Teclean ustedes “daniel lebrato + chiringuito”, y obtienen 681 gugles en un momento. La palabra daniel es voz hebrea para significar ‘justicia de dios’ o ‘dios es justo’ (de esos nombres acabados en el o eloim [eloy] del Yahveh del Antiguo Testamento). lebrato es diminutivo de liebre (como lobato o jabato). Y chiringuito es quiosco o puesto de bebidas al aire libre. Chorrito menudo.
«Juan Rubio, heredero descendiente del primer chiringuito que hubo en España, le cuenta a Carlos Pascual que nos cuenta a nosotros para que lo contemos a las generaciones futuras que la palabra chiringuito es originaria del Caribe, Cuba o Puerto Rico (Puelto Lico), donde significaba chorrito menudo de agua hirviendo sobre el café para obtener así un café largo. El primer merendero con título de chiringuito que se abrió en España fue en Sitges en 1913, y se llamó antes El Kiosket. El Kiosket se lo llevó el mar en varias ocasiones y en la reconstrucción de 1949 fue rebautizado como El Chiringuito a propuesta del periodista de La Vanguardia César González Ruano, que venía de regreso de uno de sus viajes por Cuba.»
Ese entrecomillado está sacado del capítulo 175 de Tinta de calamar de Daniel Lebrato, currículo novelado que le publicó en 2014 Ediciones En Huida; así que lo de este hombre con la literatura de bar va para largo recorrido: Tinta de calamar, El bebedor de cerveza, reportajes y vídeos.
Tinta de calamar de Daniel Lebrato, Ediciones En Huida (2014)
El chiringuito Macario es, por proximidad, el que cubre mis veranos en Sanlúcar de Barrameda. Allí cuidan Cruzcampo y manzanilla a este pejiguera del vaso frío guardián de velador hasta que la familia regresa de la playa a donde fue buscando la marea. En esa mi soledad estaba ayer domingo cuando, por la rampa o pasarela de madera camino a la playa, pasa, entre el trasiego de gente, Dionisio Miguens Caballero, antiguo alumno en el Ibé 20 de Sevilla:
—Otra temporada más y, en verano, Daniel Lebrato y yo. 15 años o así que nos encontramos aquí. Al principio era en el bar Pastora donde Manolo nos servía con semblante agrio pero afectuoso unas cervezas que atemperábamos con alguna tapa de queso o jamón. También hemos estado alguna vez en el bar Casa Perico. Hoy y otras veces nos vemos donde el Macario. Antonio ha amortizado el chiringuito para tres generaciones más, le ha salido bueno el material. Así que ahí me dejo invitar o al revés, le convido a una caña fresquita para hablar de esto y aquello. No puedo decir evidentemente en qué anda enfrascado ahora porque para eso le debo aún el detalle de no chivarse a mis padres lo penoso y dejado que era cuando aquello del IB 20. Es un pacto de caballeros. Gracias, Dani, mías y de tu tocayo que ha pasado un rato estupefacto con tus cosas. Otro día nos vemos.»
Lo que no cuenta Dionisio (nombre griego que se consagra a Dios en la adversidad, o al dios del vino, que viene a ser lo mismo), discreto él, es que el Lebrato andaba recitando o leyendo en alto libro que fue en su día Tinta de calamar. Es para una reedición en libro de bolsillo -dije al Dioni-, algo que estoy preparando para leer en pantalla —Cuando este llegue a la edad de tener su móvil -yo señalando al joven Daniel, de 11 años, quien nos acompañaba y nos hizo la foto.
Hoy publico Historias del sobre hilado o de [eLSoBReHiLaDo], que viene a ser una traducción al mundo novelar de aquellos años en el instituto que, por no tener, no tenía ni nombre y por eso le pusieron Número Veinte. A toda aquella buena gente del IB 20, desde el Macario, ¡gracias!
Enlace a Historias del sobre hilado
Orgullo y alegría por igual. «A manojito los dos». Gracias Daniel por varios motivos. El primero y principal, el de hacerme ver los libros, la poesía, la narrativa…como algo que engrandece a la persona, en sus sentimientos, en su conocimiento, en su espíritu. Otro por saber y tener la habilidad, que te aseguro que no es poco, de «soportar y encauzar » a mi hermano entre cerveza y cerveza, aunque si lo pienso bien, os juntais dos bellísimas personas. Una a la que quiero con locura y otra que tiene en mi corazón un espacio junto a otras, «contaitas», y que han marcado mi vida para bien y necesito recordarlas de vez en cuando. Orgulloso de haber sido alumno tuyo y del 20. No fuimos los mejores, pero nadie nos mejoró. Es solo mi opinión.
Juan de Dios Migens Caballero.
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