La cárcel de papel la inventó el defensor del español de la revista La Codorniz (1941-78). Como título significa muy bien lo que quiere decir, textos que condenamos por falta o culpa contra alguno de los tres códigos: ortográfico, estilístico y tipográfico.
A quien primero vamos a condenar va a ser a ese colectivo editorial que se empeña en convocarnos al libro imprenta o libro de papel, esa gente que hemos llamado nuevo mester de librería.
La segunda condena va contra esa estirpe de crítica o lectura que pretende vendernos como crítica o reseña de libros, textos que han leído en español cuando era en inglés, francés o lituano de origen.
Y el tercer caso da explicación a lo que empezó hace días con textos de César Aira, escritor argentino.
La primera cita muestra un abuso del pronombre *ella, hasta tres veces en un mismo párrafo:
«No era tan cierto que *ella no tuviera que cargar nada: iba con la gran roca de oro en brazos, y no se atrevía a separarse de *ella un instante, ya que era su única posesión y en *ella basaba todas sus esperanzas.»
→El segundo *ella puede cambiarse por ‘peñasco’ o ‘piedra’ o similar, y el tercero por ‘propiedad’, ‘tesoro’ o ‘botín’. Se llama sinonimia y lo ofrece cualquier procesador de textos.
La segunda condena va para la muletilla «en el tiempo» añadida a lo que siempre ha sido «en el tiempo»:
«No tenía imaginación, ni podía reunir la concentración que se precisaba para mantener una mentira en el tiempo.»
→Con decir «para mantener una mentira», lo de «en el tiempo» se sobreentiende o da por sabido.
La tercera condena responde a un galicismo:
«Fue durante esa huida cuando le ocurrió un hecho memorable», en vez de «durante la huida le ocurrió un hecho memorable», sin ‘fue’ ni ‘cuando’.
→Que la Academia no condene estos giros, solo demuestra que la Academia también peca de galicista.
Se trata de César Aira, en su novela El error, procedente de Amazon Kindle.