El pueblo en fiestas y costumbres populares.

Se lo decimos a usted,
no lo decimos a mal:
¿hay algo que se asemeje
a la Fiesta Nacional?

(Francisco Nieva)

Vista la levantada alrededor de la virgen del rocío en TV3, ampliando a otras voces (Nieves Concostrina) o géneros: Con flores a María (Alfonso Grosso, 1981), Rocío (Fernando Ruiz Vergara, 1980) o El caso Rocío (José Luis Tirado, 2013), lo que más han usado a favor y en contra, defensores y acusados, ha sido el Rocío como fiesta o cultura popular andaluza. Dejando lo andaluz para el final, el concepto o constructo pueblo, tal como ahora se usa, es un producto del siglo de los nacionalismos, 1870-71: Guerra Franco Prusiana, imperio alemán, unificación de Italia, la Comuna de París. Eran entonces las ideas románticas que alimentaron patrias o naciones y ‑sobrescrito en pueblo‑ lo que había sido plebe o vulgo o estado llano (“nación es el pueblo que domina un Estado”), siendo las cámaras legislativas lo que al Estado la soberanía popular.

En pueblo anida una doble fecundación: el bando moderado o conservador, populista que depende del voto bajo (partidos populares) y el bando progresista de todo por el pueblo con o sin el pueblo (repúblicas populares, primer Podemos, de gente frente a casta). Y de todo se nutre la santa cofradía del folclore y de la antropología para sus facultades, cátedras, libros, púlpitos o excursiones por el novamás de lo cultísimo, que es rendir culto a la cultura popular. Que el pueblo haya sido el motor que ha movido las aspas de fiestas laicas o seglares, civiles o religiosas, andaluzas o castellanas (fiestas de iglesias, de cuarteles, de dueños del cortijo) sería ignorar la lógica de las cosas y las vueltas que NO da la vida: un pueblo que hasta el marxismo (1848) no ha tenido voz ni portavoz.

Para empezar, porque toda fiesta supone una idea de feria y fiesta y esa fiesta es patrimonio de clase triunfante en ocio y rica en renta. Y no confundir ocio con tiempo libre para la reparación de la fuerza de trabajo, aunque el trabajador, en domingo o de vacaciones, llegue a pensar su paraíso. Las creaciones de trabajo (folclores o canciones) rara vez dan el salto a creaciones de fiesta y, en tal caso, cambiarían de hegemonía. Una vez ingrese el cura o el sargento, la fiesta popular dejará de ser fiesta popular.

La Virgen del Rocío o el Apóstol de Santiago son criaturas subrogadas de clase alta, no baja ni clase media. Y, desde abajo, tenemos derecho a hacernos pasar por pueblo para arrancarnos por las antiguas cantigas de escarnio y de maldecir. El humor o la liturgia, mayúsculas o minúsculas, son tristezas iguales. Al final, se trata de construir lo sagrado como fetiche y tótem de dominación, que es lo que ven nuestros ojos hoy en día: un salto la reja de almonteños semejantes a feministas que, sin entrar en lo mujer, quieren decirnos lo que han sido y son las mujeres.

Para la ubicación de pueblo en el baúl de los conceptos, imprescindible Shlomo Sand en La invención del Estado de Israel (2009):

Una nación es un grupo de personas unidas por un error compartido sobre su ascendencia y un desagrado compartido hacia sus vecinos. (Karl Deutsch, Nationality and Its Alternatives, 1969) No creo que hubiera podido escribir el libro sobre nacionalismo que he escrito si no hubiera sido capaz de llorar, con ayuda de un poco de alcohol, con canciones populares. (Ernest Gellner, Reply to Critics, 1996) Ninguna nación posee una base étnica por naturaleza, sino que, a medida que se nacionalizan las formaciones sociales, las poblaciones incluidas en ellas, que están repartidas entre ellas o dominadas por ellas, son etnicizadas. Es decir, quedan representadas en el pasado o en el futuro como si formaran una comunidad natural. (Étienne Balibar, The Nation Form: History and Ideology, 1990) El nacionalismo fue la forma en la que la democracia apareció en el mundo, contenida en la idea de la nación como una mariposa en un capullo. (Liah Greenfeld, Nationalism: Five Roads to Modernity, 1992)

Antes de la aparición de la modernidad, no había ninguna clase de individuos cuya tarea fuera expresar o representar la opinión del pueblo. Con la excepción de los cronistas o los historiadores de la monarquía, los únicos intelectuales preocupados por difundir y desarrollar una identidad entre el amplio estrato de la población fueron los miembros del clero. El grado de relativa autonomía que pudieron obtener en relación con los gobiernos dependía de la fortaleza de la fe religiosa y sus fundamentos. El poder de los agentes de la religión dependía tanto del nivel de solidaridad ideológica como de la intensidad de la comunicación que existía entre ellos. (Shlomo Sand, La invención del Estado de Israel)

Sirva de cierre aquel Francisco Nieva del teatro furioso al que pertenece Coronada y el toro (1974 1982 2022): Tenía el don de mirar España desde dentro y desde fuera, aceptando y rechazando, con esa lucha que consiste en una especie de amor y desamor porque los pueblos con un mínimo de seguridad en su identidad y en sus propósitos ironizan sobre sí mismos, superan sus propios ridículos.

Para medir lo popular que hay en una fiesta popular, basta fijarse en el máximo de esa fiesta y pensar quién responde o en qué grado lo alcanza: curioso, aficionado, seguidor o adicto empedernido. Lo popular es también lo famoso o multitudinario, pero siempre podemos distinguir. Para la Feria, gente cualquiera no tiene ni tuvo caseta propia, caballo ni enganche, ni asiento en los toros. Para el Rocío, caballo o carreta, semana camino de ida y vuelta, ni casa en la aldea, ni gambas y jamón con cervecita y vino. Una cosa es el Camino, y otra, diferente, los modos en que se anda. Una cosa es el Cachorro y otra, muy distinta, quienes lo llevan cargando el paso. La gente pobre vota por la fiesta de los ricos porque en la fiesta trabaja y prospera en lo suyo y la pobreza parece menos pobre. Nada como el señorito andaluz para llevarnos de fiestas populares.

/ a Paloma Cantero /

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