Si todo fuera normal, hoy sábado sería último día de Feria de Sevilla. Tanto que la ciudad presume de lo universal de sus fiestas, manda faroles que mañana domingo el real se desmonte y que ir a la caseta nos esté ya prohibido. [1]
La prevalencia del sábado en días de Feria (de un sábado de Alumbrao y de Pescaíto, hasta un sábado de cierre y fuegos artificiales) no responde a lógica ninguna, ni laboral ni festiva ni festera, y solo se explica por voluntad mandona y autoritaria de un Ayuntamiento que bajo el anuncio de una ampliación a dos fines de semana (¿?) más un día laboral festivo entre semana, sedujo a una ciudadanía bien dispuesta a todo (consulta ciudadana, septiembre 2016).
A este descosido cronológico hay que sumarle el general despropósito que supone mantener la localización de la Feria en un solo sitio (el real de la Feria) cuando ni la ciudad ni sus motivos y condiciones son los mismos que cuando empezó la feria de ganado allá por 1846.
Como pueden ver en la página Moovit transporte público de Sevilla o en el primer Google Maps, el tiempo medio o la media de tiempo que tarda una persona, una familia o un grupo en llegar a la Feria es la ostia. Ubicada en un extremo de la ciudad, la Feria pilla lejos, lejísimos (tiempo en ida y vuelta) para el acceso desde Sevilla Este, Parque Alcosa o Pino Montano, por citar barrios de demografía en alza y cuerpos en forma para pasárselo en grande.
La primera Feria tenía un sustento de clase, una base social que ya no son las mismas clases. Antes, el señorito iba a la Feria en carruaje (coche propio o de punto). Si había que ir hasta el campo de Tablada, en las afueras: a más recorrido, más lucimiento. Y cuando al Prado de San Sebastián, final de la calle San Fernando, era ideal andarla a pie marcando pareja del brazo con fondo de sevillanas de El Pali.
La Feria en Los Remedios empezó a desdibujarse y a perder sentido. Para que se hagan una idea del efecto llamada: la lista de espera (en casetas, no en personas) superaba este año las 1.199 solicitudes pendientes: 728 para familiares, 417 para entidades, y 54 de titularidad perdida. Con tanta presión ‘casetológica’, puede parecer normal que el Ayuntamiento se plantee una nueva ubicación, que habrá de ser, a la fuerza, más contaminante, más estresante, más amplia y más lejos.
Aprovechando el parón sabático, ¿no sería la hora de ir a una Feria por barrios, de interpretar laica y libremente cruces de mayo tipo Lebrija o patios de Córdoba, con un calendario festero real y completo entre dos fines de semana?
Mahoma y la montaña: si la gente no puede ir a la Feria que la Feria vaya a la gente.

[1] En el universo mundo de semana inglesa, el fin de semana empieza viernes por la noche (jueves, para juventud universitaria) y termina a partir de la comida del domingo a mediodía, para languidecer, ya en vísperas de lunes, la depresiva tarde de domingo por la tarde.
Filo de la Fuente y Daniel Lebrato, Feria 2003