Alguien nacido en 1954, que ahora cumple 68 años, cumplió 14 en Mayo del 68; los 16, con el Proceso de Burgos; la muerte de Franco, a los 21; tenía 24 cuando se aprobó la Constitución; 27, cuando el golpe de Tejero y, 28, cuando ganó, «por el cambio» el Psoe de González y Guerra. En internacional, el telediario se abría cansinamente con lo mal que lo pasaban alemanes del Este queriendo pasar a la Alemania libre. El anticomunismo te lo recetaban en las farmacias infantiles. Suficiente historia de terror. Con esos pelos, añadan:
1967: Guerra de los Seis Días. 1973: Golpe en Chile. 1976: Golpe en Argentina. 1982: Guerra de las Malvinas. 1986: España, a la Otan, y el PCE, a la Izquierda Unida.
1989: Caída del Muro de Berlín
1991: Fin de la Urss. Guerra de Yugoslavia. Ucrania independiente
Cuando en 1989 se produce la caída del Muro de Berlín, los que íbamos a cumplir 35 años teníamos a Estados Unidos, a Inglaterra, a Israel y a la Europa política y a su brazo armado, la OTAN, en odio extremo. Tanto era así que la primera reconciliación que tuvimos que hacer fue con la reja de Gibraltar, no la del Rocío; fue con votantes Psoe, y con lugares como Rota en Cádiz, base y mito de la América del rock y de los Lewis y de la marihuana, no de los misiles ni de los zumbaos marines.
De modo que en 1991 (fin de la Unión Soviética, Guerra de Yugoslavia y referéndum de independencia de Ucrania), habíamos pasado, sentimental y emocionalmente, al lado yanki de la vida: la caída del Muro no nos bastaba, la rendición de la Urss no era suficiente: queríamos ser occidentales de primera clase.
Hoy nuestra hija, nacida en Ucrania en 1991, va a cumplir 31. Todo lo que ella piense lo hemos pensado antes nosotros.
Comparar con Ucrania los casos humanos de Palestina, de Siria o Sahara Occidental es tontería. Con lo que fue Yugoslavia, puede ser. Y ya se vio cómo encaró Europa la Guerra de los Balcanes. La Europa Otan no tiene corazón. Ni siquiera ahora con Ucrania.
