TRES PRINCESAS
SABIA, LA PLUMA QUE DISTINGUE EL HILO
de la fábula y no nos confunde con Juanas
las de Arco ni Isabeles las Católicas
que nos interrogan por nuestro siglo
desde su crónica o su hornacina,
desde el satinado horror de los libros de texto.
UNA SOLA PRINCESA EN PIEL SEVERA,
una sola impostura coronada,
y allá se irán idilios y colores.
¿Pues cómo mandar ejércitos,
presidir consejos, subir impuestos,
esquilmar reinos, condenar a muerte
o posar tan seria ante el pintor de cámara
y seguir siendo una princesa?
ESPECIE PROTEGIDA, DE LAS PRINCESAS,
las que más gustan son las que nunca
llegan a reinar. Se las educa, eso sí,
y se las cuida y venera igual
que a príncipes herederos.
Nunca envejecen y resultan,
cuando su mano es otorgada,
pesimísimas esposas.
Daniel Lebrato, Chapín de seda (1986)