El extraño caso del doctor Kelly.

El extraño caso del doctor Kelly.


El extraño caso del doctor Kelly, vida fastidiada número 1 de las de Tinta de calamar, Ediciones En Huida, 2014. [1]


El lunes 23 de septiembre de 2002 (otro 23·F, de papel, en vez de balas y tricornios) entraba para su aprobación por el Parlamento de Westminster un Informe amañado para bombardear Irak. Uno de los redactores de aquel mamotreto, David Christopher Kelly (1944/2003) (vida fastidiada nº 1) sabía de sobra que el informe y su Gobierno mentían como dicen que mienten, vaya usted a saber por qué, las putas y los bellacos. Para mamotreto, ver armatoste, catalán, arma tost (muy toste parado nos suena de la Danza de la muerte), de armar. Y la armaron, vaya si la armaron.

David Christopher Kelly no era ningún angelito. Aunque biólogo de profesión, su especialidad fue siempre la muerte. Experto en armas biológicas, inspector de armas de destrucción masiva y asesor a sueldo del Ministerio de Defensa. Como inspector, Kelly tenía la escuela aprendida en Naciones Unidas, para las que trabajó una época. Y, como es de suponer, padecía la hipermetropía propia de los inspectores de Naciones Unidas, cuya sede tan cerca estaba del mayor centro de armas de destrucción masiva de este mundo, el Pentágono. Y los inspectores de armas sin saberlo. Al doctor Kelly le iba la marcha de la guerra y siempre fue partidario de la invasión de Irak y de Andalucía, si Gibraltar fuera el pretexto. Con el informe Kelly y otros informes igualmente falsos se creó un estado de opinión. Cuando esa opinión favorable a la ‘guerra’ se notó en las encuestas, empezaron los tiros.

El primer bombardeo de Bagdad fue la noche del 19 al 20 de marzo de 2003. Mes y pico después, el 1 de mayo, Bush se hizo la foto con la uve de la victoria bajando de un helicóptero en el mismo escenario (teatro) de la guerra (en el mismo, no: en un portaaviones y rodeado de guardaespaldas). La guerra había terminado. Las acciones de British Petroleum empezaron a subir, hasta el vertido de petróleo en el Golfo de México en marzo de 2010. Las acciones de Kelly empezaron a bajar.

Junio 2002. Después de la foto no en sepia, a todo color, de Bush haciendo el chorra con la uve de la victoria, a Kelly, vaya por Dios, le remordió la conciencia. Como lo oyen. El tipo tenía conciencia. De esas conciencias que remuerden, nadie sabe por qué. Contarles a ustedes ese remordimiento, ese comecome, habría sido sin duda alguna la parte más sustanciosa de esta historia. Pero hay que joderse porque el interesado se la llevó a la tumba. Lo más que podemos es suponer, suponer alguna circunstancia personal, de esas que dictan la religión o la salud. Desde septiembre, que se falsificó el informe, hasta final de mayo, cuando Kelly se decidió a hablar, pueden pasar muchas cosas en la vida de un hombre. Ir al médico, hacerte una colonoscopia y el médico decirte te quedan seis meses de vida, como máximo. O una reconversión personal de esas que piden confesión, purga, limpieza. Armas masivas no había ninguna y sí mucho inocente muerto, tantísima infancia iraquí mutilada, torturas en Abu Grhaib, fotógrafos y periodistas tratados a cañonazos, más marines de los previstos devueltos en papel de aluminio, para una paz que era otra guerra, una guerra de guerrillas, y unas guerrillas cambiadas en terrorismo o suicidismo terrorista.

Próximo a su jubilación (el hombre va a cumplir sesenta años), al doctor David Christopher Kelly le cabrán, juntas o separadas, todas las posibilidades. Supongamos un secreto médico atroz en un hombre creyente que al final no quiere irse de este mundo con demasiada carga de conciencia. Por dinero no habló, ni por vanidad. Tampoco por discrepancia o manipulación política. El laborista Tony Blair parecía sacado del ala derecha más dura del partido conservador, al que David Kelly pertenecía. No. Fue un escrúpulo de conciencia o un prurito de exactitud científica. La verdad se le hizo amarga y quiso echarla de la boca. Pero un funcionario entre la espada de Defensa y la pared de Exteriores no puede hablar, no puede ir al váter, tirar de la cadena y que baje la mierda así como así.

Kelly confió en la prensa, en la libertad de prensa y en la independencia y profesionalidad de los periodistas. Y qué mejor institución que la sacro santificada bbc. Qué mejor procedimiento que, al amparo del secreto profesional, filtrar la verdad bajo cuerda a la bbc. Por afinidad, lo intentó primero con Susan Watts, corresponsal de ciencia de la cadena. Pero Susy rechazó difundir la noticia porque, según declararía después ante el juez, le pareció un cotilleo. Que se sepa, nunca dimitió la muchacha. Por fin, el 29 de mayo, un jueves que traerá más jueves, otro periodista, Andrew Gilligan, en su Today Programe de Radio 4 de la bbc denunció al Gobierno por manipular, hacer más sexy, el informe sobre Irak. Gilligan citaba una fuente bien informada y negaba que Sadam Husein hubiese tenido Inglaterra a su alcance ni de coña; y en 45 minutos, ni de coña marinera.

A nosotros, que llegamos siempre a una cita a y diez minutos de la hora prevista, tanto escándalo por 45 minutos nos puede hacer reír. A reír pues, que es bueno para la circulación y forma parte de la dieta mediterránea. Pero en el país del té o tea a las cinco, en el país del jura usted decir toda la verdad y nada más que la verdad, en el país donde después de Grecia mejor funciona el sistema democrático, incluida la muletilla de esa reina que reina pero no gobierna, resulta que el Gobierno mentía. ¡Extra, extra!, voceaban los paperboys. El Gobierno ha mentido a la nación. El Gobierno ha mentido a las instituciones, a los votantes, a la chocha reina y al chocho obispo de Canterbury, a los listillos de Oxford, a los listillos de Cambridge, a los bombines de la City, a los corbata grises de Ascot, a los pantaloncitos cortos de Wimbledon. En el país del meridiano cero y de la diezmillonésima parte de la madre que los trajo, donde toman el té o tea a las cinco, y no a las cinco y 45, el Gobierno de Tony Blair había mentido. Ese era el alcance de las revelaciones de Andrew Gilligan. Y titulares a cuatro columnas servidos en serie. La bbc contra el Gobierno, El Gobierno contra la bbc. Pónganse en su lugar. Si Gabilondo o Luis del Olmo dicen que el Presidente ha mentido, media España piensa ¡normal!

Caso Kelly. El católico es individualista, tramposo y fullerón por cuenta libre, como la teoría católica de la salvación, cada uno con la suya. Pero el mundo inglis es luterano y diferente, el himno nacional se lo saben todos y en las iglesias, la Biblia por aquí, los cánticos por allá, con la jodida fe y la predestinación positiva, de tanto rezar juntos el mismo librito, acaban creyéndose lo que dice en el librito y jurarían que son ciertas las mismas mentiras. En anglosajonia una mentira es verdad a condición de que se la crean todos, por ejemplo, que viven, no en el mejor, en el único mundo (Commonwealth para los ingleses, barras y estrellas para el sueño americano) o que están amenazados por el satánico terrorismo internacional. Esa unanimidad del bando belicista es la que rompió Kelly con su bajón conmovedor. Y a partir de un soplo, la jauría inglesa organizó el típico cuadro horroroso que estábamos hartos de ver en las casas todoacién cuando íbamos de visita. La caza del zorro, mejor dicho, la del topo. Caballos, jinetes, perros, todos contra el topo, persona que, infiltrada en una organización, actúa al servicio de otros. Presión sobre la bbc, que presiona a su periodista Andrew Gilligan. Presión sobre altos empleados de Exteriores y Defensa, a ver quién coño se había ido de la lengua.

Al final, Gilligan, el de la bbc, resultó un tipo blando, destapó la identidad de su fuente informativa y el nombre de David Christopher Kelly salió en negrita a los titulares de la polémica. Contra Gilligan, por desleal, y contra Kelly, por garganta profunda, bbc, Gobierno y militares tenían para dar lo que se dice carnaza, presa de menos valor que se sacrifica cuando la alimaña está cerca y peligran las presas principales. Por carnaza, cuenta Valle-Inclán, nuestro segundo y célebre manco, que se arrancó y dio un antebrazo a un león que lo perseguía en la selva. Mientras el león se entretenía con aquel aperitivo (¿qué es el brazo izquierdo para un escritor al fin y al cabo diestro?), don Ramón se puso a salvo añadiendo leyenda a su leyenda. Me cuenta Joseba Elola. Prepárate, Danielito, y ríete tú de tus mancos de Lepanto. Josep María Vilamajò llevaba 40 años de investigador privado. Hace un año, una compañía de seguros le encargó el caso de un hombre que había perdido un brazo con la sierra mecánica que transportaba. Al detective Vilamajò el corte le parecía demasiado limpio como para haber sido un accidente y además, y esta es la clave, un dedo de la mano amputada estaba en sospechoso mal estado. El hombre pertenecía a una familia de Valencia en la que todos estaban en paro. Tenían suscritas más de ocho pólizas y la familia le había convencido para que se amputara un brazo y así cobrar los 600 mil euros. Anda, papi. El hombre bajó al bar, se tomó un carajillo, se anestesió como pudo y se cortó el brazo a la altura del codo. Pero olvidó retirar el anillo de boda, que luego intentó recuperar.

No es lo mismo ser un topo que un garganta profunda. Garganta profunda se dice de una clase de mujeres en principio frígidas hasta que el sexólogo ligón les descubre que es que el clítoris lo tienen en las amígdalas, toma ya. El topo es un agente infiltrado y la palabra es propia de la guerra fría y de novelas John Le Carré. Muy inglés y hasta patriótico si el topo no cambia de piel política. Lo que nunca superó el pureta doctor Kelly es que en la campaña de infamias y zancadillas contra su persona a él lo llamaran sin conocerlo garganta profunda. Desde el caso Watergate (1972), también se conoce así al alto funcionario que se va de la lengua en contra de sus superiores. Al doctor Kelly, que empezó a verse señalado con dedos de alta traición y titulares de prensa, no le gustó pasar a la historia con lenguaje de cine porno como un garganta profunda.

Kelly preparó el desenlace más digno. Un tipo como él, totalmente anglo, a quien vimos en el Times fotografiado con su perro y con sus buenas costumbres, viviría con su aburrida familia en una casita muy cerca de Londres. Y allí lo que sobra es campo. Te vas al campo y en una limpia operación te cortas las venas. Recuerda, colega, lo que dice el manual. Si eres diestro, córtate las venas de la muñeca izquierda; si eres zurdo, de la otra, no vayas a hacer una chapuza. Era la tarde del 17 de julio de 2003. El día siguiente, un jueves como el otro jueves, encontraron el cadáver. La autopsia confirmó que el doctor David Christopher Kelly, que era diestro, había seguido el manual al pie de la letra. God save the Queen.

Socialmente hablando, nada de un triángulo amoroso preocuparía al más que misterioso Vuestra Merced, que es quien pide a Lázaro explicaciones. Sea cual sea la dignidad que se esconde bajo las siglas V.M., lo único que podía preocuparle era que el pregonero de Tormes ejerciera malamente de pregonero, que contara o pregonara algo que a su merced pudiera perjudicarle, que hablara demasiado, como Kelly el consejero. Los temores de V.M., el caso, tendrían relación con la guarda de un secreto o del secreto como concepto, hay quien piensa en el secreto de confesión. La falta de un cronista de autoridad, lo epistolar como acto de obediencia, el narrador en primera persona, la vuelta atrás autobiográfica, todo será darle vueltas a lo mismo, un secreto en tiempos de Lutero y entre Toledo y Salamanca, campos abonados por el erasmismo. Lázaro de Tormes moja su pluma en tinta de calamar y escribe Pues V.M. escribe se le escriba.

Mi familia y yo estamos contentos de poder ayudarlos de la manera que ellos quieren, declaró Geoff Lester, tataranieto del misionero. En medio de un círculo de tiendas de campaña instaladas en el centro del pueblo, la ceremonia se inició con el ritual del Kava (no cava), la bebida tradicional de la región. Luego se procedió a la ruptura de la cadena de la maldición, simbolizada por un lanzamiento de globos por los descendientes de Thomas Baker. Otro pariente del misionero, Les Lester, declaró que toda la familia estaba sumamente sorprendida por la importancia dada a este acontecimiento. La familia pensaba que iba a asistir a una pequeña ceremonia y se encontró junto al primer ministro y al Gran Consejo de jefes tradicionales. Los fiyianos, como Kelly, tenían la conciencia arrepentida.

Por respeto a personas vivas y conocidas, Martín Calamar prefirió ocultar los verdaderos nombres, empezando por el suyo y el de su hermano. Como a todo hay que darle una aplicación moral, supongamos que Calamar quería denunciar las sectas y el poder manipulador de las sectas. Y, de paso, reírse de sí mismo. Años después, Martín Calamar debió desdecirse de su Ezequiel, aunque si tiró el original al fuego ya daba igual. Circulaba en fotocopias a la familia. Sin querer, se juntan y se dan la mano Kelly el científico y don Juan Manuel el estilista, el que no tiró nunca nada. Como Kelly, parece que Calamar sufrió un golpe de conciencia, acaso de piedad tratándose de un hermano. Tarde piaste, decía aquel bruto al pollito que le estaba dando señales de vida desde la yema del huevo que se estaba comiendo. Tarde piaste, hermanito. A diferencia de Cela, que pudo comprar a tiempo sus propios ejemplares de un Pascual Duarte censurado en 1942, antes de que se los llevase la policía, el hermano travieso y Caín no pudo recoger a tiempo todos los ejemplares del primer Hermano Ezequiel. No pudo y algún ejemplar, Moisés o esperma, llegó a salvarse y pudo fecundar la gran biblioteca de este mundo, la frágil memoria de los hombres o el óvulo del conocimiento y de la cultura, frasecitas más cursis que Mendelssohn que se ponen ahora que el relato va entradito en materia y no lo van a dejar, pero qué mierda de estilo es este.

apostilla viene de post illa, detrás de. Apostillar es comentar, interpretar o completar un texto. Las apostillas deben hacerse como hizo Umberto Eco las suyas a El nombre de la rosa, después del texto, a texto, como toro, pasado. Apostilla. A saber qué habrá sido del verdadero Ezequiel, si con el tiempo colmó su fe y encontró su vida, su gente y sus cariños, que es lo que queremos todos, si dejó la secta o si rebajaría sus primeras impertinencias sectarias con ayuda del tiempo y la templanza. Igual que ignoramos la verdad última del caso Kelly, la verdad de Lázaro de Tormes, o como no sabemos cierto por qué metieron preso al Arcipreste de Hita (Guadalajara).


Tinta de calamar (enlace a Tinta de calamar completo)


[1] El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde), novela corta de Robert Louis Stevenson en 1886.

El extraño caso del doctor Kelly, vida fastidiada número 1 de las de Tinta de calamar, Ediciones En Huida, 2014. [1]


Inglaterra, septiembre de 2002. Recordarán el caso Kelly. Asunto, invasión de Irak, Segunda Guerra del Golfo. El lunes 16 de septiembre, y por hacerle la cama a la invasión, la oficina de prensa del primer ministro Tony Blair había forzado una mentira oficial y supuestamente científica. Para atrapar, más que atraerse, a la opinión pública a favor de la ‘guerra’, manipularon de lo lindo. Sadam Husein, la bestia negra del imperio, tenía a Inglaterra a su alcance con armamento químico o biológico, y a tan solo 45 minutos desde el three, two, one, zero, fire, fuego. Y a tomar por saco la democracia.

El lunes 23 de septiembre de 2002 (otro 23·F, de papel, en vez de balas y tricornios) entraba para su aprobación por el Parlamento de Westminster un Informe amañado para bombardear Irak. Uno de los redactores de aquel mamotreto, David Christopher Kelly (1944/2003) (vida fastidiada nº 1) sabía de sobra que el informe y su Gobierno mentían como dicen que mienten, vaya usted a saber por qué, las putas y los bellacos. Para mamotreto, ver armatoste, catalán, arma tost (muy toste parado nos suena de la Danza de la muerte), de armar. Y la armaron, vaya si la armaron.

David Christopher Kelly no era ningún angelito. Aunque biólogo de profesión, su especialidad fue siempre la muerte. Experto en armas biológicas, inspector de armas de destrucción masiva y asesor a sueldo del Ministerio de Defensa. Como inspector, Kelly tenía la escuela aprendida en Naciones Unidas, para las que trabajó una época. Y, como es de suponer, padecía la hipermetropía propia de los inspectores de Naciones Unidas, cuya sede tan cerca estaba del mayor centro de armas de destrucción masiva de este mundo, el Pentágono. Y los inspectores de armas sin saberlo. Al doctor Kelly le iba la marcha de la guerra y siempre fue partidario de la invasión de Irak y de Andalucía, si Gibraltar fuera el pretexto. Con el informe Kelly y otros informes igualmente falsos se creó un estado de opinión. Cuando esa opinión favorable a la ‘guerra’ se notó en las encuestas, empezaron los tiros.

El primer bombardeo de Bagdad fue la noche del 19 al 20 de marzo de 2003. Mes y pico después, el 1 de mayo, Bush se hizo la foto con la uve de la victoria bajando de un helicóptero en el mismo escenario (teatro) de la guerra (en el mismo, no: en un portaaviones y rodeado de guardaespaldas). La guerra había terminado. Las acciones de British Petroleum empezaron a subir, hasta el vertido de petróleo en el Golfo de México en marzo de 2010. Las acciones de Kelly empezaron a bajar.

Junio 2002. Después de la foto no en sepia, a todo color, de Bush haciendo el chorra con la uve de la victoria, a Kelly, vaya por Dios, le remordió la conciencia. Como lo oyen. El tipo tenía conciencia. De esas conciencias que remuerden, nadie sabe por qué. Contarles a ustedes ese remordimiento, ese comecome, habría sido sin duda alguna la parte más sustanciosa de esta historia. Pero hay que joderse porque el interesado se la llevó a la tumba. Lo más que podemos es suponer, suponer alguna circunstancia personal, de esas que dictan la religión o la salud. Desde septiembre, que se falsificó el informe, hasta final de mayo, cuando Kelly se decidió a hablar, pueden pasar muchas cosas en la vida de un hombre. Ir al médico, hacerte una colonoscopia y el médico decirte te quedan seis meses de vida, como máximo. O una reconversión personal de esas que piden confesión, purga, limpieza. Armas masivas no había ninguna y sí mucho inocente muerto, tantísima infancia iraquí mutilada, torturas en Abu Grhaib, fotógrafos y periodistas tratados a cañonazos, más marines de los previstos devueltos en papel de aluminio, para una paz que era otra guerra, una guerra de guerrillas, y unas guerrillas cambiadas en terrorismo o suicidismo terrorista.

Próximo a su jubilación (el hombre va a cumplir sesenta años), al doctor David Christopher Kelly le cabrán, juntas o separadas, todas las posibilidades. Supongamos un secreto médico atroz en un hombre creyente que al final no quiere irse de este mundo con demasiada carga de conciencia. Por dinero no habló, ni por vanidad. Tampoco por discrepancia o manipulación política. El laborista Tony Blair parecía sacado del ala derecha más dura del partido conservador, al que David Kelly pertenecía. No. Fue un escrúpulo de conciencia o un prurito de exactitud científica. La verdad se le hizo amarga y quiso echarla de la boca. Pero un funcionario entre la espada de Defensa y la pared de Exteriores no puede hablar, no puede ir al váter, tirar de la cadena y que baje la mierda así como así.

Kelly confió en la prensa, en la libertad de prensa y en la independencia y profesionalidad de los periodistas. Y qué mejor institución que la sacro santificada bbc. Qué mejor procedimiento que, al amparo del secreto profesional, filtrar la verdad bajo cuerda a la bbc. Por afinidad, lo intentó primero con Susan Watts, corresponsal de ciencia de la cadena. Pero Susy rechazó difundir la noticia porque, según declararía después ante el juez, le pareció un cotilleo. Que se sepa, nunca dimitió la muchacha. Por fin, el 29 de mayo, un jueves que traerá más jueves, otro periodista, Andrew Gilligan, en su Today Programe de Radio 4 de la bbc denunció al Gobierno por manipular, hacer más sexy, el informe sobre Irak. Gilligan citaba una fuente bien informada y negaba que Sadam Husein hubiese tenido Inglaterra a su alcance ni de coña; y en 45 minutos, ni de coña marinera.

A nosotros, que llegamos siempre a una cita a y diez minutos de la hora prevista, tanto escándalo por 45 minutos nos puede hacer reír. A reír pues, que es bueno para la circulación y forma parte de la dieta mediterránea. Pero en el país del té o tea a las cinco, en el país del jura usted decir toda la verdad y nada más que la verdad, en el país donde después de Grecia mejor funciona el sistema democrático, incluida la muletilla de esa reina que reina pero no gobierna, resulta que el Gobierno mentía. ¡Extra, extra!, voceaban los paperboys. El Gobierno ha mentido a la nación. El Gobierno ha mentido a las instituciones, a los votantes, a la chocha reina y al chocho obispo de Canterbury, a los listillos de Oxford, a los listillos de Cambridge, a los bombines de la City, a los corbata grises de Ascot, a los pantaloncitos cortos de Wimbledon. En el país del meridiano cero y de la diezmillonésima parte de la madre que los trajo, donde toman el té o tea a las cinco, y no a las cinco y 45, el Gobierno de Tony Blair había mentido. Ese era el alcance de las revelaciones de Andrew Gilligan. Y titulares a cuatro columnas servidos en serie. La bbc contra el Gobierno, El Gobierno contra la bbc. Pónganse en su lugar. Si Gabilondo o Luis del Olmo dicen que el Presidente ha mentido, media España piensa ¡normal!

Caso Kelly. El católico es individualista, tramposo y fullerón por cuenta libre, como la teoría católica de la salvación, cada uno con la suya. Pero el mundo inglis es luterano y diferente, el himno nacional se lo saben todos y en las iglesias, la Biblia por aquí, los cánticos por allá, con la jodida fe y la predestinación positiva, de tanto rezar juntos el mismo librito, acaban creyéndose lo que dice en el librito y jurarían que son ciertas las mismas mentiras. En anglosajonia una mentira es verdad a condición de que se la crean todos, por ejemplo, que viven, no en el mejor, en el único mundo (Commonwealth para los ingleses, barras y estrellas para el sueño americano) o que están amenazados por el satánico terrorismo internacional. Esa unanimidad del bando belicista es la que rompió Kelly con su bajón conmovedor. Y a partir de un soplo, la jauría inglesa organizó el típico cuadro horroroso que estábamos hartos de ver en las casas todoacién cuando íbamos de visita. La caza del zorro, mejor dicho, la del topo. Caballos, jinetes, perros, todos contra el topo, persona que, infiltrada en una organización, actúa al servicio de otros. Presión sobre la bbc, que presiona a su periodista Andrew Gilligan. Presión sobre altos empleados de Exteriores y Defensa, a ver quién coño se había ido de la lengua.

Al final, Gilligan, el de la bbc, resultó un tipo blando, destapó la identidad de su fuente informativa y el nombre de David Christopher Kelly salió en negrita a los titulares de la polémica. Contra Gilligan, por desleal, y contra Kelly, por garganta profunda, bbc, Gobierno y militares tenían para dar lo que se dice carnaza, presa de menos valor que se sacrifica cuando la alimaña está cerca y peligran las presas principales. Por carnaza, cuenta Valle-Inclán, nuestro segundo y célebre manco, que se arrancó y dio un antebrazo a un león que lo perseguía en la selva. Mientras el león se entretenía con aquel aperitivo (¿qué es el brazo izquierdo para un escritor al fin y al cabo diestro?), don Ramón se puso a salvo añadiendo leyenda a su leyenda. Me cuenta Joseba Elola. Prepárate, Danielito, y ríete tú de tus mancos de Lepanto. Josep María Vilamajò llevaba 40 años de investigador privado. Hace un año, una compañía de seguros le encargó el caso de un hombre que había perdido un brazo con la sierra mecánica que transportaba. Al detective Vilamajò el corte le parecía demasiado limpio como para haber sido un accidente y además, y esta es la clave, un dedo de la mano amputada estaba en sospechoso mal estado. El hombre pertenecía a una familia de Valencia en la que todos estaban en paro. Tenían suscritas más de ocho pólizas y la familia le había convencido para que se amputara un brazo y así cobrar los 600 mil euros. Anda, papi. El hombre bajó al bar, se tomó un carajillo, se anestesió como pudo y se cortó el brazo a la altura del codo. Pero olvidó retirar el anillo de boda, que luego intentó recuperar.

No es lo mismo ser un topo que un garganta profunda. Garganta profunda se dice de una clase de mujeres en principio frígidas hasta que el sexólogo ligón les descubre que es que el clítoris lo tienen en las amígdalas, toma ya. El topo es un agente infiltrado y la palabra es propia de la guerra fría y de novelas John Le Carré. Muy inglés y hasta patriótico si el topo no cambia de piel política. Lo que nunca superó el pureta doctor Kelly es que en la campaña de infamias y zancadillas contra su persona a él lo llamaran sin conocerlo garganta profunda. Desde el caso Watergate (1972), también se conoce así al alto funcionario que se va de la lengua en contra de sus superiores. Al doctor Kelly, que empezó a verse señalado con dedos de alta traición y titulares de prensa, no le gustó pasar a la historia con lenguaje de cine porno como un garganta profunda.

Kelly preparó el desenlace más digno. Un tipo como él, totalmente anglo, a quien vimos en el Times fotografiado con su perro y con sus buenas costumbres, viviría con su aburrida familia en una casita muy cerca de Londres. Y allí lo que sobra es campo. Te vas al campo y en una limpia operación te cortas las venas. Recuerda, colega, lo que dice el manual. Si eres diestro, córtate las venas de la muñeca izquierda; si eres zurdo, de la otra, no vayas a hacer una chapuza. Era la tarde del 17 de julio de 2003. El día siguiente, un jueves como el otro jueves, encontraron el cadáver. La autopsia confirmó que el doctor David Christopher Kelly, que era diestro, había seguido el manual al pie de la letra. God save the Queen.

Socialmente hablando, nada de un triángulo amoroso preocuparía al más que misterioso Vuestra Merced, que es quien pide a Lázaro explicaciones. Sea cual sea la dignidad que se esconde bajo las siglas V.M., lo único que podía preocuparle era que el pregonero de Tormes ejerciera malamente de pregonero, que contara o pregonara algo que a su merced pudiera perjudicarle, que hablara demasiado, como Kelly el consejero. Los temores de V.M., el caso, tendrían relación con la guarda de un secreto o del secreto como concepto, hay quien piensa en el secreto de confesión. La falta de un cronista de autoridad, lo epistolar como acto de obediencia, el narrador en primera persona, la vuelta atrás autobiográfica, todo será darle vueltas a lo mismo, un secreto en tiempos de Lutero y entre Toledo y Salamanca, campos abonados por el erasmismo. Lázaro de Tormes moja su pluma en tinta de calamar y escribe Pues V.M. escribe se le escriba.

Mi familia y yo estamos contentos de poder ayudarlos de la manera que ellos quieren, declaró Geoff Lester, tataranieto del misionero. En medio de un círculo de tiendas de campaña instaladas en el centro del pueblo, la ceremonia se inició con el ritual del Kava (no cava), la bebida tradicional de la región. Luego se procedió a la ruptura de la cadena de la maldición, simbolizada por un lanzamiento de globos por los descendientes de Thomas Baker. Otro pariente del misionero, Les Lester, declaró que toda la familia estaba sumamente sorprendida por la importancia dada a este acontecimiento. La familia pensaba que iba a asistir a una pequeña ceremonia y se encontró junto al primer ministro y al Gran Consejo de jefes tradicionales. Los fiyianos, como Kelly, tenían la conciencia arrepentida.

Por respeto a personas vivas y conocidas, Martín Calamar prefirió ocultar los verdaderos nombres, empezando por el suyo y el de su hermano. Como a todo hay que darle una aplicación moral, supongamos que Calamar quería denunciar las sectas y el poder manipulador de las sectas. Y, de paso, reírse de sí mismo. Años después, Martín Calamar debió desdecirse de su Ezequiel, aunque si tiró el original al fuego ya daba igual. Circulaba en fotocopias a la familia. Sin querer, se juntan y se dan la mano Kelly el científico y don Juan Manuel el estilista, el que no tiró nunca nada. Como Kelly, parece que Calamar sufrió un golpe de conciencia, acaso de piedad tratándose de un hermano. Tarde piaste, decía aquel bruto al pollito que le estaba dando señales de vida desde la yema del huevo que se estaba comiendo. Tarde piaste, hermanito. A diferencia de Cela, que pudo comprar a tiempo sus propios ejemplares de un Pascual Duarte censurado en 1942, antes de que se los llevase la policía, el hermano travieso y Caín no pudo recoger a tiempo todos los ejemplares del primer Hermano Ezequiel. No pudo y algún ejemplar, Moisés o esperma, llegó a salvarse y pudo fecundar la gran biblioteca de este mundo, la frágil memoria de los hombres o el óvulo del conocimiento y de la cultura, frasecitas más cursis que Mendelssohn que se ponen ahora que el relato va entradito en materia y no lo van a dejar, pero qué mierda de estilo es este.

apostilla viene de post illa, detrás de. Apostillar es comentar, interpretar o completar un texto. Las apostillas deben hacerse como hizo Umberto Eco las suyas a El nombre de la rosa, después del texto, a texto, como toro, pasado. Apostilla. A saber qué habrá sido del verdadero Ezequiel, si con el tiempo colmó su fe y encontró su vida, su gente y sus cariños, que es lo que queremos todos, si dejó la secta o si rebajaría sus primeras impertinencias sectarias con ayuda del tiempo y la templanza. Igual que ignoramos la verdad última del caso Kelly, la verdad de Lázaro de Tormes, o como no sabemos cierto por qué metieron preso al Arcipreste de Hita (Guadalajara).


Tinta de calamar (enlace a Tinta de calamar completo)

David Christopher Kelly en Wikipedia


[1] El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde), novela corta de Robert Louis Stevenson en 1886.

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