El monstruo Vicod XIX domina conversaciones y estados de ánimo. Entremeter comunicaciones de circunstancias personales puede resultar frívolo o perjudicial. Propongo a ustedes dejar libre la red para atender mejor al tema de los temas. Veremos cómo una farmacéutica se forra con la vacuna antivirus y puede que se descubra la demencia criminal que está jugando a la guerra biológica con la salud del mundo. Tal vez, tal vez, hasta tomemos conciencia de en qué manos estamos.
Queden ustedes con unos episodios de De quien mata a un gigante (1988) que acaso tienen que ver con situaciones de asedio.
He aquí la herencia de los bárbaros
No vinieron por avenidas ni por pasos de frontera
ni observaron las leyes del Plenilunio y la Vendimia
Invadieron el templo con su lenguaje inentendible
Todo lo llenaron de invierno y de un olor
semejante al de sus cabalgaduras
No hicieron ascos a ciudades en cuarentena
ni –que se sepa– respetaron el lecho donde duerme
Ares con Afrodita
Por toda herencia nos dejaron
un camino hacia el Norte
y un Occidente interminable
Que la ciudad es contagiosa dicen
que la ciudad os cura y no ama nece
sin ira más un número de forme
de criaturas Mi paso en la ciudad
ajeno, incompasivo
con tanto para lítico, lisiados
que nos a bendecirme lo que quiero
Menos frío que el frío de mi espada
deja dolor que el viaje continúe
y no hagas burla en mí ni me persigas
por este mar de olvidos y azucenas
Que los hombres no lloran es sabido
y es duro el sacrificio que la ciudad impone
Daniel Lebrato, De quien mata a un gigante
Ilustración de portada: Pepe Ortega, Naturaleza muerta