Tinta de Calamar,178. Además de redactor de epitafios, Daniel Lebrato y sus heterónimos se dedicaron a escribir para la BBC (bodas, bautizos y comuniones) de amigos y familiares, y para muchas jubilaciones, como el Combate con vate de instituto. A este tipo de sonetos, que parecen ir contra la rima, dio el nombre de sometos, por someter a las rimas más raras y difíciles de encontrar.
—¿Y para qué los escribe entonces?
—Porque están ahí, como los Alpes o el Himalaya.
—Para vacilar y por dar por saco.
La historia social de la literatura está hecha. Lukács: 1923; Gramsci: 1948; Hauser: 1951; Blanco Aguinaga, Zavala, Rodríguez Puértolas: 1984. Dentro de esa sociología, la literatura de empresa es propiamente una subliteratura que se cuece en los despachos, en los consejos de administración o en los claustros de enseñanza para alabar a un jefe o a unos objetivos, o para despedir a un compañero que se jubila; sus tonos serían de panegírico o de elegía, se admiten puyas sindicales mientras no rompan la armonía. Son letras que alguien saca a la hora del brindis al final de una cena previamente pactada, hora en que las cucharas se chocan con las copas y alguien, no falla, dice: ¡Que hable! ¡Que hable, Fulanito o Seaquiensea!
En sentido amplio, toda literatura es de empresa: la Ilíada, la Eneida, el Quijote, Il gattopardo. Propiamente, por literatura de empresa se entiende la que circula entre trabajadores de cuello blanco, perfectamente educados, que saben leer y escribir. No es el caso de romanceros y pliegos de cordel, negocio que fue de los ciegos. Bajo el capitalismo, toda relación laboral o es capitalista o adopta la forma de capital (dinero y mercancía con su valor de uso y su valor de cambio). Ahora que han dado a Irene Vallejo el premio nacional de ensayo 2020, no está de más puntualizar que a El infinito en un junco le sobra ecumenismo y le falta intención, justo aquella que en El nombre de la rosa (por igual, elogio de los libros) demostró el viejo zorro Umberto Eco, para Europa a principios del siglo 14, bajo capas dulcinistas, franciscanas o dominicas.
Sevilla, septiembre 2005. Daniel Lebrato llega al Instituto Martínez Montañés, que dirige con autoridad académica Carmen García-Calderón. Conociendo los modelos de uno y otra, no hay puestas en escena más dispares. Regía la prohibición escolar de cubrirse la cabeza y Daniel Lebrato, como un Dandi Gandhi o como un Lord Skinhead, venía con la calva cubierta a todas horas. Carmen Calderón se lo tomó a bien, total:
—Me han de venir alumnas con velo.
Y encargó al nuevo profesor, algo poeta, la recién creada Área de Igualdad y Coeducación, caramelo envenenado: «¡Si no se lo comen mis carcamachos del claustro; a ver quién se come a quién!»
Y Lebrato empezó a colgar pinzas en eLTeNDeDeRo de la cultura de la igualdad y coeducación, muy tablón todo, según se entraba en el Montañés a mano izquierda.
A final de curso, y para la cena despedida al profesorado emérito, Lebrato compuso cuatro sonetos. Uno, para la ocasión y tres para Carmen Calderón, que forman el póker: Finales imaginarios de Carmen Calderón. Lo de ‘finales imaginarios’ lo tomó del pintor Amalio, Amalio García del Moral, famoso por sus Finales imaginarios de la Giralda, siempre en su plaza de Doña Elvira.
Quince años después, eLSoBReHiLado publica los Finales imaginarios de Carmen Calderón, de Daniel Lebrato, cuatro sonetos de someto el soneto que llevan por dedicatoria
/ a su consideración más distinguida /
COMBATE CON VATE DE INSTITUTO
Triste papel, poeta de instituto,
cuando a final de curso —¡Que hable el vate!—
vas y te sacas tus cuartillas: ya te
perdió la vanidad. Sabes que tú to-
davía chuparás mil clases, tuto-
rías, guardias y claustros, hasta el mate-
mático fin de tus trienios. Date
valor y a nadie envidies. Ten el luto.
Sé breve. ¡Se jubilan!, y eso es todo.
No preguntes, retórico, por quién
están doblando las campanas -bien
que sabes por quien tocan- y haz de modo
que no -como a aquel vate de Astérix- te
dejen por pelma amordazado y triste.
SOMETO EL SONETO
a su consideración más distinguida
Si, como en el teatro, las tres reglas
-lugar, tiempo y acción- se dan de sobra,
y como no terminan bien las obras
con planteamiento y nudo si no arreglas
el desenlace, habrá que darle a Carmen
Calderón un final Daniel Lebrato:
que Carmen, a sabiendas que es teatro,
murió de un patatús guapa y en carne
y hueso de piedad de un secretario.
Fue al ver entrar a un profesor en bici
hasta la sala profesores albo-
rotando el claustro con su Apocalipsis:
—Soy tu futuro: un día, ¡todos calvos!
SOY TU FUTURO: UN DÍA, TODOS CALVOS.
Y no le dije: «—Entrega el caucho, nena.»[1]
porque uno es educado y coeducado
y, la verdad, porque me daba pena.
Pero ella, Barbarela y Pizpireta:
–Te crees tú eso, calvo, tu futuro
será quitarle el polvo a mi moqueta.
No es este tu despacho ni ninguno.»
Y luego, incontinente,
caló el teléfono, llamó a un conserje:
–Pónganme a este de patitas, déjen-
lo a pan y tiza y Plan de Centro, lo de
los pelos y señales de la Lode.
—Y déjenme, que tengo permanente.
LAUDATIO O EPITAFIO ANACOLUTO[2]
del tipo your name here, para entendernos,
para una profesora a quien pusieron
su nombre al jubilarse a un instituto:[3]
—Ésta que veis aquí fue profesora
respetada y feliz, puesta en papeles,
de firma, de ilustrísima y bedeles,
maestra de maestros y de alfombras,
que puso tantos puntos a las íes,
que no se jubiló de ilma a señora,
sino ascendió a los cielos de este Ies
(y aquí se pone el nombre que la nombra).»[4]
EPÍLOGO DE ALBERTO LEIDÁN (2005)
El panegírico teñido más o menos de elegía es un clásico en la literatura de empresa. Terribles palabrillas de homenaje previsible. Cuartillas que el de turno se levanta y se atreve a leer en público. A Daniel Lebrato le va la marcha. Desde la célebre prosa Historias para no volver (2000) que fue vista con lupa en las alturas por incitación al absentismo, y desde las Sevillanas de María Luisa Cuello:
No me lo creo,
que te gusten las clases
más que el recreo.
pasando por las despedidas a Adela Perea, José María Aguilar o Antonio Troncoso.
El Combate con vate es del género enésimo: tópico viejo y gastado de “no quiero cantar pero canto”. Formalmente es de género arduo, pues aborda rimas imposibles y lo hace sin que se note. Es parte de una guerra que tiene su escena en otra parte: Vigencia del soneto, feroz crítica a lo que se vio en el libro del Ateneo de Sevilla, en 2006: que el soneto estaba herido de rimas[5]. No se puede seguir rimando camino con peregrino, historia con memoria ni mundo con vagabundo. Detrás del vate está el váter, y es de creer que el ripio calle una temporada.
El epitafio es igual poesía de oficio. Hacerse un poema poniendo your name here es como hacerse la foto tras el cartón piedra en la barraca de feria.
Y el final imaginario de Carmen Calderón, un reír mutuo y de sí mismo.
De todas las personas de su entorno, Daniel Lebrato Martínez fue el último en conocer a Carmen Calderón. Antes hay que hablar de Pilar y Rocío Villalobos, Orestes Elías, Jose Marrodán, Ana Osuna, Pepe Salazar, Pepe Martos, Jorge Burgos, Rafael Gálvez, Carlos Balbontín, Carmen Satué, Carmen Torres, Nieves Martín, Chelo Morilla, José María Conget, José María Vaz de Soto, Encina Blanco, Juan Lamillar, Ignacio Ríos, Juan Andivia, Diego Vaya, Andrés Tudela, Manuel Benito del Valle, Fernando y Javier y Alberto y Alejandro Villalobos.
Daniel Lebrato vino al Martínez Montañés a comprobar una leyenda.
Final por ¿Quién como yo?
Si por mi amor quisieras delatarte
no un trazo de arcoíris
ni un toque de carmín
te bastarían.
¿Quién como yo? (1996)
Álbum de fotos:
Jubilación de Carmen Calderón
(Alcázar de Sevilla, diciembre 2006)
[1] entregar el caucho (del sello de firma autorizada) se dice en jerga como en la vida, y por la milicia, “entregar la cuchara”, o sea, ‘morirse’.
[2] laudatio discurso académico honorífico. epitafio inscripción funeral. anacoluto pérdida del hilo gramatical (versos 3 y 4).
[3] “para una profesora jubilada cuyo nombre pusieron a un instituto”
[4] Endecasílabo oculto: “Fue Carmen Calderón, la Calderona.”
La Calderona se dijo en ponderación lírica como se usa decir la Galindo, la Callas o la Caballé.
[5] Homenaje a la Fiesta del Soneto, celebrada en el Ateneo de Sevilla en 1912. Ateneo de Sevilla, 2006.