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El diablo está en todas partes.

diablillo del acueducto de segovia
revista de prensa para una quincena endiablada

El diablo está en Cantillana es una historia del siglo 14 llevada al teatro por Luis Vélez de Guevara en 1620. El protagonista fue un poderoso de tan cruel y legendaria fama, que el propio diablo no se atrevía a entrar en la ciudad de Sevilla –fueran a gastarle un ajuste de cuentas– y había que ir hasta Cantillana, donde despachaba asuntos de gobierno o de palacio que serían de su incumbencia.

Muy recientemente se ha multiplicado el diablo por todas partes. Asociaciones de víctimas del ateísmo han visto o creído ver al diablo en los carnavales de Cádiz: chirigota Aquí estamos de paso, donde el paso eran pasos de Semana Santa; en la aldea del Rocío, donde un grupo en fin de año se atrevió a imitar el paso de la Virgen del Rocío; y, entre una y otra burla, en Segovia, donde el diablo que habita el acueducto se ha visto a punto de desahucio por ofender el sentimiento religioso.

Quédense con estas páginas que ilustrarán la seria posibilidad de que Diego Vaya, profesor y poeta sevillano, haya tenido algo que ver con estas idas y venidas del diablo a la noticia o a tribunales (que viene de tribu),

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seguidas de otras no menos sustanciosas de leer este febrero endiablado:

El poeta sevillano Diego Vaya recibe el Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma de Nava (El Norte de Castilla)

Diego Vaya, prólogo‑epílogo (con un cameo de Daniel Lebrato)

El diablillo seguirá junto al Acueducto de Segovia por concluir el juez que no ataca la libertad religiosa. Un juzgado rechaza el recurso de una asociación de vecinos de la ciudad al determinar que no hiere el sentimiento religioso y prevalece la libertad de creación artística.

La parodia de la procesión de la Virgen del Rocío puede salir cara a sus autores. Independientes por Almonte anuncia que denunciará por profanación de lugar sagrado y ofensa a los sentimientos religiosos al grupo que protagoniza la escena grabada en Nochevieja (ABC)

De una pared sevillana a meme internacional: “emosido engañado” (Verne El País) + El meme viral “Emosido engañado” se fraguó en Alcalá de Guadaíra (Diario de Sevilla)

Acció Cultural pide en el Congreso que al valenciano se le llame catalán (Las Provincias)

La increíble historia detrás de El Cristo de Kennedy | Diostuitero ha visitado Granada y nos cuenta la historia de uno de los cuadros más fascinantes que hay en la Alhambra. @diostuitero

Goodreads: la red social que mató al crítico literario (El Mundo)

La cara B de la movida madrileña: pijerío, machismo y postureo (Esquire)

Fariña Poética: mafias, corrupción e indiscreciones de la vida poética en España (Antonio Orihuela en Portal de Andalucía)

diablillo del acueducto de segovia

Juan Carlos Aragón, la libertad contra las cadenas.

Juan Carlos Aragón

No se lleva la ideología y, menos, de ideas críticas (miedo da decir ‘de izquierdas’) y, mucho menos aún, si nos referimos a un género entre culto y popular como el Carnaval. Hay que recordar que carnavales hay tres: el carnaval de antifaz (Venecia); el de sambas y culto al cuerpo (Río, Tenerife) y el de agrupaciones musicales o comparsas, como el Carnaval de Cádiz (y éste en dos venas: la oficial en el Teatro Falla y la más llana en la calle).

De los tres carnavales, el más ripioso para un poeta y el más musical para un músico, es siempre el Carnaval de Cádiz, donde Juan Carlos Aragón, poeta y músico y guitarrista, se ha movido como pez en su agua; otros lo hicieron, pero JCA ha dejado una huella que no se puede borrar y más ahora que llega el carnaval 2020 marcado por su ausencia. Tanto palabreo tópico viene para decirr: oigan, vean y lean a Juan Carlos Aragón.

De Juan Carlos Aragón vídeos obtenemos 290 mil resultados en Google. De Juan Carlos Aragón libros: La risa que me escondes (2010), El Carnaval sin nombre: ni mayor el arte ni selecta la chusma (2012), antes El carnaval sin apellidos (2010), Los últimos versos del Capitán Veneno (2015) y El pasodoble interminable (2017). El Carnaval sin mí será su libro póstumo.

Conocí a Juan Carlos Aragón Becerra (Cádiz 1967 / 17 de mayo de 2019​) a través de Manu Sánchez, CanalSurTV. Antes, había oído hablar de Juan Carlos Aragón (sonando a rivalidad con Antonio Martínez Ares), pero (quizá porque mi carnaval era de calle, y no del Falla) nunca escuché en directo –por la tele sí– comparsa o chirigota de Juan Carlos Aragón. Sí sabía yo, y la buscaba, la ciudad de Cádiz crítica en que él militaba; nunca la chovinista Cádiz, que esa, como en mi Sevilla, yo conocía y, he de decir, he repudiado desde que tengo noticia de mí.

Hay dos Cádiz. La Cádiz de la Libertad y la Cádiz del ¡Vivan las caenas! Juan Carlos Aragón, rompió las cadenas.

Gracias: Manu Sánchez.

Son dos programas, El Mesías y La Leyenda, cuatro horas deliciosas para ponerse los cascos o para perder la vista ante la pantalla.

–Juan Carlos Aragón, El Mesías

–Juan Carlos Aragón, La Leyenda

La fiesta según Sevilla.

Fiestas de Primavera

un ensayo sobre la crueldad o una temporada de confort

Temo al infierno porque es la temporada del confort.
Arthur Rimbaud, Une saison en enfer (1873)

1.
«La prueba está en abril, cruel, que hace florecer a las lilas.» La letra es de Juan Cobos Wilkins, en su prólogo a De quien mata a un gigante (1987), y la idea, de T. S. Eliot en su obertura a La tierra baldía (The Waste Land, 1922), poema titulado El entierro de los muertos (dedicado por Eliot a Ezra Pound, il miglior fabbro): «Abril es el mes más cruel: engendra/ lilas de la tierra muerta, mezcla/ recuerdos y anhelos, despierta/ inertes raíces con lluvias primaverales./ El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo/ la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo/ una pequeña vida con tubérculos secos». [lila, flor de la lila y coloquialismo por tonto, fatuo. abril, raíz aphr, aphro, acortamiento de Afrodita, diosa de la belleza y del amor, o de aprire, abrir, por el abrir de las flores, primera juventud como la de quien cuenta sus años por abriles.] Sea como sea, desde el 21 de diciembre, solsticio de invierno, los días han ido durando más, primavera antes de las doce uvas del año viejo y antes del Ya es primavera en El Corte Inglés. Únicamente el calendario cristiano, con su paso atrás (o flashback) de la Pasión, disturba una cronología recta, simple y natural (como dictada por naturaleza).

La antropología de la conservación ha hecho infinidad de cabriolas por demostrar que la pasión y muerte de un particular es alegría. Y ahí están los carteles de Fiestas de Primavera que unen Semana Santa y Feria de Abril (desde 1912, cartel de García Ramos), con toques de Toros en la Maestranza. Por algo, Isidoro Moreno[1], Jiménez Barrientos y Gómez Lara[2] se empeñaron en armonizar un mundo cofrade con una visión más progresista y social. Y la Semana Santa la han resuelto en ¡fiesta de los sentidos!: cómo se ve, cómo se toca, cómo se huele, cómo se oye, cómo se bebe, se come y nos seduce la Semana Santa de Sevilla. El problema es que la misma antropología se registra en otras latitudes y estaciones más frías.

2.
Sevilla se la inventó el capataz que bajó de Itálica o del Aljarafe hasta la Alfalfa, lo más alto y lo menos malo de Híspalis, la infelice en cuanto se desmadraba el río. Este señor dio en señorito. [señorito, nombre epiceno que abarca señorito macho y señorito hembra, nada que ver con señorita.] Precapitalista y reacio a la revolución industrial, la antítesis del señorito no es el obrero sino el criado, la servidumbre. Lo señorito se asienta en la tenencia de la tierra, viene de una injusticia de siglos: el latifundio; saca sus cuartos de olivos y naranjales y de la ganadería y se los gasta en la ciudad, cifra y compendio del ocio como negocio. Lara el editor lo expresó desde la cama: Si un negocio no da para levantarse a las once de la mañana, ni es negocio ni es nada. El criado ama y odia al señorito, todo, menos el término medio; del señorito aprende y a señorito aspira.

–No tenemos una gorda, pero vamos al Rocío.

Igual que se dice del habla andaluza, que ninguno de sus rasgos lingüísticos es exclusivo andaluz, diríamos del señorito, que nada en él es exclusivo. Los santos inocentes están aquí como en Valladolid o en Extremadura; y La escopeta nacional, lo mismo en Madrid que en Valencia. Lo pertinente, o impertinente, de Sevilla es la concentración de rasgos; su mirada de César o de Carmen la cigarrera viendo morir gladiadores; idéntica mirada, la de las santas y venerables cofradías, antiguas de nobles:

–Que carguen en silencio costaleros bajo faldones, que no quiero verlos, que no quiero oírlos ni olerlos.

Y, por eso, el incienso y las flores.

Desde 1972, los hermanos costaleros no corrigen sino culturizan esta mirada frente a otros modos, menos violentos para el cuerpo, de llevar los pasos, por Málaga o Cádiz. Para el señorito costalero, hecho al gimnasio y a la ostentación, los cargadores del puerto, sindicales, no hacían más que quejarse por vicio:

–¡La fe no pesa!

Y en tauromaquias los caballeros de Sevilla, cortos de rienda y de hacienda, reservaron sus jacas árabes y jerezanas para el rejoneo de salón dando la venia a sus gañanes, otra vez gladiadores a pie sobre la arena:

–¡Que corneen a Pepe-Hillo y nosotros, maestrantes, a ver los toros desde la barrera!

Como, desde la barrera, se asoma el señorito a la Feria de Abril, ese baile macho por sevillanas, que reducen a faena de aliño con su bajonazo final a la cintura. Cuando del tablao de Feria se pasa al tablao flamenco, el señorito abdica en el bailaor de turno, que es quien expone su cuerpo serrano, con lo que es el miedo al ridículo en un español de Sevilla. En el flamenco se gasta el señorito la estética de convidar y de ir marcando el compás con los nudillos sobre la mesa. Antes, marcaba también a la gitana (tal vez gitano) que se exhibía para él, que es quien pagaba las copas y quien peritaba la mercancía antes del reservado donde el señorito a la gitana, como a la criada, se la tiraba, ¡vaya si se la tiraba!, equivalente hombría a la que, por el Rocío, denunció Alfonso Grosso en Con flores a María (1981). Vázquez García y Moreno Mengíbar, en Poder y prostitución en Sevilla (1995), han puesto en orden, ya que no en limpio, ese mundo de cafés cantantes por la Alameda y ventas Antequera, donde no han faltado ni el pecado nefando ni la pederastia, con clientela de cortijo, quepis, tricornio y sacristía.

Y es que, de los cinco sentidos, de ninguno se goza el señorito como de la vista y ser visto (luciendo la cartera: Sevilla en sus bares). Y no será porque Viena, Venecia o Praga se contemplen menos. Es que tienen otras clases dirigentes y otras hegemonías.

3.
Una vez sometidos por la Corona los incómodos tercios moro, judío y protestante, la ciudad barroca fue pura Contrarreforma, más romana que Roma. Y ahí está la aportación de Sevilla (su I+D) a la cultura universal: el dogma de la Inmaculada. En esa mujer virgen y madre el señorito se retrata a sí mismo en su auto de fe en lo inmutable mutable, Don Juan en los altares. No hay una Sevilla frívola frente a otra a la altura de la historia. No hay más Sevilla que la que arde en cirios de nazarenos, habanos de la Maestranza y candelas del Rocío. De Sevilla, se puede decir lo que del dinero y la buena vida: la hay más barata, pero ya no es vida. Hay más Sevilla, pero ya no es.

–Ese tío no es rociero.

Esa otra Sevilla tendrá que preguntar a su intelectualidad y artisteo de copyright qué hacen por ella. La mayoría, cultivarse a sí misma, como hicieron los Caro, Arguijo, Laffón o Romero Murube. Biblia del Oso, Abate Marchena o Blanco White vienen al pelo para sostener la historia de los heterodoxos sevillanos. Esa propensión al mito y algún arquero fino de Sevilla cautivaron a Jaime Gil de Biedma. Pero del mito al misterio hay mucho trecho y, más aún, hasta la ciudad profunda y esquiva. Como en la máscara de Esopo o en la canción del roquero Silvio, no busquen más, que no hay. Sevilla, belleza hueca como la cabeza del señorito.

La cara popular, y no libresca, del mito se resume en Cernuda: el Sur es una tierra que llora mientras canta (aunque Cernuda se refería a un blues) y en Manuel Machado: cantando la pena, la pena se olvida. Para penar y cantar, el pueblo está doblemente motivado. Por solidaridad con los suyos y por contraste con la vida que se pega el señorito en la ciudad de la gracia.

No menos gracia tienen en Cádiz y ya vieron cómo acabaron con la Pepa de 1812, con ¡Vivan las cadenas! ¡Vivan las cadenas! que hoy expresan clases cautivas del Psoez Estado del Bienestar: pedid y se os dará: más servidumbre y más criados. La Andalucía libre por sí y por la humanidad asoma la patita por la novena provincia andaluza, Cataluña, ¡Vivan las cadenas!

4.
Recuerdo a mis amigos Jiménez Barrientos y Gómez Lara, Jorge y Manolo, empeñados en conciliar las esencias de Sevilla en un proyecto vital y (miedo da decirlo) de izquierdas. Cofradías. Rafael de León. Concha Piquer. Acaso aquel esfuerzo fue comparable al que hicieran ilustres del siglo 18 por aunar patria y progreso sin salir afrancesados en la foto. Bajo el poderoso influjo de Umberto Eco, Apocalípticos e integrados (1964); de la Crónica sentimental de España, de Vázquez Montalbán (1971) y de Isidoro Moreno (1982), con su lectura laica y republicana de la Semana Santa, Jorge y Manolo lo intentaron. Que si la fiesta de la pasión y de los cinco sentidos. Que si la copla como transgresión o escape. A la vista del Giraldillo, que sigue veleteando la herejía, solo nos queda lo que al penúltimo heterodoxo de Ramírez Lozano: caminar por la sombra.

La ludopatía de Sevilla empieza en la Cabalgata y dura de tres a seis meses, Cuaresma y Pentecostés. En ese espacio la Sevilla que puede permitírselo sale de una fiesta y se mete en otra, anda de víspera en víspera, de resaca en resaca, encabalgamiento que ejemplifica el Domingo de Resurrección, ya en la Maestranza. Es ciclo que pasa por el Rocío y se hace verano en Matalascañas con dos citas de cierre y vuelta a la Catedral: Corpus y Virgen de los Reyes (15 de agosto). En ese paquete falta el Carnaval, que huyendo de la ciudad de la gracia se fue hasta Cádiz. Un tiempo hubo carnaval en la Alameda de Ocaña (1947‑83), Nazario y del Teatro Real, pero, tras el sida, derivó en Orgullo Gay agradecido. Y hubo además carnaval no declarado la víspera de la Inmaculada (8 de diciembre), pero en esto llegó Palacio (Arzobispal) y mandó parar. Tampoco ha cuajado la feria de otoño o de San Miguel, cuando Sevilla tira al campo o a la sierra, candelas, setas y castañas. Nota. El señorito sevillano despacha todo el ceremonial casi sin quitarse el traje oscuro de capillita que se puso el Miércoles de Ceniza.

En el tardofranquismo, integrarnos en ese calendario parecía compatible con el cambio que esperábamos. La militancia de la Transición (con tanto cristiano por el socialismo) identificó Reconciliación Nacional con reconciliación con las hermandades y, enseguida, con Felipe González, toda España a bailar por sevillanas, y a la Expo en Ave. En Feria abrieron caseta la Pecera y El Garbanzo Negro, luego vendrían las de distrito. El Cerro del Águila sacó dos hermandades, de penitencia y de gloria al Rocío; también al Rocío, el Polígono Sur. Chavales de barrio, canis vestidos de capillita, cruzaron el Tamarguillo buscando el Centro, engominado y pijo. Parecía que por fin se abría el tarro de las esencias tan celosamente guardadas por la Sevilla de negro y del ABC. Que si quieres. La Sevilla de negro iba a mostrarle a la de colorines quién manda en la Carrera Oficial. Primero, porque la democratización empezaba a ser preocupante y, después, porque la Sevilla católica y mariana iba a acudir con renovado ímpetu de segunda Roma al rescate de Occidente, a contra imagen del Islam, según se entra a mano izquierda con feminismo del 8‑M por sus mujeres tapadas. Con ustedes: ¡Cultura y Civilización!

Nuestro intento (yo me incluyo) se rompió por tres ejes. El eje de las clases sociales, el eje de las creencias (al final, Dios distingue a sus fieles, de entre curiosos, laicos, guiris y diletantes) y el eje de la antigüedad, que en Sevilla es más que un grado. Faltando el eje de las ideas, no pudo ser, no pudo ser.

Abril sigue haciendo florecer a las lilas y, sobre todo, a los lilas. Temo a la fiesta según Sevilla porque es la temporada del confort.

Daniel Lebrato, para TeVeo ©

[1] Isidoro Moreno Navarro: La Semana Santa de Sevilla. Conformación, Mixtificación y Significaciones. 1982.

[2] Jorge Jiménez Barrientos y Manuel José Gómez Lara: Semana Santa en Sevilla. 1992.


pejiguera

 para el Martes de Carnaval.

De un montón de cosas que nos amargan la vida, pública o privada, podemos decir que son pejigueras. Y para qué poner ejemplos, estando a la vuelta del miércoles de ceniza (que ya es cenizo) doña Cuaresma, el 8 de marzo, la sentencia al Procés o las elecciones anticipadas.

En pejiguera luchan y se dan la mano el fitónimo, nombre femenino de la planta y de la plaga que ocasiona de hojas de pejiguera (duraznillo), y el adjetivo que, por metáfora, se aplica a varón o hembra, persona cansina por naturaleza. Eso explica el género gramatical (masculino, femenino, neutro), que oscila en la estadística de usos en Google: pejiguera [38.900] una pejiguera [2.670] un pejiguera [1.420], un pejiguero [1.530] pejiguería (no en Drae) [751 resultados].

El Google Oxford da la palabra como femenina y coloquial y como exclusiva del español de España (lo que no es cierto): “cosa molesta y de poco provecho que trae muchos problemas y dificultades”. El Vox Larousse: “Del bajo latín persicaria, duraznillo: Cosa o asunto que causa dificultades y molestias sin reportar grandes beneficios. Sinónimo: lata”. La Academia, también femenino y coloquial: “1. Cosa que sin traernos gran provecho nos pone en problemas y dificultades. 2. hierba pejiguera (moco de pavo o cresta de gallo), duraznillo”.

La raíz sería el latín persicaria, duraznillo, de persicus, melocotón. Corominas data la palabra en 1607 y la acepción ‘embarazo’ o ‘dificultad’ la explica por el sabor picante de la planta. El Wiktionary trae pejiguera como masculino y libra a las hembras: “Persona de sexo masculino que frecuentemente encuentra faltas y reparos a asuntos de escasa importancia, sinónimo: tiquismiquis”. Word ofrece como sinónimos lata, pesadez, joroba, monserga, impertinencia, fastidio, estorbo y alguno más. El Etimológico de Chile pasa del melocotón y se centra en sus hojas, que son muy invasivas, atascan las acequias y forman una maraña muy difícil de desenredar, verdadero incordio para los agricultores, de donde vendría la pejiguera como quien dice la peste, la plaga, la ruina, la muerte para la cosecha. En el Drae de 1817 no aparece el fitónimo sino embarazo, disgusto o dificultad. En 1956 la Academia rectificó y dio paso a la acepción actual.

Para la pérdida de la ere de persicaria (ere que sobrevive en albérchigo y prisco), el de Chile remite a piesco y piescu, asturleonés, gallego pexego, portugués pêssego. La línea sería gallego pexigueira > castellano *pexiguera > español pejiguera, entre Galicia y Extremadura, donde la palabra es muy potente.

La casa recomienda que no se muestren pejigueras y faciliten la vida a su entorno. “Yo vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas”, decía el buen Antonio Machado. No hagan como quien vive en guerra con los hombres y en paz con sus entrañas, cómodo para ir al váter, complicado cuando se sale de casa.


 

dar cuartos al pregonero.

Joaquín Sabina pregona el Carnaval en Cádiz

Igual que en “hasta mañana” hay quien añade “si Dios quiere” sin creer en Dios, vamos dejando muletillas sin venir a cuento o quizá porque el subconsciente nos traiciona. Torra, Puigdemont y Artadi son los únicos tres nombres propios de la política española traídos a su pregón de carnaval por el pregonero Joaquín Sabina. Los encajó así: «El carnaval es un fuego / que agita el mítico juego / de la duda. / Y si pa colmo es en Cádiz / Torra, Puigdemont y Artadi / me la sudan». (Yo creí haber oído [arcadi], por Arcadi Espada, tenido por facha, pero no: se trata de Elsa Artadi, diputada por Junts x Cat que alguna vez sale por la tele.)

Seguramente [artadi] solo aparezca por su sonido y por rimar con [cádiz] teniendo en cuenta que el esforzado en la rima consonante alcanzó estas cimas: «No me calientes la boca / que ya vengo calentito / y puestos a hacer versitos / hoy tiro porque me toca; / le pido a las musas locas / que alumbren mis gorgoritos / dándome un empujoncito / que me iguale con tu altura / ya que la literatura / en Cai me ha puesto un pisito

Dar cuartos al pregonero [un cuarto (5.990 gugles), dos (574) o tres (4.810)] significa compartir con persona indiscreta algo que se sabe que esa persona va a difundir a la primera. «Por algo me he vestido de pirata / pa tener bula pa meter la pata / de palo, que a mi edad no es mal remedio / pa mi pierna más larga: la de en medio.» Anti catalanismo, ripio y masculinismo ¿para agradar a una audiencia españolista poco versada y chabacana?

Otro día nos preguntábamos si esto es “el hombre”. Hoy nos preguntamos si esto es poesía inteligente y progresista. De comparsa, el coro de amistades de Sabina y, del resultado, dijo la prensa: ¡un pregón inigualable! Lo suyo: dando cuartos (que son euros, propaganda y aplausos) al pregonero.


–enlace al guion del pregón completo

Feria de Abril, de diez días.

El argumento que dice más días de Feria no, que no los soportarían ni el cuerpo ni la cartera, tiene este otro: ¿quién le manda a usted ir, señor o señora mía? ¡Ni que ir a la Feria fuese una obligación! En realidad lo es: feria de vanidades empezando por tener caseta y desde el pescaíto hasta los fuegos artificiales.[1]

Vamos a imaginar que la Feria, como parque temático, adopta las fechas de una feria permanente (abierta, supongamos, de abril a octubre). La Feria estaría ahí como estuvo la Expo o como están otros parques temáticos y quien puede ir va y quien no puede o no quiere ir no va, ¿cuál sería el problema?

Entre un extremo y otro está la virtud: el modelo de fiestas de diez días, los que van de un viernes por la noche al segundo domingo por la tarde noche, modelo que siguen el Carnaval de Cádiz o las Cruces de Lebrija: dos fines de semana (seis días) muy potentes, festivos de por sí para una mayoría en situación de trabajar, y cuatro días laborables menos potentes, de lunes a jueves, cuando la fiesta se mantiene a otro ritmo. No, que ahora, al echar el cierre en sábado por la noche, queda un fin de semana engollipado y absurdo. Mañana, media ciudad jodida desmontando en domingo (se supone se pagan las horas extra) y media ciudad jodida a ver dónde nos reunimos o dónde comemos hoy, la familia, cuando en la caseta hay de todo y estábamos tan a gusto. No tiene sentido.

El alumbrao sería un viernes a las 24 horas. El pescaíto, esa noche o la noche siguiente, del sábado. Y los fuegos, tal como este año, el segundo sábado a las 24. El desmontaje de la parte pública y notoria (municipal, vaya) se haría el lunes siguiente al domingo de cierre, día laboral donde los haya. Patronal y sindicatos no tendrían nada que objetar.

[1] Desde 1847, primer año de Feria, a 1864, diecisiete años estuvo la Feria sin fuegos artificiales. Y las primeras fechas de la entonces feria agrícola y ganadera fueron los días lunes, martes y miércoles de Semana Santa, que entonces empezaba en Jueves Santo (de lunes a miércoles no procesionaban cofradías).

martes de carnaval

Don Carnal y Doña Cuaresma

El primero de todos que ferió a don Carnal,

fue el puerro cuello albo, e feriolo muy mal,

físole escupir flema, ésta fue grand’ señal,

tovo doña Quaresma que era suyo el real.


Martes de Carnaval. Buen día para leer el Libro de buen amor, de Juan Ruiz Arcipreste de Hita, y a Valle‑Inclán, Martes de carnaval y Ruedo Ibérico.


Y en Diario de Cádiz, una guerra de opiniones entre Don Carnal / Doña Cuaresma

DON CARNAL

Don Carnal y Doña Cuaresma

EL CARNAVAL DE DON CARNAL

Empieza el baile de las fiestas móviles o movibles. Y todo, para que en la madrugada del viernes santo (la madrugá, según Sevilla) esté la luna llena para cumplir con el evangelio de San Mateo, que aseguraba el hombre que el crimen fue en plenilunio o parasceve, primera luna de primavera. Las fechas de Semana Santa (del Domingo de Ramos) oscilan entre el 15 de marzo, la más temprana, y el 18 de abril, la más tardía: 33 días que anda el calendario para arriba y para abajo por no llevar la contraria al cronista. En total, las fiestas movibles mueven al año 107 días: 40 de Cuaresma (desde el Miércoles de Ceniza) +7 de Semana Santa +50 hasta Pentecostés (lunes del Rocío) +10 hasta el Corpus: 107 días, casi el treinta por ciento del año, en el tiovivo de los trimestres docentes y universitarios y en las vacaciones y puentes de quien pueda disfrutarlos, lo que afecta a la hostelería, agencias de viaje, operaciones salida y regreso e interfiere con fiestas fijas, como San José, Día de Andalucía o Primero de Mayo, y arrastra las fechas como las ferias de primavera (Feria de Abril) o el Carnaval. Y en Carnaval estamos. Desde ayer jueves (jueves lardero, de lardo, graso) y hasta el martes, la Iglesia nos manda divertirnos y aprovechar el carpe diem de don Carnal, que luego viene doña Cuaresma con la rebaja del ubi sunt porque el tempus fugit. De Carnaval nos quedan tres modelos: el apolíneo, tipo Venecia, que no pierde nunca la compostura; el dionisíaco, tipo Río; y el de agrupaciones o comparsas, tipo Cádiz. De las reinas de Tenerife, ni hablamos. Esas mujeres hechas carroza parecen mentira en estos tiempos que corren. Y a partir del miércoles, a comer verdurita. Lo dijo el Arcipreste. El primero de todos que firió a don Carnal fue el puerro cuello albo e feriólo muy mal.

HAY CIUDADES QUE NO TIENEN CARNAVAL

Ensayo-costaleros-Hermandad-Estudiantes-Madrid

HAY CIUDADES QUE NO TIENEN CARNAVAL
–de Cádiz a Sevilla, o Don Carnal no tiene quien le escriba–

Hay ciudades que no tienen catedral
(Luis Martín‑Santos)

Sevilla. Viernes noche. Luna llena. Plazas de San Lorenzo y San Antonio. En las plazas y en las calles y bares del entorno, grupos numerosos de muchachotes con hábito, unos, de chándal, y con una bolsa o macuto en la mano, otros, de traje oscuro. Algunas muchachas, con pinta de novias acompañantes. Se ve que ellos son o serán costaleros de Gran Poder, Bofetá, Soledad o Buen Fin. Estarán llamados a hacer la igualá (cuadrarlos por estatura en las trabajaderas de los pasos) o para la mudá (traer el paso hasta las iglesias desde el garaje donde han pasado el año). Los de traje oscuro irán de capataces. El clima es animado; la noche, excelente. Sevilla está llena. Es la noche de los matrimonios y hay cientos de turistas y extranjeros desde las Setas a la Gavidia (ni un alma cabe en la bodeguita Dos de Mayo) y hasta la Alameda. De tanto gastro bar o gastro espacio, toda la noche es gastro: cervezas, vinos, tapas, también en las casas de hermandad. Y piensa uno. De aquí al Miércoles de Ceniza, que este 2016 cae en 10 de febrero, quedan 19 días, casi tres semanas, para entrar en Cuaresma, casi dos meses hasta el Domingo de Ramos, que saldrán las primeras cofradías, que será el 20 de marzo. ¿Los cuarenta días de la Cuaresma no son suficientes para preparar lo que está más que preparado, lo que se repite un año y otro igual, como es la Semana Santa? Y me respondo. A estos, lo que les pasa no es que necesiten ni entrenar, ni ensayar ni nada; a estos, les va la marcha (procesional). Y, sigo pensando. ¿En Cádiz dejan de tener, por tener Carnaval, Semana Santa? ¿Se les caen los pasos? ¿Dan camballás (tumbos o traspiés) por falta de entreno? La respuesta es no. La respuesta es que Cádiz tiene gracia y Sevilla es la ciudad de la gracia (Divagando por la ciudad de la gracia, José María Izquierdo, 1914), pero de la gracia de Dios a la ciudad mariana, don gratuito concedido por el ser supremo para salvar al hombre o ayudar a que el hombre se ayude a salvarse a sí mismo, lo que ya es gracioso. En años como este, que pilla tan pronto la Semana Santa, más notorio es el vínculo de los tambores de la Cabalgata con los de las procesiones y más notoria la poca gracia que tiene la ciudad de la gracia comparada con otras que tienen su Carnaval y lo disfrutan (ahora sí) como Dios manda. Lo cual no es sino una demostración de lo que ya sabíamos: que La fiesta según Sevilla, de por sí mijita rancia y estirada por el lado señorito (apolíneo) que le toca, ha pasado a ser La fiesta según el Vaticano. La fiesta según Sevilla consiste en ver y el Carnaval de Cádiz (no el de Venecia, que también consiste en ver) es pura participación (dionisiaca) y búsqueda de la originalidad por hacer cada año algo diferente a lo que ya se hizo, o sea, lo contrario del inmovilismo capillita, cofrade o cofradiero. Eso se pierde Sevilla y las ciudades como Sevilla que no tienen Carnaval. Y les dejo, que nos vamos a Cádiz.