A final de abril de 2020, Freddie Bartholomew dio luz a buena parte de lo que había sido obra póstuma, y hasta entonces inédita, de Martín Calamar. Bartholomew, detective literario a quien vimos aireando los papeles de lo que fue en su día Lebrato contra Lebrato (2015), desvela en esta ocasión Campos de Escoria[1], cinco versificaciones dudosamente ‘poéticas’ que dan idea de hasta qué punto Martín Calamar Buzón estaba como dicen que están –vaya usted a saber por qué– las cabras.
Lo que le faltaba al hombre fue la famosa crisis por corona virus, también llamada Vicod o Covid 19, que alteró el juicio a media humanidad mientras la otra media se iba muriendo. En abril de 2020 Martín Calamar estaba al cumplir los 66 (edad de mayor y en grupo de riesgo) y habían pasado seis años desde su estreno de Tinta de calamar (Ediciones en Huida, 2014) en La Carbonería de Sevilla, todavía entrada por calle Levíes. En esos seis años, no solo La Carbonería había menguado; también, la nómina de amigos: Benito Moreno y José Manuel Padilla Libros. La muerte le hacía guiños al personaje.
Para el trance coronavirus (que Martín Calamar llegó a rotular Vicod 19, como nave espacial, o Covid XIX, como rey merovingio), sostiene Freddie Bartholomew que su investigado apócrifo se apuntó sin dudarlo a la teoría de la conspiración, esa que veía por todas partes Cía y servicios secretos y laboratorios al servicio del Gran Poder Omnímodo (GPO). Tal conspiranoia, avalada por Noam Chomsky y algún que otro desarraigado como Daniel Lebrato, llevó a Martín Calamar, a dejar en su PC Word© escritos como estos que agrupó en Campos de Escoria y que hoy publica eLSoBReHiLaDo. Son cinco metástasis literarias numeradas del 1 al 5. [2]
Párrafo 1: «Con los virus que tira el Poder Omnímodo se hacen las dos Españas duras de oído». Martín Calamar manejaba la copla (seguidilla) con soltura, y por coplas despacha su poética en esa época[3]. El párrafo 2 arremete contra las fuerzas armadas: «¿Quién dijo que la pena de muerte está abolida? ¡Los soldados la llevan en la mochila!». 3 y 4 comparan la Resistencia histórica con la que fue resistencia frente al coronavirus: «Yo me quedo en casa». El 5 actúa de colofón y da nombre a todo el conjunto:
CAMPOS DE ESCORIA
1(a).
Con los virus que tira el
Poder Omnímodo
se hacen las dos Españas[4]
duras de oído.
1(b).
Pregunta morro:
¿Quién dijo fuego amigo?[5]
¡Conspiranoicos![6]
2.
¿Quién dijo que la pena
de muerte está abolida?
¡Los soldados la llevan
en la mochila!
3.
Resistencia no es ya la
de brigadistas[7]
que vengan ni de maquis[8]
que se resistan.
No hay partisanos,
Leonard Cohen[9] ni canciones
de O Bella, ciao[10].
Ni es la película
La trinchera infinita[11]
ni, Alberto Méndez,
Los girasoles ciegos[12].
Que es «Yo me quedo en casa»
y ¡Arriba España!
4.
Yo grabo mis poemas
propios o ajenos,
me quedo y me publico
o imparto desde en casa
mi diario en cuarentena
como si hubieran vuelto
Numancia, Albert Camus o Saramago
con Ana Frank envuelta de regalo[13].
5.
¡Campos de escoria!
Hoy siento por ustedes,
en el fondo del corazón, tristeza.
¡Tristeza que es memoria!
[1] Por Campos de Soria, Antonio Machado, Campos de Castilla (1912).
[2] Del 1 al 5, siguiendo la fobia de Daniel Lebrato hacia los números romanos, ya visible en su primer libro De quien mata a un gigante (1987).
[3] Para coplas, ver la parte central de La Corte del Rey Bobo (Blogspot, 2019).
[4] dos Españas, otra vez Machado: gobierno y oposición, izquierda y derecha.
[5] En jerga militar y periodística, se llama fuego amigo a los daños y bajas causadas por el propio bando sobre sus mismas tropas, población o intereses.
[6] Para conspiranoico, ver [eLTeNDeDeRo], artículo de ese nombre.
[7] Por las Brigadas Internacionales, atraídas por la 2ª República Española.
[8] maquis, italiano macchia, [campo cubierto de] ‘maleza’: guerrilla antifranquista de posguerra, y francesa contra la ocupación alemana, 2ªGM.
[9] Ver La Complainte du partisan (El lamento del partisano).
[13] El cerco de Numancia (1585), de Cervantes, y, sobre todo, La peste (1947), de Albert Camus, y el Ensayo sobre la ceguera (1995), de José Saramago, hicieron furor durante el confinamiento culto. El Diario de Ana Frank (1942/44) es un clásico en su género de topoliteratura.
Foto portada cono de escoria (Wikipedia)