Sevilla en bici, cuestión de imbíciles (2).

ANIMATION Carril Caballo

Carril bici por Sanlúcar de Barrameda
esquina Carretera de la Vía con Quinto Centenario


En la primera parte de Sevilla en bici vimos el trato que el Plan Bici de Sevilla dio al centro de la ciudad histórica: ninguno. Sevilla, como cualquier ciudad, necesitaba un plan a largo plazo que habría que haber sometido a consulta de toda la ciudadanía, la de intramuros y la de fuera, la acostumbrada a usar la bici (de paseo, bici urbana, de montaña, de carretera o deportiva) y la que pudiera incorporarse. No se hizo esa reflexión y pronto sufrimos un despropósito de obras públicas que cambiaron la ciudad como no se había visto cambiar desde la Expo 92 o desde que Sevilla prescindió de sus murallas.

Hablamos de hábitos circulatorios y de modalidades de tráfico que unas con otras dialogan o tienen que dialogar entre sí: el coche particular, el transporte público, carga y descarga, limpieza, servicios, urgencias, bomberos, coches de caballos, bicicletas, motos, patines, patinetes, personas, perros; más cofradías por Semana Santa o manifestaciones cívicas, coches de inválido, carros de bebé, de la compra, todo ese etcétera. Había que pensar, en futuro inmediato, la Sevilla que se quería y, en lo tocante a la bicicleta, si se quería un ciclismo de agregación o un ciclismo de segregación, esto es: la bici dentro del tráfico general, o al revés: la bici reconducida a itinerarios propios, y si esos itinerarios se harían a costa de los coches o de los peatones, como finalmente se hizo. Demasiada carga para aquel grupo de Izquierda Unida A Contramano que, con más voluntad que cabeza y con ninguna autocrítica, transformó la ciudad como jamás se había visto.

Bicicletas matriculadas (La Enramadilla 1964)

Por calles unidireccionales como por anchas avenidas, el municipio tenía la posibilidad (más visible ahora en tiempos de crisis y sin fondos europeos) de haber hecho de la bici lo que era: un vehículo lento entre vehículos más rápidos, y actuar con dos instrumentos bien baratos: educación cívica y un plan de actuación sobre bordes, bordillos o arcenes de calzadas mayormente perjudicadas por baches, husillos, registros o alcantarillas. Todo eso, con alquitranado y brocha gorda hubiera despejado el carril derecho para el transcurso de las bicis sin invadir aceras ni molestar a nadie. La educación vial hubiera mentalizado a conductores ególatras y mal acostumbrados al “circule por la derecha, adelante por la izquierda”, que decía el viejo código. Esa aplicación junto a otras iniciativas como algún derecho a contramano (según los coches) o como el uso compartido de carriles buses (bus y taxi y bici como transportes públicos) hubiera ahorrado a la ciudad una pasta gansa y redundado en beneficio general.

Bicicletas matriculadas años 60

Donde tanto se miman patrimonio y tradición y cuando lo sostenible es casi moda y tanto se protege lo en peligro de extinción, la bicicleta de nuestros mayores, aquella con su estatus reconocido, con su matrícula y su aparcamiento en las comunidades (no en balcones ni desvanes), ha desaparecido de la ciudad. Imbíciles. [1]

Daniel Lebrato en bicicleta

[1]a. Desconfiad de toda asociación ciclista urbana. La perspectiva se pierde cuando se pasa de la reivindicación al orgullo bici, ese que toca el timbre a las personas por aceras o zonas peatonales.

[1]b. Urbanismo Psoe: tranvía (o metro), rotondas y carril bici: todo por el coche.


Daniel Lebrato en bicicleta por la Avenida de Sevilla 2017 05 22


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