De vuelta de Sanlúcar, fui al Ecopunto o punto limpio de la Alameda de Sevilla a tirar basura electro electrónica, y me encontré de pronto con tres varones, tres, con muy mala pinta, que sacaban de los buzones u orificios de entrada todo lo que podían. Pensé:
—Antes de introducir yo lo mío, les doy mi chatarra directamente.
Las pilas no les interesaron; mi vieja máquina de afeitar, sí.
Después pensé:
—En esta ciudad (de mierda) donde tanta gente se esfuerza en reciclar y donde tanto dinero se invierte (y se pierde) en dotar y mantener contenedores específicos, ¿por qué no reconocer como un hecho económico que de los contenedores se vive o se malvive?
La leyenda dice que un compañero que fue profesor director en el instituto de las Tres Mil, donde era plaga el robo de coches, motos o bicicletas, tuvo una idea que lo catapultó hasta la Inspección de Enseñanza, Delegación Provincial y Junta de Andalucía, por su efecto hecho fama: el tal profesor, Alberto Moreno Navarro, había pacificado su instituto de las Tres Mil con una aplicación genial del Si no puedes con él, únete a él. Cogió al Jefe de Delincuencia y dio al hombre estrella de chérif del cortijo y lo puso de portero (bedel residente uniformado), cresta de gallo al cuidado de las gallinas. No hubo más asaltos.
Ahora que la ciudad en excepción está obligada a mirarse a sí misma, no solo a la Bienal ni al Festival de Cine, no al Gran Poder o al Emilio Lledó que se homenajea (por cierto, ¿qué ha aportado Emilio Lledó a la humanidad, para hacerla mejor?); ahora que la ciudad ensimismada queda mal retratada, ¿por qué, en vez de tanta concejalía de fiestas que no son fiestas, de santos y fetiches que alguien reza -no digo que no, pero que no sintonizan con los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa-, por qué no contratar a esos tres príncipes de la chatarra y ponerlos bajo la Concejalía (área o servicio) de Hambre, Mendicidad y Desechos Humanos?
Nuevos ministerios para España en horas que sobran tantos ministerios a la rica pompa de la nada. La capitalidad de Sevilla en tiempos de Monipodio, se demuestre ahora dándole carta de ciudadanía a Rinconete y Cortadillo, Cariharta, Gananciosa o la Ganchuela. Por la idea diremos siempre lo que yo dije a mis tres varones reciclantes:
—¡De nada!
En la foto, Bicicultura 2005 Bicicultura 2005 en los Jardines de la Buhaira, azulejo cervantino a Rinconete y Cortadillo.