Otro día, alguien me dijo que cada uno quiere llevar el agua a su molino y dejar seco el de su vecino. Salté airado:
–¿Lo dice usted por mí?
Luego resultó que mi vecino solo quería refrescarme algo que está en el refranero. Aún así, ¿qué mejora a la persona que la persona quiera acaparar, y no compartir? Mi respuesta: absolutamente nada.
Es un tópico que el refranero encierra la sabiduría popular. Para empezar, los refranes se dividen en dos: de consejo o de experiencia. Los consejos se obedecen o no y las experiencias se tienen en cuenta.
Los refranes de consejo se expresan en imperativo o modalidad apelativa: Haz bien y no mires a quién. Y, los de experiencia, con los verbos ser o haber, para las definiciones, y poder o tener, para las acciones o resultados: Año de nieves, año de bienes. Los refranes de experiencia lo son tras una larga observación natural. El campesino que pensó Por San Blas, las cigüeñas verás estaría harto de ver primeros indicios de la primavera. Pero el refrán En abril, lluvias mil no quita este abril concreto de sequía, y no, por mucho refrán, yo voy a abrir el paraguas.
Por último, está el concepto mismo de sabiduría popular.
Lo vemos con este ejemplo, versión del cuento 2 de El conde Lucanor.
EJEMPLO DEL HOMBRE QUE LE DECÍAN CORNUDO
Otra vez hablaba el Conde con Patronio sobre el qué dirán:
«En la Castilla profunda del honor calderoniano y en un pueblo de mediano tamaño (no tan grande como para que no se conozca todo el mundo, ni tan chico como para el adulterio obrarlo en secreto) dijéronle a un buen hombre felizmente casado que su mujer le era adúltera.
Y el hombre pensó: “Abre el ojo, padre, que cuando el río suena, agua lleva”. Y puso en vigilancia a su mujer, volviendo él del campo cuando ella no lo esperaba, o siguiéndola a hurtadillas cuando ella iba a la fuente o a misa. No hubo nada. El hombre vio que su mujer era honrada.
Otro día otra sospecha se le representó: “Cata, varón, que quien calla otorga y van a creer que, además de cornudo, eres consentido”. Así que el hombre fue por una vara que tenía en el olivar y allá que iba con cara de quien iba a matar a su mujer. Entonces oyó:
–Este, de furioso que va, va publicando su deshonra, pues quien se pica, ajos come.
Total, que el hombre devolvió la vara a su olivar y siguió bien mirando a su mujer en aplicación de otros refranes que también sabía:
A palabras necias, oídos sordos, y Ande yo caliente y ríase la gente.»
Y cuando don Juan escuchó esta historia de Patronio, mandola poner en este libro et fizo estos versos que dicen:
¿Qué podemos esperar de la sabiduría popular,
si es la culta y estudiada, y esa está por demostrar? [1]
[1] Enlace a cuento II, de El conde Lucanor: Lo que sucedió a un hombre bueno con su hijo (página Ciudad Seva, de Luis López Nieves). Fotos Ciudad Seva.
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