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cantar y contar | sociología de la métrica española | verso y versificación | imparisílabos y parisílabos
Es curiosísima ‑y por alguna razón, nunca explicada‑ la asociación que se produce entre la respiración del romance octosílabo, que tiende a la narración, y la respiración de los versos de 5, 7 y 11, que tienden a la lírica sentimental.
Quien hoy quiera contar algo que pueda parecer heroico, trágico o mítico, y lo quiera contar en registros de la llamada literatura popular, dispone del cuento o leyenda o de la versificación por octosílabos. Por su fácil memorización y en géneros orales (anteriores a o al margen de la imprenta), el octosílabo asonantado se impuso desde la serie épica de tres mil y pico versos de los cantares de gesta, hasta los romances de la Reconquista, la copla en cuarteta o tercerilla (soleá, en métrica andaluza), el pareadillo (o aleluya) o ya el refrán. Este ir reduciéndose los poemas es mecanismo de defensa de la memoria por salvar del naufragio lo esencial o la moraleja, recorrido que no comparte la versificación imparisílaba de heptasílabos y pentasílabos de la lírica tradicional, cuya estrofa reina es la seguidilla. Una y otra versificación cargan con el nombre de arte menor (¿menor en importancia o menor en cantidad silábica?) desde que un fraile clasificó así la obra de juglaría con ánimo de mayor para su mester de clerecía.
Medir (juzgar) lo culto y lo popular según la medición del verso (larga o corta como las luces de un coche o como disputa de varón con varón por ver quién la tiene más larga) demuestra su estupidez ante el selecto club del arte real: versificación culta trovadoresca, de influencia francesa, a base de octosílabos consonantados, tipo Coplas de Manrique. Lo de real se le puso por oposición al arte mayor castellano, tipo Trescientas de Juan de Mena, denominación que estuvo vigente muy breve tiempo en la poética castellana, desde el último cuarto del siglo 15 hasta mediado el 16, cuando triunfó y se impuso el endecasílabo italiano, el que, todavía y no bien explicado, se enseña como arte mayor. [1]
Sea como sea, al español le quedó la versificación (mejor que el verso) en imparisílabos, para la lírica, y ahí está San Juan de la Cruz o las Nanas de la cebolla; o en parisílabos, para la narración, y ahí están La canción del pirata o el Romancero de Lorca. Cantar o contar. Naturalmente, hablamos de tendencias, lo que no quita un Romancero de ausencias, como el del propio Miguel Hernández, o lo que a usted, que esto lee, se le ocurra escribir o experimentar.
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[1] 1496: Arte de poesía castellana de Juan del Enzina. 1543: Obras de Boscán y Garcilaso.