faldas, melenas y gafas. (1)

Me ha tocado vivir dos potentes oleadas de hegemonía. Una, la democracia, contra la dictadura, que, al final, capitalizó el Psoe, y, otra, el feminismo de cremallera o de equiparación, generación Podemos. La democracia, ya se sabe en qué ha acabado: 3 de agosto, tocata y fuga de un rey sin que nadie haya llamado a una proclamación automática de la república. Y el feminismo, ahí lo ven, en qué quedó lo unisex: barbas frente a melenas, tacones o uñas pintadas. Si la democracia vino avalada por la libertad, el feminismo vino con la igualdad bajo el brazo. De la fraternidad, se encargarían las oenegés.

A la democracia de la Constitución del 78 no la voté, y mi feminismo lo puse a prueba en 2005, cuando mi directora Carmen Calderón me encargó la implantación del Plan de Igualdad y Coeducación en el instituto Martínez Montañés, de Sevilla. Soplaban vientos de cayucos y pateras, y en Ceuta y Melilla saltaban la alambrada varones de hembra tapada y hembras tapadas. La Alianza de Culturas y Civilizaciones, 2007, vino a ponernos un velo: que unas alumnas se cubrieran cuando a sus hermanos y resto de alumnado se les prohibía gorro o gorra en clase. Mi cambio de instituto, en 2008, me quitó ese velo de encima.

Además del contrasentido del tapadismo religioso, incompatible con toda igualdad y laicismo, el grupo gay -que ya aportaba la insoportable levedad del mariquita amanerado- amplió sus letras hasta el lgtbiq. Bajo el orgullo gay o elegetebeí, tuvimos un amplio grupo de presión y de expresión que iba del “sé tú mismo” al “a quién le importa lo que yo haga”. No solo la coeducación, la educación toda se había desconfigurado. O, lo que es lo mismo: una generación renunciaba a educar a sus menores.

Cuando la crisis del 2008, en España no había ni clase obrera ni ideas de choque contra la propuesta del Psoe para reflotar la economía de clases medias: reconversión militar de industrias civiles (Airbus, Casa o Navantia); España, paraíso turístico (invención de bobas fiestas o consagración de rancias tradiciones, toros, procesiones) y homologación de lo desigual dentro del todo vale: ya teníamos el triángulo de la buena vida por paseos y alamedas: el bebé en el carro, la bici en su carril y la familia con perro. Nociones como hombre embarazado, vientre de alquiler, trabajadora sexual, zona de confort, máster chef, gastro todo y cazatalentos de tribunal, fueron compatibles con bienvenidos refugiados y con mujeres soldado que reproducirían el modelo. Hembras y varones con acceso a imprenta se pusieron como locos a buscar mujeres en el pasado, donde no las había. Cualquier otra idea o ideología, a esas alturas, parecería un atentado a los derechos humanos de tanto humano condicionado por democracia y feminismo. El sí se puede de Pablo Iglesias quedó a la sombra del Psoe. Donde en cualquier otro agosto hubiera estallado la república, aquí el rey se va y no pasa nada. Era el emérito, estúpido. Se creerá progresista el referéndum monarquía o república, que perpetúa la Jefatura, mientras a otra España machacan por hacer referéndum por su derecho a decidir.

En esa escala y donde tanto se mira y nos miran, mundo selfi, mañana hablamos qué dicen o qué significan (como signos) convenciones como barbas, faldas, melenas o gafas. No hace falta tatuarse ni perforarse. Las indumentarias convencionales también las carga el diablo del si ellas quieren o del si a ellos les gusta.

SIGUE EN FALDAS, MELENAS Y GAFAS (2)

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