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¿Nacionalismo andaluz? ¡No ni ná!

bandera andalucía
(a los 40 años del 28F)

He leído un muy recomendable artículo de mi viejo amigo Pepe Fernández: Así viví el 28F de 1980. Quien fue Jefe de los Informativos de la SER en Andalucía cuenta en primera persona cómo vivió aquel proceso. Esta lectura me ha llevado a dos reflexiones: una, sobre el concepto mismo de nacionalismo y, otra, sobre el papel de la historia, penúltima etapa de la prensa.

Sobre el nacionalismo.

La nación (de nacer) es una costumbre que se tiene aunque no se crea uno que la tiene. Da igual un paisaje, un equipo de fútbol, una santa cofradía, unas fechas o unas fiestas. Casi no existe el apátrida perfecto, el nacionalismo cero cero. El nacionalismo es un depósito del que la criatura puede no ser consciente, pero en algún sitio está y desde ese sitio nos guiña o hace señas.

Sobre la historia.

Recordar lo que fuimos para entender lo que somos (lema de La historia de cada día, programa de Radio Nacional que dirige y presenta Carlos Guerrero Martínez) era también mi lema por los años 1969·75 (finales del franquismo) y 1975·82 (franquismo constitucional y primer Psoe). Hoy pienso lo contrario: la historia es un género literario que escriben los vencedores (frase de Orwell, el de 1984) pero no solo eso: a la manera y gusto de los vencidos.

Pasado y presente del nacionalismo andaluz, nada ilumina la actualidad como el horror del andalucismo contra el referundismo en Cataluña, proceso que ha puesto siempre por delante “lo que fuimos” (España) para no dejar de ser “lo que somos” (¡España! ¡España! ¡España!) y, de paso, que Cataluña no sea lo que quiera ser. Y por mucho que al presente se quieran reverdecer viejos tiempos, el nacionalismo andaluz se identifica con el nacionalismo más españolista, sin duda porque la marca España incluye mucho de la marca Andalucía. Andalucía hacia España ejerce un nacionalismo de adhesión semejante al de Puerto Rico que anda pidiendo la estrella 51 de la Unión en los Estados Unidos.

¿Nacionalismo andaluz? ¡No ni ná!

¡Vaciad España!

Blancanieves (2012), de Pablo Berger
Foto: película Blancanieves (2012), de Pablo Berger

GENTES DE ESPAÑA,
desde Melilla a Finisterre,
desde Ayamonte al Bidasoa,
no quede nadie en cuyo nombre digan
lo que es España, la patria o sea,
lo diga el rey, el presidente, el juez,
el policía o el intelectual
de izquierdas, por supuesto
(por su puesto, no el tuyo).
Gentes de España: vaciad España
y que España surja, como el amor, con amor,
por su gusto, de una en una
o de dos en dos.

*

la izquierda imaginaria.

somos la izquerda


La izquierda imaginaria, que sacaba
banderas a sus balcones y que al rey
y a la razón de estado obedecía,
y mandaba figurines al día del desfile
o incluso discutía sobre si al himno
había que ponerle letra y cantarla en todos
los estadios de la selección nacional,
seguía convencida de que ser de izquierdas
era incompatible con ser nacionalista.


[LA CORTE DEL REY BOBO]


nacionalismos.

bandera andalucía

Otros pueblos ‑quizás envidiosillos
del ser universal de aquella gente‑
tenían una lengua común en las escuelas
y una moneda internacional para cerrar los tratos.
Cancillerías de todo el mundo darían el pláceme
al himno, a la bandera. Pues no se conoce
en los anales un rey sin súbditos
ni súbditos sin patria.


[LA CORTE DEL REY BOBO]


 

Tema de Caín y Abel.

nacionalismos y nacionalidades

Una de las fábulas bíblicas que no he entendido nunca es la de Caín y Abel. Acostumbrado en el colegio a que la agricultura es un grado superior a la ganadería (por cuanto la vida se hace sedentaria y deja de ser trashumante), no comprendía que Dios ‑en su egoísmo‑ prefiriera al ganadero Abel frente al agricultor Caín, quien tenía que ser por fuerza más civilizado que su hermano. Después, la fábula la interpreto así: Dios nos avisaba de que el cultivo de la tierra traería a la larga la propiedad privada del suelo y ‑con la propiedad‑ las civilizaciones constituidas que, a base de lindes, trajeron los estados y fronteras, con sus banderas, que desgraciarían esa aldea global y común llamada Paraíso.

Quizá por eso, al presente, igual miedo me da quien plantea acoger abierta e incondicionalmente a quien venga de fuera (política de acogida o de refugiados) como quien plantea no acoger o poner condiciones para la acogida. Una y otra postura juegan a Caínes y Abeles, pátridas y apátridas: quienes poseen la tierra y quienes no, y la buscan. Y tan peligroso me parece el xenófobo ¡No vengas! como el recepcionista ¡Ven con lo tuyo! cuando lo tuyo es opuesto a lo que teníamos en casa, caso del velo islámico en sociedades que avanzaban hacia el laicismo y la igualdad total de la mujer, también en hábitos e indumentarias.

Ya de mayor, y educado en la escuela marxista de sin teoría (revolucionaria) no hay acción (revolucionaria que valga), me he propuesto teorizar, si quiera, sobre sociedades de religión cero‑cero y nacionalidad cero‑cero, tanto a propios como a extraños, con un ejemplo elemental: para que no haya burkas tampoco tiene que haber nazarenos.

Hacia la nacionalidad única y universal dentro de unas auténticas ‑y no condicionadas‑ Naciones Unidas, sacaría a España de todos los organismos de enfrentamiento o de bloque: UE, Otan, bases de Morón y Rota, y, como país neutral y no alineado, prescindiría del ejército (gastos militares para inversiones sociales) y daría un plazo de una o dos generaciones para la nacionalización total del suelo, que pasaría al Estado; y a los particulares darlo en usufructo, que ya es bastante. ¿Lo hablamos? Si no lo hablamos, no lo haremos nunca.

Para otra versión más pedagógica y sujeta al hilo de la historia, vayan a Antonio Delgado Cabeza, The nationalism (1).

todavía el 98.

No gustó el brexit al resto de la Unión Europea. No gustó al pueblo inglés la independencia de Estados Unidos. No gustó a Napoleón la Guerra de Independencia española. Quienes se manifiestan contra lo que está pasando en Cataluña, olvidan que, como demócratas que creen en la opinión pública como expresión de pueblos o naciones (yo no creo en nada de eso: si fui demócrata, ya no lo soy), no querrán que el asunto se libre a cañonazos. Con lógica democrática, lo de Cataluña empieza por sacarlo a votación, a referéndum. El engaño está en decir que la cuestión catalana es cuestión de toda España. Eso que se lo digan a Cuba o Filipinas, que también fueron plazas españolas. Todavía el 98 es título de Manuel Azaña (1880‑1940).


¿referéndum o guerra de independencia?

sé_parte_sé_demócrata
Ilustración de Rafa Iglesias. La respuesta de eLTeNDeDeRo es: SE PARTE (de partir el voto o negarse a votar quienes no figuran en el censo electoral de Cataluña).

 Todo está preparado para que la opinión pública andaluza o española mire con buenos ojos una intervención de fuerza (armada, incluso) contra la díscola Catalunya.


1º     El sentimiento nacionalista (cualquiera que se da y se ha dado a lo largo de la historia) pone en relieve una marca distintiva, la patria (el lugar de nacimiento o de adopción) que siempre fue ‑con la religión‑ causa de guerras y conflictos.


2º     Nuestras marcas personales, o señas de identidad, se dividen en dos: las naturales inevitables (físicas, exteriores) y las adquiridas. Son naturales sexo y raza. Patria, religión, clase social, sexualidad (no el sexo), son elegidas, aprendidas, heredadas o transmitidas: cultivadas; y está en nuestra mano hacerlas desaparecer de la vida pública por y para un mundo más justo e igualitario. Vista así, toda cultura es, socialmente, retrógrada y, políticamente, reaccionaria pues aunque se predica la alianza de culturas y el multiculturalismo (o, su pariente, la multinacionalidad que se postula como tercera vía), mejor sería que no hubiera nada que aliar: señal de que nada nos había dividido antes.


3º     El nacionalismo colonial (ligado al esclavismo y al feudalismo) consistió en la máxima tenencia de la tierra. En respuesta: las guerras de independencia. El nacionalismo en tiempos del bitcoin pondrá el acento en balanza de pagos, mercado interior, exterior, patentes, rentabilidad financiera, acuerdos bilaterales y organismos de gestión. El nacionalismo de mi bandera frente a la tuya queda como un arcaísmo aburrido.


4º     La clave está en que, lógicamente (con lógica económica y de la pela es la pela), el nacionalismo de banderas esconde un nacionalismo financiero, de última generación, mediante el cual un grupo dominante se enfrenta o plantea sus relaciones de poder con otro grupo de poder. En este cuadro, las masas trabajadoras, de clase media para abajo, el afán nacionalista que tienen es igual al de un soldado raso francés contra un soldado raso alemán o el que un obrero alemán en paro pueda tener contra un inmigrante turco. Fobia inducida.


5º     Hasta aquí el pensamiento crítico. Bajemos al pensamiento democrático (donde aún brillan instituciones tan arcaicas como monarquía, religión, mis fiestas, mis costumbres, mi mi mí) y reconozcamos que la cuestión catalana es una cuestión cultural, de opinión pública, que incumbe, se quiera o no, al censo electoral de Cataluña. No es una cuestión de España, como tampoco Portugal o las colonias americanas consultaron a España su independencia de España y como Estados Unidos, tampoco, a Reino Unido. De otra forma: si un pueblo (esa construcción cultural) se empeña, ese pueblo se independiza, antes o después, y el referendo es lo más moderno y pacífico: no querrán que Cataluña se levante en armas como en armas se levantaron Cuba o Filipinas.


6º     La máxima estulticia la pone el andaluz gracioso en chistes contra catalanes. Soldadito o peón de ajedrez donde mandan los reyes del tablero, solo por no aguantarlo merece Cataluña verse libre de semejantes socios incapaces de rebelarse contra sus propias clases dominantes. A un andaluz andante, los partidos soberanistas que mueven la cuestión catalana no le han hecho absolutamente nada pero el andaluz enterado y graciosillo cree que sí. Todo está preparado para que la opinión pública andaluza o española mire con buenos ojos una intervención de fuerza (armada, incluso) contra la díscola Catalunya. Constitución del 78, Rajoy: no en nuestro nombre; no en el mío, por lo menos.



 

crítica del nacionalismo.

El nacionalismo ha sido y es uno de los grandes divisores de la humanidad, un factor añadido a los que ‑de manera casi natural‑ nos separan al nacer por raza, sexo y condición.[1]

Hay nacionalismos centrífugos y nacionalismos centrípetos, con dos factores, uno económico y otro patriótico. Por economía y patriotismo fue la independencia de los Estados Unidos (1776). Económica y no patriótica sería la adhesión de Puerto Rico, como Estado 51, a los EEUU. Anti económica y patriótica fue nuestra Guerra de Independencia (1808). Y ahí tenemos Gibraltar (provincia inglesa desde 1713), como tuvimos la anexión de Portugal por España (1580‑1640), por no hablar de la explosión de nacionalismos al final de la URSS.

Se induce a la población española a pensar que el catalanismo se basa en un sentimiento de superioridad (podría decirse: ¡como todos!) y que la cuestión catalana es cuestión de toda España, cuando la historia demuestra lo contrario: se independiza quien puede y sin consultar más que a su propia masa interesada (vale decir: todo es Brexit).

(1º) No está prohibido votar (pensar, refrendar) siguiendo intereses propios, de grupo o región. (2º) La solidaridad interterritorial ha de ser negociada, y no forzosa. (3º) A una región no dependiente ni subvencionada, el independentismo de otra le daría igual. (4º) En términos Cataluñexit, lo que importa es el día después: balanza interior, tratados de amistad y cooperación, etecé, etecé. (5º) Con Cataluña independiente, a Europa, España y Andalucía les podría ir incluso mejor.

El obstáculo legal radica en la inconstitucionalidad del Procés. Olvidan que la Constitución de 1978 cambió la de 1931, de la República, que contempló las nacionalidades sin romper, por ello, la unidad de España. Al Tribunal Constitucional, guardián de leyes, ahí querríamos verlo.

Por último, al patriotismo anti catalanista no se le oye cuando gritamos ¡Gibraltar, español! y ¡bases, fuera!,[2] que tan bien suenan en nuestros oídos, no menos patrióticos que los suyos.

[1] Por comparación con raza, sexo y clase social, son artificiales las diferencias por patria o religión, que deberían enmudecer pro ciudadanía de Naciones Unidas. La Constitución Española establece que no puede prevalecer discriminación alguna por razón de (1) nacimiento, (2) raza, (3) sexo, (4) religión, (5) opinión o (6) circunstancia. –1, 2, 3 vienen determinadas. –4 y 5 son adquiridas. –en 3 hay que distinguir sexo, que es sistema (masculino / femenino / no marcado), de sexualidad, que es acto y pide libertad.

[2] Hasta que España entró en la Otan, 1982. Memoria y desmemoria de la transición.


 

ante el 28‑F, Día de Andalucía.

Si la democracia divide en electores y elegidos lo que podría ser y estar en uno, el nacionalismo divide en gente de dentro y gente de fuera personas que debieran ser todas iguales. Entre republicanos de Donald Trump, demócratas de los Óscar y de Hillary Clinton, españolistas del PP, andalucistas del Psoe y catalanistas de Convergència, la misma sustancia hay: hacer creer que alguien es alguien por el sitio donde ha nacido o por el sitio de acogida. Hágase caso y vote por la ciudadanía universal. Patria cero cero y pasaporte único hacia la Aldea Global. Patria querida: Asturias y la condición humana.

*


Lección de la Eurocopa

eurocopa 2016

LECCIÓN DE LA EUROCOPA

Tomando País de Gales, Reino Unido, por Cataluña; España (eliminada), por Inglaterra (eliminada también); y Bélgica, por Europa,

la victoria de Gales sobre Bélgica viene a ser la victoria de Cataluña sobre la Unión Europea.

Lo cual se dice no por amor a nacionalismo ni a soberanismo alguno, sino por incordiar a los obtusos.


 

La estrategia del patriota

Gibraltar-y-los-monos por Vicente García Nebot
Gibraltar y los monos, por Vicente García Benot.

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LA ESTRATEGIA DEL PATRIOTA

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No habíamos caído. Lo patriota, según el españolismo, es que Reino Unido permanezca en la UE, lo cual es bueno para Gibraltar. ¿Gibraltar español o Gibraltar provincia de Ultramar y parte del mismísimo Reino Unido?

Diga lo que diga, NO al cierre de La Carbonería.

Recogida de firmas por La Carbonería.

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el nacionalismo invisible

EL NACIONALISMO INVISIBLE

Otro día hablábamos sobre la política y lo que puede significar la unidad de una izquierda a estas alturas. Una amiga desde Barcelona puntualiza que en Cataluña no hay nada que no sea derecha o nacionalismo radical.

Sin embargo, en Cataluña tendrá que haber izquierda aunque no se manifieste con las mismas maneras y bajo las mismas letras que la izquierda en el resto de España. El problema reside en qué es ser de izquierdas. Uno se niega a hablar de política con quien presente una de estas tres conformaciones mentales, que son otras tantas creencias: ser demócrata, ser occidentalista o ser bienestarista. Contra democracia: superación de la clase política. Contra Occidente: neutralidad y no alineación. Y contra el Bienestar: redefinición del trabajo y del beneficio para la autogestión de las clases sociales y de la vida privada.

Dicho lo cual, el nacionalismo ya es hora de ponerlo como factor común a un lado y otro de las fronteras y de las conversaciones, porque el factor nacional (bajo el europeísmo o como regionalismo) está presente en todas partes como excipiente invisible de la política que se despacha. El internacionalismo no existe ni se practica en la izquierda española. Andalucía es buen ejemplo de ese nacionalismo invisible que nos aleja, como a nuestra amiga, de la política más progresista. En esta bendita tierra los toros, las procesiones, las ferias, el Rocío son una forma de patriotismo que pesa más que una losa funeraria sobre el pensamiento crítico. Miren al municipio que miren, las concejalías de cultura o de fiestas mayores actúan como sostenedoras de un andalucismo católico y folclórico ambiental que ha hecho redundante la existencia de un Partido Andalucista, por algo disuelto en septiembre de 2015. Ser andaluz excluye Gibraltar con el mismo argumento que al catalanismo se le niega: el derecho (de Gibraltar) a decidir (ser provincia inglesa). El nacionalismo no solo pesa allí donde se hace bandera y reivindicación: es tal vez peor en focos, como Madrid o Sevilla, de la españolidad. Españolidad que ni Podemos ni Izquierda Unida han sabido cuestionar. De muestra, la tolerancia de las alcaldías de izquierda con su calendario de fiestas, con el estatus de las bases de Morón y Rota y con la industria armamentística como reflotadora de industrias y astilleros en crisis. No, amiga, no estamos libres de impertinencias donde se suma lo demócrata con lo occidentalista en nombre de que hay que darle al pueblo bienestar y atractivos, al turismo. Menos de revolución ‑que significa verdadero cambio‑, en Andalucía y en España se habla y se llama izquierda a cualquier cosa.

Distinto es que un movimiento de unidad electoral sea capaz de generar una ilusión y un resultado que desplace de las instituciones a lo más cutre, más indigno, más inmoral, más corrupto y más salvajuno de la política española, andaluza y catalana. Algo es algo y de eso hablábamos, del voto útil. Del voto inútil, eLTeNDeDeRo está hablando todos los días, es lo que mejor se nos da ni tontos ni marxistas, ni cultos ni demócratas, ni que vayamos a refugiar a un refugiado porque el telediario o Acnur o la alcaldesa de Barcelona lo digan, en el buen sentido, con todos sus muertos.


 

PATRIA Y FRASES HECHAS EN LA ALDEA GLOBAL

28-F según Rafa Iglesias
Andalucía vista por Rafa Iglesias

PATRIA Y FRASES HECHAS EN LA ALDEA GLOBAL

Se llama frase hecha la que el hablante no puede modificar. Ocurre con refranes, aforismos o citas literales y con giros o locuciones del tipo doblar esquinas o poner el grito en el cielo. Un inglés juega la música, mientras que un español la toca. A propósito del Día de Andalucía (28‑F), sostiene eLTeNDeDeRo que la patria está donde uno paga sus impuestos, enunciado que aspira (aunque no lo es) a frase hecha. Y un lector propone esta otra frase: uno es de donde vive. Dicho lo cual, primero, se nace o se pace y, luego, somos o estamos. Decir la patria está descarta que la patria sea y, a su manera, niega todo esencialismo a sentimientos patrióticos o nacionalistas. Uno es nada por haber nacido en una u otra geografía. Uno es todo por la clase social, el sexo, la raza y por el grupo privilegiado o perjudicado al que pertenezca. Determinismo puro. Nacer en un país en guerra o en reivindicación permanente (Siria, Palestina) se remedia si la familia tiene dinero y está socialmente aceptada o pertenece al grupo ganador, y es peor nacer pobre en un país rico. Sobre ese primer determinismo, cada hombre o mujer se busca la vida, construye su fábula, su mito y, por qué no, su patria. Pero si yo fuera el Estado, cualquier Estado moderno con perspectiva de Aldea Global, no entraría en dibujos ni opiniones personales. Ser contribuyente, pagar impuestos, sería mi única carta de ciudadanía, incluyendo turistas, inmigrantes y gente de paso. Dice el Gigante:

I.

Mi patria no es peor que cualquier otra
Alberga, Señor, un domicilio
una familia, un voto
cada cuatro; alberga
normales convivencias ciudadá
II.
Vengo de Aquiles El de los Pies Ligeros
y dicen que me busca Uno
que se hace llamar
El de la Blanca Luna


De quien mata a un gigante


 

refugiados

migración-Siria

REFUGIADOS
Post tenebras spero lucem (lema de portada en el Quijote)

Nuestra vida consciente empieza a los tres años de edad. En 2015 ha cumplido 18 años la primera generación ya sin recuerdos del siglo 20, sin noticia de la peseta y sin imágenes del Muro de Berlín ni de las Torres Gemelas. Esos hombres y mujeres, concebidos en 1996, llevan en su adeene el mundo que concibieron sus mayores y se comerán las uvas esta noche después de haber podido votar o abstenerse en las últimas Elecciones. A esta generación, el siglo 20, que les llega de oídas, les ha dejado en herencia tres creaciones mentales: la democracia, el bienestar y las culturas o civilizaciones.


De la democracia, sistema político ligado al sistema económico que sigue siendo el viejo capitalismo, se dice que es lo menos malo que se conoce, o sea: algo que la juventud con 18 años no tiene más remedio que aceptar, lo que convierte a la democracia en el sistema más totalitario jamás nunca conocido, porque no depende de una autoridad tiránica o dictatorial ejercida por un poder político, sino que depende del propio individuo que cae en el discreto encanto de la libertad, y se la cree.


Del bienestar (o Estado del Bienestar), construcción social paliativa de los rigores antisociales del capitalismo, se dice que es un derecho humano, con base en la declaración de Derechos Humanos de la Onu en 1952: algo que quien ha cumplido los 18 tiene derecho a exigir sin que esté muy claro, por contrapartida, qué institución tiene el deber, la obligación, de dárselo. Lo arraigado es que el bienestar, si no me lo dan, me indigno (como el Indignaos del 15‑M), lo que convierte al bienestar en la ética personal más irresponsable y más indulgente con uno mismo y con las propias conductas: no se pide por justicia social, y a las clases depredadoras, sino que se pide por ser yo quien soy, y a las clases recaudadoras (a la Hacienda del Estado). Visto así, es normal que gente joven se posicione en contra de procesos soberanistas en la medida que la mengua del Estado implicaría la mengua del Bienestar del que espero me vengan mis derechos (tener familia, vivienda, estudios, trabajo, sanidad) y la irrelevante cuestión catalana adquiere un valor en sangre que ni tiene ni tendría que tener con ojos y perspectiva de Aldea Global, para caer en lo que habíamos quedado que estaba muy pasado: los nacionalismos.


La alianza de culturas o civilizaciones es una propuesta diplomática que, más allá de la diplomacia, significa la integración de la religión en nuestras vidas tomada como suma de lo que nos habían dicho que teníamos que ser: demócratas (tolerantes con lo que no debía tolerarse), liberales (abiertos a cualquier moral y, por tanto, inmorales) y bienestaristas, esto es: partidarios de darles a los demás, sean de la religión o de la raza que sean, no sus derechos, sino algo mucho más barato y menos comprometido para mí, para mi sociedad, para mi religión y para mi nacionalismo: el derecho a tener esos derechos (de pronto, concedidos al pobre, al emigrante, al musulmán), o sea: a exigir, aunque no se sepa muy bien a exigir qué y, sobre todo, a exigir a quién.


Total, no es de extrañar que refugiados haya sido para la Fundación del Español Urgente la palabra del 2015. En refugiados se confabulan democracia, bienestar, nacionalismo y culturas para que Bolsa y oenegés bailen y se den la mano un año más. Con esos mimbres, entiendan que eLTeNDeDeRo no les felicite el nuevo año. Post tenebras esperamos luces y, también, para la Fundéu. Lo que significa que después de tanta mierda, habrá que tirar de la cadena. Feliz 2017.