Harto ya de citar al Nebrija que relaciona la lengua y el poder político, ¿qué es la España que habla español? Y España es el fragmento de realidad histórica, geográfica y administrativa que españoles o españolas aceptan y toman como apellido por contacto y en relación a otros repartos ya dados: lo francés, lo inglés o lo portugués.
El mundo es un mapa de lenguas, herencia de esclavismo, feudalismo y colonialismo. Hablar de lenguas es hablar de política. Y en esa discusión es falsa política sacar a debate una lucha de clases contra intereses de clase que tampoco se perciben como de clase, sino empresas creadoras de puestos de trabajo. El Estado del Bienestar aúna y simplifica.
Reconocida la victoria natural del inglés en términos de economía (economía lingüística), las demás lenguas juegan por espacios que se prestan a intervención o manipulación pero nunca serán de la naturaleza hegemónica que dio la victoria al inglés, a base de tratos comerciales y cañonazos.
Las lenguas no inglesas disputan un mercado secundario con fines editoriales, turísticos o regionales, que quieren ser culturas o civilizaciones. Y caben dos escenarios o actuaciones:
Por abajo, sobre masas de hablantes, o, por arriba, sobre academias, universidades, planes de estudio y de texto, ministerios, Estado, regiones. Habría que dejar sin voto ni autoridad a la Academia, al Ministerio, a la Ley de Educación, como a cualquier autoridad lingüística no consultiva que pretenda decirnos cómo tenemos que hablar o cuál ha de ser nuestra lengua.
Y un derecho a decidir, el más adquirido de los derechos por cuanto es el que más se sigue, casi sin pedirlo, en nuestra sociedad de derechos.
Es lo que hace el independentismo catalán, que asocia el catalán a un distinto mapa político con su correlación de lenguas (siguiendo en esto a Nebrija) y es lo que no hace el andalucismo en ningún caso. Aunque, eso sí, puede dar lugar a inventos curiosos, pamplinas académicas y curiosidades en prensa.