Conocí a Antonio Jiménez Casero el curso 87-88 cuando él vino en comisión de servicio a mi instituto número 20 de Sevilla. AJC venía formando equipo con lo que dimos en llamar Cinco Magníficos: Antonio, como director, y cuatro con él: vice, secretario y vices respectivos. Total: 5 que llegaban con la misión explícita de poner un poco de orden en aquel instituto que por entonces daba guerra, guerra, guerra contra los consejos escolares y por la autonomía o soberanía de los claustros.
Frente a los Cinco Magníficos se posicionó como férrea oposición, y en señal de malavenida, la Banda de los Cinco, cuatro profesores y una profesora que nos sentábamos al otro extremo de la reunión de claustro (como gol sur o últimos de la clase), los cinco con unas gafas oscuras que daban pánico y que decían claramente que no queríamos saber nada de ellos. En los anales del ies 20, aquel grupo opositor se entrenaba semanalmente en la llamada Guardia de Cruzcampo, que hacíamos cada lunes tarde noche a la salida de clases (éramos desdoble vespertino del ies Luis Cernuda), y con Guardia de Cruzcampo llamábamos a ir de bares y de tapas por Sevilla, a ver dónde las tapas eran más buenas y la cerveza más Cruzcampo y más fría.
Pese a nuestras hostilidades, Antonio no tardó en hacerse querer. Primero, por su gestión y, después, porque él tenía venas al margen del cargo y de su condición de profesor de clásicas: una era la vena literaria –el hombre escribía, y ahí había materia para compartir. Se lee en el currículo de Daniel Lebrato, hoy reubicado en Tinta de calamar: «En marzo del 90, Daniel Lebrato presentó en La Carbonería El morador insomne, de Antonio Jiménez Casero, premio Felipe Trigo de Novela, devolución de la presentación que antes le había hecho Antonio en mayo del 88, con música y diapositivas al gigante protagonista de De quien mata a un gigante.» Y es verdad que un episodio de ¿Quién como yo? lo usó AJC para la obertura de su último libro, No vuelvas, Odiseo (vídeo de 55 minutos pinchando aquí). Lo que Antonio ignora es que Pilar y yo estuvimos a punto de hacer una adaptación al teatro de su recreación de Penélope (Editorial eLSoBReHiLaDo).
También me unió a él su amor por lo extraescolar, que él llamaba juegos paléstricos, por la pareja como constitución de uno (la suya trabajó un tiempo en el ambulatorio de las Palmeritas en Nervión), y por su lucha contra el cáncer: los dos fuimos de colon; a mí, me dio tiempo a salir con vida y a hacer cine y literatura con lo que me había pasado.
Si no asistí a su último libro fue porque los dos sabíamos que era un libro auto editado y a su costa bajo el sello Extravertida Editorial, que no me cae especialmente bien. Les cuento por qué. Contraportada de novela publicada bajo el sello Extravertida Editorial en 2019:
«Si deseas el ebook o libro electrónico de este libro, envía una foto con tu nombre escrito o con tu sello ex-libris en la página 5, donde se sitúa el título, y envíanos esa foto a editorial@extravertida.es. Recibirás el ebook en varios formatos gratuitamente por correo electrónico.» Sin palabras, ¿verdad?
De todas formas, si llego a saber que Antonio estaba tan malito, hubiera asistido, solo por darle un abrazo.
¡Adiós, morador!
«Si fueras tú el jardín donde los días/ ajenos a su nombre no cuentan/ ni son siete, donde nada/ ni la Creación pudiera distraerme,/ yo sería/ párpado leve o azúcar de cristal/ del agua de tu sueño morador/ insomne» Daniel Lebrato, ¿Quién como yo?