En Estados Unidos se llama enmienda a cada una de las reglas o garantías previas a la Constitución: libertad de religión, de expresión, de prensa o de reunión. Enmiendas (del latín emendare, corregir, rectificar; de mendum, falta o error) hay, como el eclipse, a la totalidad o a un articulado. No hay enmienda sin enmienda, vale decir, sin desenlace o solución, empezando por la política o el feminismo, y acabando por la cultura, baja o alta o gran cultura.
Dimos con gente que decía que vivía en democracia, cuando más gente protestaba: lo llaman democracia y no lo es. Con economistas que insistían en los excesos del neoliberalismo, cuando ni era neo ni daba libertad. Con anticapitalistas que aplaudían al Estado del Bienestar. Con pancartas por la paz y no a la guerra en votos Otan y ministerio de Defensa.
Siguiendo el rastro del eufemismo, en tiempos de televenta y telecompra y teletrabajo, dimos con ultra convencidos de la pequeña y mediana empresa, con compra en tu barrio o compra en tu comercio de proximidad.
—Ahí pondríamos la primera enmienda a la totalidad sindical, enmienda no anticapitalista, sino pro y a favor del viejo mundo. Porque si no apuras, porque no lo conoces o porque abominas del viejo y caduco mundo, ¿cómo sabrás alumbrar, cuando llegue, lo nuevo que ha de llegar?
Dimos con esas mujeres veladas por velo islámico que las mujeres de pelo largo por la cintura iban llamando ¡cultura! Aquellas putas, bajo el masculino ‘puto’ en el diccionario, entre el ‘todos y todas’, hechas unas ¡trabajadoras sexuales! Y esas mujeres que escalaron cimas de hombres forzudos para acabar ¿soldado?, ¿torero?, ¿halterofilia o boxeador?
—La igualdad, si previamente cada parte lava su propio patio. Pero igualdad en la barbaridad, ¡segunda enmienda!
Y esas cumbres poderosas que vemos por bellas artes ya pasadas. Con horas libres, de ocio, fueron, de padres a hijos, ya pagadas. Bien están Dante o Garcilaso allá en su siglo, pero del modernismo hasta aquí, todos deberíamos ser poetas con iguales derechos a libro de texto.
—Tercera enmienda, a esa rancia conservera de la cultura.
Lleva encerrada, como un dulce engaño, viejos carruajes. ¿La obra? En libros de librería… ¿Las fotos? Con cámara, revelado y papel kodak… ¿Las películas? En cines de cartelera… ¿La música? En discos de vinilo… ¡La nueva inmaculada! Lo viejo como nuevo y sin pecado concebido.
Tres enmiendas me rebotan. Tres enmiendas que son pocas, para la totalidad de lo total: solidaridad y sumisión con lo analógico que hoy somos, y superioridad o altanería ante lo digital. Sin futuro, no hay presente y quien no entierra el presente no ingresará al porvenir. Te llamarán, me llamarán, nos llamarán a todos, dijo un poeta honrado. Por Google, buscarán quienes buscamos. No se entiende otra forma de buscar. Un vagón afán de derechos de autor tuve. Ya lo he perdido. También por defenderme cuando yo ya no esté.