
Al transcribir yo ahora, ni dos meses después de Benito Moreno muerto, el que fue su último disco, Me han quitado lo bailado, de 1999, casi me horrorizo cuando caigo en la cuenta de que el óleo de contraportada del librito y de la disquetera representa, por su mano pintada al óleo, la fachada de la Casa de los Artistas, donde al amanecer del martes 8 de mayo de este año moriría nuestro amigo. Hay coincidencias u obsesiones, y quizás todo estaba en el plan de este hombre, quien se fue porque tenía que irse, porque no podía más, porque estaba muy malito, como dice en una de sus letras.
En lo personal, el fin de curso que he tenido es como si Benito Moreno junto a Carlos Wamba y con mi madre Pepita Martínez, que también se han ido, por tres se hubieran conjurado para alimentar mi ponencia sobre La muerte y la literatura, que me encargó Sebastián Martín Recio para cursillistas profesionales de cuidados paliativos. No hay cuidados paliativos que valgan. Hay muerte y solo muerte. Nos creemos que la vida es lo que va de paréntesis a paréntesis (1940-2018, en el caso de Benito), y no. La vida es lo que va desde el principio de los tiempos hasta el final de los tiempos. Somos esa línea continua de cadáveres y cadáveres (diría Quevedo: presentes sucesiones de difuntos), algunos más clásicos que otros, más dignos de veneración o de recuerdo, y lo que nos parece normal (despertar, desayunar, ver qué hacemos) no es más que una excepción transitoria. Los paréntesis tendríamos que escribirlos convexos hacia fuera: Benito Moreno )Sevilla, 1940-2018( .
Alguien como él no merecía perder la mujer, perder un pulmón, sufrir del riñón o extraviar la cabeza. No merecía la sillita de ruedas por muy eléctrica que fuese ni merecía la residencia de mayores que acabó siendo, oh paradoja, la Casa de los Artistas. Hoy publico las letras y las fotografías del título desencantado, Me han quitado lo bailado, que tuve el honor de prologar. Él y yo habíamos tenido que ir a la Sierra de Huelva para hacernos amigos. La mediación fue de nuestro común Quique López Medrano durante el mes de agosto de 1.99… en la casa que tenían alquilada para pasar el verano Benito y Christianne y familia Moreno Decaillet. Fue en Valdelama, Fuenteheridos. En Galaroza estaban Gualberto García Pérez, el de Smash, y su mujer Emilia. Pilar y yo teníamos casa en Fuenteheridos, La Maga, en Álamo 5, casa a la que Gualberto sacó una canción, le puso música, y con ese nombre para nosotros mítico: La Maga.
Cuando años más tarde Benito encaró la que sería su última cantautoría, me encargó a mí, muy crítico con la parte Bécquer de su repertorio, las palabras para el librito. Yo corregí además a bulto redondo las letras que él me pasó. Luego no fueron exactamente las mismas letras que dejó grabadas. Nada grave. Todo lo transcribo y lo pongo al día. Si quieren oírlo y escucharlo, nada más tienen que seguir este enlace a Me han quitado lo bailado, letra y música en [eLSoBReHiLaDo]. Daniel Lebrato, 30 de junio de 2018.
/ a Benito Moreno, la voz a ti de vida /