HISTORICIDAD Y MITO DE JESÚS DE NAZARET

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HISTORICIDAD Y MITO DE JESÚS DE NAZARET
Solsticios y cuentos de Navidad

La cristiandad es una recreación, como la cultura, mientras que las estaciones son un ciclo natural. Que lo natural coincida con lo cultural no es más que una muestra de que, algunas veces, la cultura se ajusta a lo que pasaría sin la cultura: para el caso, que salga el Sol, que haya solsticio, que en verdad naciera alguien como Jesús de Nazaret: un iluminado que se creyó Dios. Quien lo dude, imagínese que por el centro de su ciudad se encuentra uno que va diciendo: Soy el Mesías, Soy Dios, Hijo de Dios, o algo parecido. –Ese tío está loco. Ahora bien, se puede estar loco y ser a la vez un hombre bueno, como don Quijote. Pero quienes, a partir de los cronistas evangelistas, de restos orgánicos tenidos por reliquias, de sudarios sábanas santas y papeles del mar Negro, sostienen la divinidad del de Nazaret entran en la misma categoría que Jesús: quieren creer y, para creer, alzan un doble argumentario: cuando interesa, aquel era Dios y, cuando interesa, fue un hombre bueno cuya bondad merece ser imitada. De ahí, que muchos creyentes creen en Jesucristo y no en la Iglesia. Quienes así razonan admiten, sin querer, que la divinidad de Jesús sigue pendiente de ser demostrada. Creen en Jesús como se puede creer en Gandhi, en Mandela o Luther King o incluso en Cristiano Ronaldo. Si yo investigase si aquel hombre nació el 22 o el 25, si fue hijo de anciano y de madre joven o si el padre biológico se llamaba Ángel, ¿qué aporta eso a la bondad del personaje y a sus obras, si lo que importan son las obras y, obras escritas, no dejó ninguna? Eso sería lo único que nos interesaría de Jesús: un manuscrito autógrafo, un original suyo, un inédito. Lo demás, la construcción del personaje por sus seguidores, es material de segunda, de escaso o ningún valor. Estaríamos hablando de una afición semejante a otras aficiones entre mentes que se dejan influir. Y así como La Sexta, Atresmedia o la clase política construyen y desconstruyen la opinión pública, a doña Letizia como reina y a la democracia, así la Iglesia se desconstruyó como religión única para construirse por cuotas democráticas, a lo moderno, y traernos, de paso, el extremismo islamista, que es en lo que estamos. Ante el islamismo, la Iglesia elude su responsabilidad con la misma excusa que ella se aplica cuando a alguno de los suyos lo pillan en un renuncio: es que ese cristiano (el pederasta, por ejemplo) no es un verdadero cristiano. Ahora, la consigna: es que esos musulmanes (que nos matan en Nueva York, en Atocha, en Londres o en París mientras tomábamos una copa) no son verdaderos musulmanes. Pues qué bien. Visto lo cual, un minuto más dedicado a la historicidad de Jesús, al encaje o no de sus fechas con las fechas y mitos paganos del solsticio ‑al fin y al cabo: de un solo hombre frente a tantos hombres‑, nos parece una verdadera frivolidad o, peor aún, hacerle el juego a los Servicios de Inteligencia de Occidente y de la Iglesia a costa de nuestra propia inteligencia. Nos debe muchas muertes la Iglesia, iba a decir muchas vidas, también las que se ha llevado por delante el yihadismo, para apasionarnos por la muerte y resurrección de su líder. Borges lo expresó mejor: ¿De qué sirve que aquel hombre haya sufrido, si yo sufro ahora? Pues eso. Preferible, volver a La vida de Bryan.

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