He vuelto a ver a Javi, hermano de Rafael Miffut del Casa Rafita, Miguel Cid 82, a quien el cáncer venció hace ahora un año y vino después a por su hermana, la Rubia, la que echaba mano en la cocina.
He vuelto a ver a Javi, camarero del bar familiar ya cerrado; también cerrada la casa que fue su casa de acogida.
Javier Miffut (supongo que se apellida), Javi, hoy duerme en ningún sitio y pide para un café o algo que le caliente el cuerpo.
Yo le doy de propina, nunca de limosna, y reniego de mí y de mi sociedad de alta estulticia y sobra de oenegés.
Y recuerdo un bar alegre y un ¿Qué te pongo? por los veladores, por las barras y por las esquinas.
Rafita, hermano de Javi, en foto de ABC. Hoy el bar permanece cerrado.
Todos los días, cuando paso por allí (y paso todos los días) recuerdo a ese hombre. No sabía de su hermano, porque no frecuentaba el bar (salvo alguna vez que me llevé caracoles o berenjenas con salmorejo, de las que era un rey, o algo más que un rey, que es muy poco). Los dos son la cifra de la injusticia. ‘Injusticia’ pienso cuando doblo la esquina con el perro y veo el graffiti de ánimo que le han colocado justo ahí los que le querían. Justo, muy preciso el cariño, lo grato del recuerdo. Injusto todo lo demás, incluida la ruina de su bar.
Me gustaMe gusta