podemos o Izquierda Unida (del Psoe, ni hablamos), demasiado ruido para tan pocas nueces. Yo, que dejé el PCE en 1979, cuando los Pactos de la Moncloa, dejo ahora, cuarenta años más tarde, toda relación con la democracia y con la clase política en su conjunto. Del bienestar, me quedo con aquello que me interesa, mi paguita funcionaria y los servicios a los que pueda acogerme, tonto no soy, pero no iré a votar, algo que recomiendo a quien conmigo va, dejar en ridículo el lenguaje de las urnas mediante una campaña de boicot activo y crítico contra tanta sinvergonzonería, boicot que incluye defender el derecho a decidir sea cual sea la comunidad que quiera emanciparse de ese horror llamado España.