Aquel poeta máximo, sabedor de que la poesía no consiste exactamente en medida, rima y acento, buscó, no obstante, y por bajar a la arena de los oídos populares, palabras que acabaran en emia, irus, od, ento, arma, uta. Consultados el buscador de rimas y el diccionario inverso (moderna máquina de trovar, Jorge Meneses), aquel poeta, poetisa o poetisú, se pasó al verso libre.
Será casualidad pero aquel día
Mundial de la Poesía coincidió con el otro
tan mundial o casi
Día del Síndrome Down.
(La corte del rey bobo, basado en fechas reales)
Entre los Días internacionales, que son Día
conmemorativo de algo, según la Onu
(es decir temas, campañas o asuntos
que nos importan: desarrollo sostenible,
cambio climático, migrantes, refugiados,
salud, infancia, genocidio, descolonización,
abusos o violencia sexual), he aquí que el 21
de marzo, este domingo, se celebra
propiamente el día mundial de esto que escribo,
el Día Mundial de la Poesía, ¡Qué gozada!
-dijo el Secretario General sobre cooperación digital,
financiación y objetivos de desarrollo sostenible-
¡Qué gozada y qué nivel!, el coro de los grillos
que escuchan solo una voz: la suya.