Quien ama mi ciudad sabe que mi ciudad es presumida y no necesita pompas ni efemérides, supongamos, ni concejales de fiestas y cultura.
Quien ama mi ciudad, la ciudad recóndita, incluso por agosto sabe cómo caminar sus calles por la sombra.
Quien ama mi ciudad no necesita cornetas ni tambores ni clarines ni palillos ni palmas ni estandartes para lucir de gala sus mejores galas.
Quien ama mi ciudad entonces sabe
que de esta fecha en adelante la ciudad no hace más
que contar si es verdad si los días son más largos,
si la luz le da más tiempo –dejadla ser– de ser quien era.
¡Primavera en mi ciudad!
Daniel Lebrato, 7 de enero de 2018