Recreación de una letrina inglesa de mediados del siglo 14.
(Foto El País, 22.10)
escatología es palabra que en español castellano expresa y unifica dos resultados; el DLE (2020) los numera, 1 y 2:
escatología 1. Del latín moderno eschatologia, y este del griego éschatos, ‘último’: Conjunto de creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba. (Suyas son la religión y la elegía.)
escatología 2. Del griego skatós, ‘excremento’: coprología. Uso de expresiones, imágenes y temas soeces relacionados con los excrementos. (Y uno se pregunta ¿por qué soeces? Vamos a soez y el DLE nos responde: soez: bajo, grosero, indigno, vil. ¿Qué hay de bajo, grosero, indigno o vil en excrementar o en dar del cuerpo los excrementos?)
La clave está en hacer, “hacer caca”, cuando en realidad la caca ya está hecha y lo que falta es la deposición. El castellano cuando caga es que caga de verdad y a ninguno le interesa cagar por casualidad.
La relación de Daniel Lebrato con la escatología, quitando fases de crecimiento y discernimiento, pasó, en la edad adulta y literaria, por tres episodios que refiero por si les interesa para su hemeroteca laxante, siendo ésta la que se lee en el váter mientras hacemos caca.
primera escatología
Primavera 1983
Mi primera interpretación literaria de la escatología iba en el sentido escatología 1, al modo del ubi sunt (qui ante nos fuerunt o qui ante nos in mundo fuere), y fue una elegía en forma de soneto sobre una anécdota real. Ocurrió el Día de la Primavera de 1983 cuando se realizó en el entorno de mi instituto de Valverde del Camino (Huelva) una jornada escolar de repoblación forestal en medio el páramo, única vez en mi vida que yo he plantado un árbol.
El instituto radica en la carretera de Calañas, en las afueras, junto al campo de fútbol. Y el arbolito duró lo que dura un fin de semana. En cuanto el equipo local, la Olímpica Valverdeña, jugó su partido del domingo en casa, se ve que algún aficionado, por aparcar su coche, metió la rueda y aplastó el plantón. Daniel Lebrato, parodiando los sonetos del siglo de oro, escribió un Laméntase de un árbol arrancado poco antes de nacer, elegía vegetal que dice así:
LAMÉNTASE DE UN ÁRBOL ARRANCADO
POCO ANTES DE NACER
(Un Soneto Anónimo del Siglo XVII)
Éste que ves aquí, oh Peregrino,
cíclope ciego que tu paso esquiva,
bacín para tu orina y tu saliva,
cuna de un árbol, hoy es desatino.
Negóse a ser desierto, a Libia vino
apenas levantó su frente altiva,
Ícaro vegetal que a darle iba
fruta a tu boca y sombra a tu camino.
No le valió nacer con Primavera,
ni Mayo conoció su flor temprana,
ni fue bastante mano cuidadosa
a defender la Muerte de su vera.
No pudo ser, que la barbarie humana
al hoyo fértil lo prefiere fosa.
segunda escatología
Daniel Lebrato edición de Quevedo,
Gracias y desgracias del ojo del culo
Padilla Libros, 1996.
Algo escatológico vería en mí el librero Padilla allá por 1995 cuando me encargó, si yo lo aceptaba con gusto, una edición del Gracias y desgracias del ojo del culo de Quevedo, libro que por entonces estaba absolutamente descatalogado. Yo acepté encantado, sonetista como era, y de ánimo y devoción por Quevedo. Así que me calé los anteojos de maestro oculista y le di a la cabeza y a la tecla y ese fue el primer trabajo que hice íntegramente en procesador de textos, con todo su aparato de notas a pie de página, al final y al margen.
En 2017, vino a sumarse a esta edición mi primo Rafael Moya con una interpretación al óleo que hoy forma parte del libro. Pueden verlo y leerlo todo pinchando aquí:
Gracias y desgracias del ojo del culo
tercera escatología
CACA DE FEZ, 2002
Caca de Fez equivale o sustituye a la caca maraca, lo fútil o de poco valor que, sin embargo, se guarda para mejor ocasión. Sucedió en febrero de 2002, cuando un grupo formado por Rafael Gálvez, jefe de expedición, Pepe Lebrato, segundo, Pilar y yo, de paquete, nos adentramos en el Marruecos más profundo, viaje para nosotros, sin Gálvez, imposible. Paisa, hotel, Paisa, vigilo coche, Paisa, hachís del bueno, Paisa, sin guía, peligrosa medina.
Merzouga es un pueblo en el sureste de Marruecos, a 50 km de la frontera con Argelia. Allí vimos amaneceres y puestas de sol en las dunas, tan célebres, que una multitud de guiris con cámara, camellos y ambientes preconcebidos, nos hizo pensar que no hay más desiertos que los perdidos. El caso es que, con el cambio de aguas y los cuscuses en el cuerpo, teníamos los cuatro un buen bolo que al tercer día ya pegaba aliviar en cuanto pudiéramos. Iba a ser, de regreso, en Fez capital, pero lo malo fue la pensión que cogimos.
El servicio era un jiñadero de esos que se usan sin lavabo ni papel higiénico ni nada, un cuarto liso como una cabina de un metro cuadrado, iluminado por una triste bombilla llena de moscas, y consistía en una letrina de obra muchas veces encalada que imitaba un plato de fábrica con su agujero en el centro y con dos relieves donde poner los pies y, hala, a cagar en cuclillas y más te vale hacer canasta. No soy escrupuloso pero me dio tanto reparo soltar aquella noche un muñeco que llevaba conmigo cuatro días (llamar muñeco a la mierda es del diccionario de Carlos Tarín), que me negué a dejarlo allí abandonado y los demás, todos hicimos lo mismo: dejar el excusado para mejor ocasión. Esa fue ya al otro día, que hicimos noche en Chauen, en el Hostal la Joya, albergue económico pero muy limpio. Apenas tomadas las habitaciones, allá que nos fuimos al servicio los cuatro, a descargar. Por eso dijimos caca de Fez. Pasa hasta en las mejores familias. Ya ligeros de equipaje, salimos por Chauen, a cenar, que al día siguiente, el ferry. Ese cuscús ya lo descargaríamos en casa. Como el váter de uno, ninguno.
Toda esta mierda la remueve mi amigo Rafael Gálvez, ante la contemplación de la última plana de El País de ayer:
—Danielito: compra El País y a ver si cagas hoy como Dios manda, no con esas mariconás electrónicas que te llevas al váter.
Yo, en efecto, quedeme y olvídeme y el rostro recliné sobre el cagado. El País papel traía materia para limpiarse el culo: Lo que enseñan las viejas letrinas. Una investigación analiza el microbioma intestinal medieval a partir del análisis de heces en antiguos retretes de Jerusalén y Riga.
Llamé a Gálvez:
—Más hay de Jerusalén a Riga, que de Fez a Chauen. De esta nos pillan seguro. ¡Dios nos coja descagados!
«El microbioma es el material genético de la microbiota, el conjunto de organismos microscópicos (sobre todo bacterias) que viven dentro o sobre los seres vivos. Pesan hasta dos kilos y se encuentran en muchas partes del cuerpo, pero sobre todo en el aparato digestivo. Vitales en la digestión, pueden tener relación con enfermedades gastrointestinales, la obesidad, la diabetes e incluso con la ansiedad y la depresión. Por ello, su estudio es una activa rama de la ciencia actual. Esta nueva investigación demuestra que también se puede determinar el microbioma intestinal de personas del medievo mirando en el que era su váter, cuando normalmente el adn arqueológico se extrae de huesos o dientes, mejor conservados. Al microscopio óptico, hemos identificado huevos de varias especies de parásitos en los sedimentos. Eso demuestra que estas estructuras físicas pueden sobrevivir cientos de años y revelan información sobre los parásitos intestinales. Analizando las letrinas se puede conocer las enfermedades de la época, muestras de la dieta. El adn humano es una molécula bastante resistente. Los especialistas recabaron todo el que había en las dos letrinas y luego, por comparación, fueron determinando el origen de cada uno.»
—De esta nos pillan, ¡seguro!
Otro día hablamos del efecto digital en nuestras vidas y cómo la prensa que se lee por la pantalla del teléfono no solo confirma la extinción del papel periódico para limpiarse el culo (algo no tan remoto, en la infancia, con nuestros abuelos) sino que podría tener sus malas consecuencias en el caso obstinado de que uno se limpie el culo con el móvil, que será lo que hagamos un día de estos.
Foto El País: Recreación de una letrina inglesa de mediados del siglo 14. Peter Dunn (GETTY)
/ a Rafael Gálvez, Pepe Lebrato y Pilar Villalobos /