Etiqueta: Conde Lucanor

vida y obra.

el hundimiento

La muerte de Julio Anguita levanta espontáneas reacciones de elogio a su persona. Sin embargo, no recuerdo ni una sola idea que el político Julio Anguita haya aportado al mundo de las ideas; no digamos de izquierda; entre otras cosas, porque Anguita fue parte a liquidar la vieja izquierda (marxista y crítica con el Estado del Bienestar).

Anguita como texto y comentario de texto.

Quien tuvo en clase al profesor Lebrato, sabe que el profesor huía de biografismos y auto biografías:

–Imaginad que todo texto es anónimo, y así salimos de tentaciones de vida y obra: obra, nada más.

De ejemplo, les ponía la poesía de San Juan de la Cruz [1]

Otras veces, en cambio, el gusto por una obra no impedía que el profesor hiciera ver a su alumnado la catadura moral del personaje autor.

–Ese don Juan Manuel tan señorito que ni siquiera escribía: ¡mandaba escribir! (como declara al final de cada cuento de El conde Lucanor).

–Ese Mío Cid que –antes de Pérez-Reverte– respondía al tipo mercenario al servicio del botín y la rapiña.

Eso no quitaba, tampoco, que pese a la cochambre biográfica de Manuel Machado, frente a la heroica de su hermano Antonio, la poesía de Manuel fuese tan buena o mejor y, para mí, más exquisita y seductora.

Recuerdo la película El hundimiento (Der Untergang, 2004, de Oliver Hirschbiegel). La cinta cuenta los últimos días de Hitler. En 1942, varias mujeres se presentan a secretaria personal del Führer. Traudl Humps (o Junge) es la escogida. Su diario alimenta el guion de El hundimiento y, como es lógico, lo hace desde un punto de vista interno en el que un sector de público creyó ver una justificación del nazismo. ¿Desmentía la película la obra pública, la Historia escrita, con renglones de sangre y de exterminio? Nada de eso. Al hombre lo que es del hombre, y al nombre lo que es Historia.

Películas se puede hacer de cualquier cosa. La Historia, con mayúsculas, Julio Anguita sabía, pocas veces se altera o se equivoca.

[1] Donde ‘amado’, Dios, y donde ‘amada’, Iglesia. Diga lo que diga San Juan, amado es amado y, si quiere ‘Dios’, que lo ponga en el texto, no en declaraciones al margen. En clase no usé nunca la interpretación por las tres vías místicas; sí precedentes puestos en boca de mujer, como la lírica tradicional o El cantar de los cantares.

el refranero y la sabiduría popular.

# manuscrito Conde Lucanor

Otro día, alguien me dijo que cada uno quiere llevar el agua a su molino y dejar seco el de su vecino. Salté airado:

–¿Lo dice usted por mí?

Luego resultó que mi vecino solo quería refrescarme algo que está en el refranero. Aún así, ¿qué mejora a la persona que la persona quiera acaparar, y no compartir? Mi respuesta: absolutamente nada.


Es un tópico que el refranero encierra la sabiduría popular. Para empezar, los refranes se dividen en dos: de consejo o de experiencia. Los consejos se obedecen o no y las experiencias se tienen en cuenta.

Los refranes de consejo se expresan en imperativo o modalidad apelativa: Haz bien y no mires a quién. Y, los de experiencia, con los verbos ser o haber, para las definiciones, y poder o tener, para las acciones o resultados: Año de nieves, año de bienes. Los refranes de experiencia lo son tras una larga observación natural. El campesino que pensó Por San Blas, las cigüeñas verás estaría harto de ver primeros indicios de la primavera. Pero el refrán En abril, lluvias mil no quita este abril concreto de sequía, y no, por mucho refrán, yo voy a abrir el paraguas.

Por último, está el concepto mismo de sabiduría popular.

Lo vemos con este ejemplo, versión del cuento 2 de El conde Lucanor.


EJEMPLO DEL HOMBRE QUE LE DECÍAN CORNUDO

Otra vez hablaba el Conde con Patronio sobre el qué dirán:

«En la Castilla profunda del honor calderoniano y en un pueblo de mediano tamaño (no tan grande como para que no se conozca todo el mundo, ni tan chico como para el adulterio obrarlo en secreto) dijéronle a un buen hombre felizmente casado que su mujer le era adúltera.

Y el hombre pensó: “Abre el ojo, padre, que cuando el río suena, agua lleva”. Y puso en vigilancia a su mujer, volviendo él del campo cuando ella no lo esperaba, o siguiéndola a hurtadillas cuando ella iba a la fuente o a misa. No hubo nada. El hombre vio que su mujer era honrada.

Otro día otra sospecha se le representó: “Cata, varón, que quien calla otorga y van a creer que, además de cornudo, eres consentido”. Así que el hombre fue por una vara que tenía en el olivar y allá que iba con cara de quien iba a matar a su mujer. Entonces oyó:

–Este, de furioso que va, va publicando su deshonra, pues quien se pica, ajos come.

Total, que el hombre devolvió la vara a su olivar y siguió bien mirando a su mujer en aplicación de otros refranes que también sabía:

A palabras necias, oídos sordos, y Ande yo caliente y ríase la gente

Y cuando don Juan escuchó esta historia de Patronio, mandola poner en este libro et fizo estos versos que dicen:

¿Qué podemos esperar de la sabiduría popular,
si es la culta y estudiada, y esa está por demostrar? [1]

[1] Enlace a cuento II, de El conde Lucanor: Lo que sucedió a un hombre bueno con su hijo (página Ciudad Seva, de Luis López Nieves). Fotos Ciudad Seva.

Don Juan Manuel

El conde Lucanor en Cervantes Virtual

por ejemplo.

(pronunciado entre pausas y escrito entre comas), es un complemento circunstancial modal (igual a ejemplarmente o así) o causal (respuesta a una pregunta por qué). Si hay oración compuesta, por ejemplo actúa como conector oracional, del tipo o sea, es decir, esto es, etc., que tienen un valor explicativo, consecutivo, comparativo o distributivo, pero siempre lógico: poner algo de ejemplo de otro algo es establecer esa una relación mental. En lo antiguo, un ejemplo era un cuento con moraleja que se podía aplicar a un caso moral o ético determinado. Ese es el origen del Libro de los ejemplos del conde Lucanor.

Lectura del burkini

Burkini

LECTURA DEL BURKINI
visto desde Occidente

Decía Patronio al Conde Lucanor: si desde el principio no muestras quién eres, nunca podrás después, cuando quisieres. Digamos que, al no haberse abordado a tiempo y adecuadamente, el tapadismo (sexista o de género o de obediencia islámica), el tema se desdibuja en escenarios inadecuados: opiniones personales, comparaciones, tergiversación de la historia y fragmentación de un tema único e indivisible que debió hacerse cuestión de Estado.

–opiniones personales. El tapadismo no procede de sociedades libres ni es una opción, entre otras, que las mujeres puedan tomar. No hay nada individual ni democrático en el pasado remoto o reciente que lo trajo aquí.

–falsas comparaciones. Al otro lado del velo, no son iguales ni comparables las monjas y las tapadas, aunque en un punto se parecen: dan señales religiosas, lo que descarta la moda como motivación. Tampoco son comparables los conceptos mujer objeto, feminismo ni emancipación o liberación.

tergiversación de la historia. El siglo 20 caminaba hacia el laicismo. Curas y monjas se vestían de seglares. Mientras a Occidente le interesó, por esa senda hacia el laicismo y el destapado discurría la mujer en países no tan islámicos. No preguntarse cuándo y por qué se cambió esa tendencia es negar lo evidente[1].

fragmentación de un tema único. Siendo indudable la relación entre tapadismo, islamismo bueno e islamismo malo, yihadismo y extremismo suicidista, dividir o descuartizar el tema es un divide y vencerá no la moda ni la libertad: la religión. El asunto es islamismo y los matices entre sectas y seguidores no anulan esa pertenencia, del mismo modo que cristianismo es protestantismo y catolicismo y no distinguimos ‑ni es asunto nuestro distinguir‑ entre el cura bueno y el malo o pederasta o entre la imagen del Cristo o de la Virgen y creyentes que van a misa o asisten a la procesión. Desde el papa de Roma a quien hace el Camino de Santiago sin connotaciones de devoción, visto desde fuera, el tapado ‑en cualquiera de sus prendas, hasta el burkini más sexi, picantón y seductor‑ es de obediencia (de escritura) religiosa y exige, por simetría, una interpretación ‑no de una prenda‑ de una religión y, al final, de todas las religiones. El tema ha pasado a ser: la presencia de la religión en nuestras vidas.

Es tarde para opinar, para votar a favor o en contra, para que nos pongan un micro por delante y a ver usted qué piensa. No pensamos nada. Sabemos que desde 1979 en Irán, con los ayatolas, y desde las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, con Al Qaeda, junto a las religiones viajan, como troyanos, integrismo (visible y notorio también en la Iglesia de Roma), terrorismo y suicidismo yihadista.

Solución. No se trata de acabar con el derecho a la fe. Se trata de acabar con la presencia pública de iglesias y sectas. Se trata de ir a Estados, más que laicos (como el francés, que finalmente, tolerando el burkini, está demostrando no serlo), de religión cero cero, para que sea cierto que la fe, lo sagrado, es algo personal e intransferible de lo que no hay ni que hablar. Ese día eLTeNDeDeRo callará para siempre.

Si no lo conoce, no se pierda el cuento que suele mencionarse como el de La mujer brava, 35 (xxxv) de los 51 que forman El conde Lucanor.

Enlaces: Ilya Topper, El Mundo, por el pan y por las rosas que ofrece el pdf Persépolis, de Marjane Satrapi, los cuatro libros completos y en español.

[1] ¿Cuándo? Años 70. ¿Por qué? Cambiar raciocinio por religión y utilizar la religión contra la Unión Soviética. Desde el interior, esta tendencia es narrada por mujeres como la persa Marjane Satrapi o varones como el turco Orhan Pamuk.

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EJEMPLO DEL HOMBRE QUE LE DECÍAN CORNUDO. O cómo es una estupidez decir que el refranero recoge la sabiduría popular.

# manuscrito Conde LucanorQue el pueblo lo mismo es generoso que tacaño, noble que ruin, solidario que egoísta lo vemos con el siguiente
ejemplo:


EJEMPLO DEL HOMBRE QUE LE DECÍAN CORNUDO


O cómo es una estupidez decir que el refranero recoge la sabiduría popular.

«En la Castilla profunda del honor calderoniano y en un pueblo de esos de mediano tamaño, no tan grande como para que no se conozca todo el mundo, dijéronle a un buen hombre felizmente casado que su mujer le cometía adulterio. Y el hombre pensó al principio: “Abre el ojo, padre, que cuando el río suena agua lleva”. Y puso en callada vigilancia a su mujer volviendo él del campo cuando ella no lo esperara o a hurtadillas siguiéndola cuando iba a la fuente, a misa o con las vecinas, y vio el hombre que su mujer era honrada. Pero otro día otra habladuría se le cruzó por su camino: “Cata, varón, porque quien calla otorga y van a creer en el pueblo que, además de cornudo, eres consentido”. Así que el hombre fue por una vara de no mucho daño que tenía en el campo y allá que iba con cara de muy furioso a herir un poco a su mujer, cuando oyó decir a su paso: “Este, tal como va, va publicando su deshonra, porque quien se pica, ajos come”. Total, que el hombre dejó caer el palo y siguió bien mirando a su mujer en aplicación de otros refranes que él sabía, como A palabras necias, oídos sordos, y Ande yo caliente y ríase la gente.»

 (Versión de un cuento de El conde Lucanor)

Los refranes (3), viene de Los refranes (2)

El fantasma de la glorieta

Félix Morales

FÉLIX, EL FANTASMA DE LA GLORIETA

Lo mejor de eLTeNDeDeRo son sus lectores. Apostilla Félix Morales: ¿Por qué te empeñas, Daniel, en pontificar y en meterte con los demás? Cada uno pone en Facebook lo que le sale de la pirula. Y si te molesta, lo bloqueas y al carajo. Tú mismo no dejas de poner links a tu blog. Que el epatar ya no se lleva, Daniel. Que no se lleva. Y si quieres establecer lo que es literatura, haz una tesis y nos tienes al tanto. Ja. Abrazo.

Leído lo cual, no me consta haberme metido con nadie y menos aún con alguien de mi mismo tamaño o más chico. En crítica literaria vale la regla de las peleas de pandilla: nunca te metas con alguien más pequeño que tú. Soy profesor, tengo ese defecto, y para extinguirme como clase (como horizonte utópico: también el médico se extinguirá cuando se extinga la enfermedad), debo dar todo lo que sé, ahora, que puedo, y es mi obligación no callarme nada. Cuando se trata de obras o autores clásicos, la lucha va contra el canon literario que dicta quién es quién en el libro de texto. Bachiller era, y me preguntaba por qué El conde Lucanor se ponderaba tanto y tan por encima del Libro de buen amor, obra menor a la que se reservaba el adjetivo de miscelánea, cuando la verdad es que la prosa de don Juan Manuel deja mucho que desear mientras que Juan Ruiz sigue un plan de una astucia literaria increíble. El Conde parece la pesadez del románico y el Buen amor vuela por el gótico. Otro caso fue Quevedo, cuyo Poderoso caballero, sin duda porque lo había cantado Paco Ibáñez, nos pintaron como un manifiesto anticapitalista, cuando en realidad era, justo lo contrario: una defensa del mundo de valores feudales y reaccionarios en un tiempo en que la burguesía y el dinero ponían en peligro la sociedad estamental y abrían paso a la nueva y entonces progresista sociedad de clases. ¿Y qué decir de las vías místicas sistemáticamente enseñadas en el instituto como pautas sin las cuales no tenía sentido la poesía de San Juan de la Cruz? ¿Qué digo de la sobrevaloración del arte mayor sobre el menor? Está mal citarse a uno mismo, pero Félix Morales, siempre retón, lo que yo le agradezco, me lleva a recomendar a ustedes que echen una ojeada a Historias de la literatura (2013), libro donde saldo mis cuentas con el canon literario y, la vanidad me perdone, donde se dicen cosas que pocos se atreven a decir.

En cuanto a los contemporáneos, con la farsa literaria, sí que me he metido. Con Carlos Germán Belli, un consagrado que no entiendo el lugar que se le ha dado; con Bolaños, el narrador, endeble poeta; con Goytisolo, con Cernuda, con Andrés Trapiello. (Escritores 3.0)

Se dice que hay buena y mala literatura. Pero eso es no decir nada. Más fiable y operativa resulta la teoría marxista del arte y la literatura: es literatura lo que circula como tal. No soporto a Zoé Valdés, pero si sus señorías la crítica, las editoriales y lectores pagan por sus productos, tengo que reconocer que Zoé Valdés es o está en la literatura. Y, al revés, el inédito maravilloso que un autor nuevo guarda en su cajón o en su ordenador, ¿quién dirá que es literatura?

Los autores vivos se dividen en dos: profesionales (hombres y mujeres que viven de publicar cada equis años y de cobrar sus derechos) y el resto, a los que sería injusto llamar aficionados. El daño que hace la profesión literaria, el oficio de escritor, es tremendo. Autores que debieron callarse, porque la creatividad se agota, no se callan nunca. El último libro de Caballero Bonald no aporta nada, es mero afán recaudatorio. García Márquez llegó a publicar un libro de brindis (los alzo‑mi‑copa‑por que él había dado en la vida). Y, encima, lo tituló Yo no he venido a hacer un discurso. No ni na. Pueden verlo en Literatura, valor y precio. Del entorno onubense de Félix, no faltan casos de hinchazón literaria, pero eso lo dejo para el próximo reto suyo. Por último, recomiendo a ustedes El fantasma de la glorieta, la página de Félix Morales. Ahí verán cómo el delicioso fantasma es él.

fantasma ilustracion portada cuarta fase