Etiqueta: crisis

¿en qué manos estamos?

Caballero_Bonald

 

José Manuel Caballero Bonald:
Terror preventivo

 

véalo mejor y con más arte en
Trianarts poesía, mayo 2018,
de donde fue tomado,

 

José Manuel Caballero Bonald:
Terror preventivo

«Y los que ahora mismo tratan de sustraer
de incurias y saqueos
tantas magnificencias devastadas,
¿saben que sólo unos vestigios les sobrevivirán?…»
JMCB

Terror preventivo

Ventana borrascosa abierta al borde
de las ruinas,
ven y asómate, hermano,
¿no ves en esa trama
preconcebida de la iniquidad
como un tajo feroz mutilando el futuro?

Y allí mismo, detrás de la estrategia
irrevocable del terror ¿no escuchas
el sanguinario paso de la secta,
la marca repulsiva
del investido de poderes,
sus rapiñas, sus mañas, sus patrañas?

Atroz historia venidera,
¿en qué manos estamos, cuántas trampas
tendrá que urdir la vida para seguir viviendo?


 

José Manuel Caballero Bonald
Manual de infractores (2005)
Recogido en la Antología En legítima defensa – Poetas en tiempos de crisis
Bartleby Editores 2014 © ISBN: 978-84-92799-71-8

José Manuel Caballero Bonald
Nació en Jerez de la Frontera, Cádiz, el 11 de noviembre de 1926.
De padre cubano y madre de ascendencia aristocrática francesa, estudió Filosofía y Letras en Sevilla, entre 1949 y 1952, y Náutica y Astronomía en la Universidad de Cádiz.
En estos mismos años comenzó a relacionarse con los cordobeses de la revista Cántico.
Fue profesor universitario en Bogotá y colaboró con Camilo José Cela en el proyecto del Instituto de Lexicografía de la Real Academia Española.

José Manuel Caballero Bonald: Terror preventivo

cándidos y candidatos.

Los estados del Estado que refleja Cándido en la Asamblea (novela de J. J. Díaz Trillo, 2016) son: corrector de textos, alférez, capitán, archivera, arquitecta, diputado, farmacéutico, interiorista, médico, notario, rica heredera. Los oficios más durillos son subalternos en la Asamblea: vigilante, limpiadora, jardinero; o, de servicio, en la segunda vivienda en el pueblo o en la playa: ama de cría, cuerpo de casa o zapatero. Nadie importante trabaja a sueldo de jefe o empresa privada, nadie padece la crisis ni emprende nada, si no es en áreas de investigación o literatura. Todo es inmaterial, todo es cultura y lo que no va en funcionariado va en herencia o en propiedad privada. Si buscamos gentes de las que laboran, pasan y sueñan por cuenta ajena, no las encontramos. La novela está a la última en populismo o sorpaso. [Por ahí, y por el rechazo al visionario Julio Anguita (página 372) y a la Cuba de Fidel Castro (236), asoma el diputado del Psoe.] Pero no aparecen víctimas de despidos o cierres de empresa, de hipotecas o desahucios; tampoco, inmigrantes ni mujeres tapadas. Preciándose, como se precia, de recrear la mayor época de cambios de nuestro país y de rendir un tributo cabal a la vigencia de la Ilustración, Díaz Trillo, lejos de reflexionar sobre la utilidad del “todo para el pueblo pero sin el pueblo” en los tiempos que corren, pinta un cuadro idílico de personajes sin problemas económicos cuyos conflictos humanos (aparte los sentimentales propios de la novela del 19) suceden en países lejanos donde, eso sí, menos mal que intervienen las misiones humanitarias de las fuerzas armadas (377) o de la Iglesia (295). Así, tanto da el optimismo como el pesimismo (cara y cruz de un fatuo bipartidismo), da igual si vivimos en el mejor de los mundos (posibles, ya que el autor renuncia al pensamiento utópico) y qué importa si está escrito o no, de momento: 398 páginas para dime qué miras y te diré qué ves o qué quieres ver. Lo cual no significa que uno apueste por la novela social. Ocurre que Cándido en la Asamblea es política y partidista, y España no está para novelas ni para partidos que presumen de estar de prestado, como los votos (93), para al final instalarse y perpetuarse en sus escaños en la Asamblea de la Razón frente al malestar de la Plaza del Ruido (111). Con mi voto, no, J. J.. Y con cargo al Presupuesto que pago con mis impuestos, no debería.

Daniel Lebrato, día que llaman de la Constitución, 6 de diciembre de 2016.

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LA CLASE OBRERA VA AL PARAÍSO

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LA CLASE OBRERA VA AL PARAÍSO

En 2008 tomamos conciencia de la crisis. El Psoe ahora no lo recuerda, pero fue el Psoe ‑antes que el PP‑ quien primero recortó sueldos y alargó jubilaciones. Todo, en nombre, mujer, de nuestra magnífica esperanza de vida. De aquel impacto salieron tres líneas de conciencia: la de funcionarios insolidarios incapaces de cambiar una paga extra por su estabilidad en el empleo; la de mileuristas y erasmus, quejosa gente que se vería obligada a emigrar; y la clase trabajadora, que ni posibilidad de emigración tenía. Pues ¿a dónde ir sin cualificación? Estas fotos reportaje de la construcción, sector el más castigado por la caía de la burbuja inmobiliaria, son una prueba, y la más cierta, de que el trabajo físico y manual nunca estuvo pagado con nada. La clase obrera va al paraíso es una película de Elio Petri en 1971.


Fotos


EL CHOCOLATE DEL LORO

el-chocolate-del-loro según 20minutos.es

EL CHOCOLATE DEL LORO
¿Por qué las diputaciones?

Dice Pancracio Celdrán en su libro Hablar con corrección que quitar el chocolate del loro es tratar de equilibrar la economía prescindiendo de pequeños gastos sin entrar en los grandes. En el Madrid del 18 un agasajo no era tal si no se servía una taza de chocolate. El chocolate salía muy caro y con él se hacía alarde, tanto que hasta al loro, dentro de su jaula, se le ponía una tacita. Cuando la casa decaía económicamente se le quitaba el chocolate al loro pero se seguía ofreciendo a los invitados para disimular la penuria. Ahora vienen Ciudadanos y Psoe con suprimir las diputaciones. ¿Por qué las diputaciones? Muy fácil. Porque seguiría el Senado, en duplicidad con el Congreso, en vez de una cámara única. Porque seguiría habiendo duplicidad entre la Jefatura del Estado y la Presidencia del Gobierno. Porque seguiría el doble registro de asociaciones civiles, unas, y religiosas, otras. Porque seguiría habiendo triplicidad entre la enseñanza pública, privada y concertada. Y porque seguirían los infinitos cuerpos y fuerzas de seguridad: bomberos, protección civil, policías locales, autonómicas, policía nacional, guardia civil, ejércitos de tierra, mar y aire, en vez de un cuerpo único de seguridad del Estado y con una escala única de mando. ¿Diputaciones? ¡El chocolate del loro!


Plan de recortes, La crisis, la salida


 

TRES GENERACIONES (1975-2015)

EL SUEÑO DE TRES GENERACIONES (1975‑2015)
tres generaciones

Tres generaciones soñaron una España diferente y las tres la han perdido. La Generación PCE, o de la Transición frustrada, soñó una España federal y republicana a la muerte de Franco (1975). La Generación de la caída del Muro de Berlín (1989) soñó en un mundo sin fronteras, sueño que truncó el atentado contra las Torres Gemelas (11‑S 2001) y sus secuelas. La Generación Podemos sueña todavía con el Estado del Bienestar y ha dejado de soñar con cambiar la Constitución del 78 y abrir España a una segunda Transición: fue el sueño del movimiento Podemos hasta que Podemos se hizo partido.

El concepto de generación se lo debemos al matemático danés Julius Petersen (1839‑1910), quien lo aplicó a las generaciones literarias, aunque el concepto es útil en política o en sociología: la generación euro, la generación digital. Para pertenecer a una generación hace falta algo más que haber nacido en un margen de 15 años: hay que añadir una conciencia de grupo y la conciencia la da una formación común, una convivencia compartida y, sobre todo, quedar marcado el grupo por un hecho histórico y a una edad crítica y sensible, la justa para que se convierta en el acontecimiento generacional que le dé nombre. Frente al acontecimiento, el grupo generará una idea fuerza, buscará algo o alguien que ejerza su liderazgo, y adoptará un lenguaje propio (un estilo) con el que afirmar su hegemonía contra o sobre la generación anterior. Los quince años como máxima diferencia de edad los fijan los ciclos naturales en las familias de antes y la fertilidad de las mujeres: novia a los 15, madre a los 30, abuela a los 45, bisabuela a los 60.

Aplicando el concepto de generación de quince en quince años, los cuarenta que van de 1975 a 2015 nos dan tres generaciones y nos anuncian un cambio para 2020. Hasta ahora tenemos la Generación Transición o Generación PCE (1975‑89), que ha cumplido los 65 años de media de edad, la Generación Berlín (1989‑2005), que ronda los 50, y la Generación Podemos (2005‑20), en torno a los 35 años. Contra lo que podía parecer, Pablo Iglesias y su gente están a punto de relevo. En 2020 cumplirá 20 años la generación de nacidos con el milenio. Gente que no conoció la peseta ni convirtió a euros la vieja moneda. Gente criada en el Bienestar primero y luego en la crisis. Gente que, aunque siga teniendo el lenguaje del Bienestar, sabe que el bienestar se lo tendrá que buscar porque pensiones y prestaciones ya no podrá fiarlas del Estado. La generación 2020 será la primera del Posbienestar. A Pablo Iglesias le quedan cuatro años y una legislatura (2016‑2020). Lo que nos parecía tan novedoso lleva ya diez años entre nosotros. Empezó por el mileurismo (2005), siguió como indignados (2010), creyó en la Primavera Árabe (2010), acampó en la Puerta del Sol (el 15 de mayo de 2011) y ha cumplido dos tercios del tiempo que tenía para estar en la flor de su generación. En 2020 entra la que, a falta de saber cuál será su acontecimiento generacional, bien podemos llamar Generación de la crisis o Generación Posbienestar. No se lo pierdan.

(Continuará)

Daniel Lebrato, Ni tontos ni marxistas, 25 de julio de 2015

LA CRISIS, LA SALIDA (2)

 

Crisis ni crisis:
dígale usted a sus votantes que se acabó el estado del bienestar.

crisis. Situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese. Momento decisivo. Situación dificultosa o complicada. De las crisis (como las de pareja), se sale, y así llevará razón el PP cuando diga que estamos saliendo de la crisis.

El plural estamos es una trampa. En la crisis no hemos entrado juntos ni iguales y ‑mientras no cambiemos el modelo‑ saldremos más desiguales. Maquinita: cuánto gana y cuánto pierde quien pagaba a 10 euros la hora de trabajo y ahora la paga a 5, y quien trabajaba por 10 y ahora trabaja por 5.

Lo más correcto es hablar (no de crisis) de recesión dentro de un ciclo económico. (Del griego círculo): alternancia de las fases expansiva y depresiva en la evolución de una economía.

La economía española ni va a salir de la crisis (como sostiene el PP, el de la botella medio llena) ni va a seguir en crisis (como sostiene el PSOE, el de la botella medio vacía). De tanto olvidar el análisis de clases (que ya no luchaban porque se decretó el fin de la lucha de clases), quienes nos petardearon con la palabra crisis, nos van a marear ahora deshojando la margarita de un mundo plano: ¿estamos o no estamos saliendo de la crisis?

Mire usted: ni sí ni no, porque la pregunta está mal hecha. Desde el principio, la que llaman crisis es un ajuste en la economía mundial capitalista. El capitalismo, que se mueve por interés ‑no por la creación de empleo, ni por el bienestar social‑ vio lisa y llanamente que la mano de obra sujeta al régimen laboral en España podía conseguirse más barata. Primero, con mano de obra emigrante (¿quién no conoce a una extranjera que limpia una casa o que cuida a una persona mayor?); segundo, bajando sueldos y servicios sociales; y, tercero y por último, fugando las inversiones, que han ido a parar a países llamados emergentes, hasta que la mano de obra de esos países se encarezca y los capitales vuelvan a España. Si eso significa salir de la crisis, lleva razón el PP.

Pero como la pérdida del salario social (en educación, vivienda o sanidad) deja un paisaje socialmente desolador, también lleva razón el PSOE, quien confunde salir de la crisis con salir de un ciclo que él cuando gobernaba renunció a cambiar desde el momento en que renunció a la lucha ‑o, cuando menos, al análisis‑ de clases.

(Dígale usted a sus votantes que se acabó el estado del bienestar.)

 

de la serie Ni tontos ni marxistas,
5 de enero de 2014

LA CRISIS, LA SALIDA

Nos pasa por hablar de la crisis.

crisis. Momento decisivo. Situación dificultosa o complicada. De las crisis (de amor), se sale, y así dice el PP, por amor al capital, que estamos saliendo de la crisis.

Mejor hubiera sido hablar de recesión. Depresión de las actividades económicas que tiende a ser pasajera. Pero lo de pasajera, diga lo que diga el Diccionario, esconde una idea de progreso que tenemos derecho a poner en duda en nuestras propias carnes y bolsillos.

¿Qué decir, entonces? Lo más correcto es hablar de ciclo económico. (Del griego círculo). Alternancia de las fases expansiva y depresiva en la evolución de una economía.

La economía española ni va salir de la crisis (como se apuntan el Gobierno y el PP) ni va a seguir en crisis (como sostiene el Psoe). De tanto olvidar el análisis de clases, y de tanto meter en el mismo paquete clases sociales que ya no luchaban porque se decretó el fin de la lucha de clases, los medios y los analistas más oficiales, los mismos que nos petardearon con la palabra crisis, nos van a marear ahora deshojando la margarita de un mundo plano. Desde la Ser a la Cope o Radio Nacional: ¿estamos o no estamos saliendo de la crisis?

Ni sí ni no, porque la pregunta está mal hecha. Desde el principio, la que llamaron crisis fue el inicio de ajustes muy complicados en la ciega (y nunca planificada) economía mundial capitalista. Ese capitalismo, que se mueve por interés o plusvalía (no por la patria ni por la creación de empleo, tampoco exactamente por su contrario: la extenuación y el esquilme, que llevarían a la destrucción del modelo), vio pura y llanamente que la mano de obra digamos española (o sujeta al régimen laboral en España) podía conseguirse más barata, en tres pasos: 1º, con mano de obra emigrante (quién no ha empleado a una extranjera que le limpie la casa o le cuide a su persona mayor); 2º, bajando sueldos y prestaciones, el salario social, y 3º, poniendo en fuga inversiones que han ido a países emergentes, hasta que la mano de obra de esos países se encarezca y los capitales emigren otra vez. Ese es el ciclo, Groucho Marx: ¡cambio de pareja!

Ese es el ciclo y España ni sale ni saldrá del ciclo, porque está en él. La mano de obra se ha abaratado, como querían demostrar, y los capitales, como las golondrinas, volverán a la Bolsa y a ganar. Si eso significa salir de la crisis, lleva razón el PP. Y, como la pérdida del bienestar (educación, vivienda, sanidad) deja un paisaje social desolador, también lleva razón el Psoe, quien confunde salir de la crisis con un ciclo que él, como partido, renunció a cambiar desde el momento que renunció a la lucha o, cuando menos, al análisis de clases.

Daniel Lebrato, Ni tontos ni marxistas, 28 de octubre de 2013