Que el pueblo lo mismo es generoso que tacaño, noble que ruin, solidario que egoísta lo vemos con el siguiente
ejemplo:
EJEMPLO DEL HOMBRE QUE LE DECÍAN CORNUDO
O cómo es una estupidez decir que el refranero recoge la sabiduría popular.
«En la Castilla profunda del honor calderoniano y en un pueblo de esos de mediano tamaño, no tan grande como para que no se conozca todo el mundo, dijéronle a un buen hombre felizmente casado que su mujer le cometía adulterio. Y el hombre pensó al principio: “Abre el ojo, padre, que cuando el río suena agua lleva”. Y puso en callada vigilancia a su mujer volviendo él del campo cuando ella no lo esperara o a hurtadillas siguiéndola cuando iba a la fuente, a misa o con las vecinas, y vio el hombre que su mujer era honrada. Pero otro día otra habladuría se le cruzó por su camino: “Cata, varón, porque quien calla otorga y van a creer en el pueblo que, además de cornudo, eres consentido”. Así que el hombre fue por una vara de no mucho daño que tenía en el campo y allá que iba con cara de muy furioso a herir un poco a su mujer, cuando oyó decir a su paso: “Este, tal como va, va publicando su deshonra, porque quien se pica, ajos come”. Total, que el hombre dejó caer el palo y siguió bien mirando a su mujer en aplicación de otros refranes que él sabía, como A palabras necias, oídos sordos, y Ande yo caliente y ríase la gente.»
(Versión de un cuento de El conde Lucanor)
Los refranes (3), viene de Los refranes (2)