Fascismos, hay muchos. fascismo viene del italiano fascio (fasces del lictor, que fueron símbolo del partido fascista por Benito Mussolini). fascismo, ser o parecer fascista, coloquial facha (no confundir con carca ni pijo) es un síndrome de tres síntomas visibles en la vida civil o política: corporativismo (pasión de grupo por intereses de grupo), nacionalismo (exaltación de una patria) y autoritarismo (democrático o antidemocrático).
Si ustedes se miran ante el espejo o rebuscan en las pelusas de sus bolsillos, muy poca España se libra de padecer corponacionalismo autoritario. Ocurre que es muy fácil echar la culpa a Vox. Pero Vox en esta España no hace más que exteriorizar un fascismo explícito que no anula el que como españoles de este mundo llevamos dentro y cultivamos en redes, en discusiones en bares, en familia, en librerías o en foros libertarios.
Ayer fue noticia Oriol Junqueras, un hombre que sufre que hemos callado mientras pensábamos en “lo que de verdad importa a los españoles”.
Un hombre no debe pagar con su vida y hacienda decisiones o actuaciones que no le pertenecen. Y todos los hombres deberían celebrar el fin de ese padecimiento inútil.
Mañana hablaremos de cómo en octubre de 2017 se jugó una partida que todavía estamos jugando entre represaliados juzgados (tipo Junqueras y ERC) y exiliados por Europa (tipo Puigdemont). Veremos con luces propias y ajenas lo que aquel entonces -con tanto Rey en pantalla, con tanta porra en primera y tanto Pablo Iglesias figurín y figurón- pudimos no ver sin darnos cuenta.
Conocí a Oriol Junqueras a través de Álvaro Martín, de Zafarrancho Vilima, la primera vez que Daniel Lebrato, el profesor Lebrato, concurría a Sevilla Web Radio en lunes de debate o tema del día, con Raúl García y Sonia Muriel.
Conocí a Oriol Junqueras a través de Salvados, el programa de La Sexta, un domingo que iluminaba un lunes (19-20 de octubre de 2014), tras la visita de Oriol Junqueras a Sevilla monitorizado por Jordi Évole para grabar unas horas de convivencia entre Oriol y una familia clase media de Aljarafe.
Conocí a Oriol Junqueras una semana después de Tinta de calamar y dos semanas después de mi prejubilación en la enseñanza activa. Y aunque la letra chica de aquel encuentro radiofónico tenga dibujos y minucias (lo que va de Salvador Compán a Zona Este de Sevilla en bicicleta), años después me acuerdo de Álvaro Martín en su cuchitril estudio en el Centro Comercial Zona Este de Sevilla como de las mejores cosas que me han pasado.
Quizá mi marcha del programa, culminada una etapa, fue porque en el fondo lo que a mí me gustaba -y nunca se lo dije a Alvarito- era hablar de los neologismos que iban saliéndonos al paso del idioma, como podcast, pionera entonces, o como estas que me quedé con ganas y que nunca hice: evolismo (por Jordi Évole) o yunquerismo (por Oriol Junqueras).