Ayer 4 de agosto fue el día. Desde el 14 de abril de 1931 no había tenido España tan clara y tan cerca la república. Por rey padre, prófugo de la justicia, y por rey hijo, que “respeta y agradece”, en lugar de exigir “justicia igual para todos” (pedirlo es una frase, pero, al menos, la frase).
Ante ese comportamiento de la corona, el Gobierno podía haber declarado la suspensión del rey en sus funciones de Jefe de Estado: España, sin rey mientras no vuelva el fugado.
Otras acciones: las que vimos en octubre 2017 contra quienes quisieron “romper España”: suplicatorios, euro orden, busca y captura solicitada a interpol.
Me moriré sin república, entre qué vergüenza y qué lástima por quienes alguna vez salieron a la calle, vinieron o fueron conmigo.
Adiós, república.
Adiós, izquierda.
Bye, bye, España.