patria es donde pago impuestos y recibo prestaciones. En el vestuario del hombre occidental (que viste de un lugar, demócrata y liberal de libertad) el concepto nación (inglés, francés o español) ha sido lo último en orden de aparición, al fin del antiguo régimen, segunda mitad del 18. Estados absolutos ven en el servicio militar obligatorio manera precapitalista o capitalista de la guerra como fuente de recursos y medio para compactar a empobrecidos proletariados y segundones de clase noble: guerras del imperialismo o de las naciones (1871-1914). —Dos títulos, novelas hechas película: El señor de Ballantrae (1888), de Stevenson, y Barry Lyndon, de Kubrick (1975), sobre Thackeray (1844)—.
La victoria del nacionalismo sobre el internacionalismo tuvo fechas prusianas o austro-húngaras o durante las Guerras Napoleónicas, y, después de Marx, por el desinfle de la Internacional de Trabajadores (1864), Socialista (1889), Comunista (1919) y Trotskista (1938). No es incorrecto analizar el estalinismo como forma pervertida o perversa del nacionalismo ruso. Ni está de más generalizar para cualquier nación, naciones, lo que Shlomo Sand (n 1946), historiador israelí, para Israel con La invención del pueblo judío (The Invention of the Jewish People, 2009), invención que podríamos extender a todas las patrias, cada una con su himno y su bandera y su tierra prometida, así la patria sea el Charco la Pava o Las Tres Mil.
Ese sentimiento, hábilmente dosificado, da lo mismo para justificar la independencia de las distintas patrias que fueron Yugoslavia (Guerra entre 1991-2006), que la indivisibilidad de España; lo mismo da para jalear ¡Yo soy español, español, español!, cuando un Mundial de Fútbol, que negar como Pedro, ¡Yo no he sido!, cuando la Leyenda Negra corre a señalarnos con el dedo acusador del esclavismo o del abuso colonial.
Ese reparto de conciencias deja fuera de concurso el análisis del nacionalismo como algo de izquierda o de derecha. Desde Simón Bolívar a los padres fundadores de la patria, todo localismo es transversalidad como el Barça es más que un club, lo que incluye y repele el análisis de clase. Habría que volver a un mundo pre nacionalista (Europa de las regiones, Onu como aldea global), ya que no es posible volver a la internacional. Y, mientras tanto, mejor que prevalezca el derecho a decidir, antes que un Estado policial.
Otro día hablamos cómo la Andalucía que extrema sus gracias (aunque sea a la contra y por hacerse la víctima, más que la graciosa) es la misma que accedió a su autonomía por el 151 para al final no dejar a nadie independizar o siquiera ir más allá.
El señor de Ballantrae (1888), de Stevenson. Barry Lyndon, de Kubrick (1975), sobre Thackeray (1844).