Al redactar yo ayer Feminismo, me quedé una conclusión en el teclado: lo mal que está el mundo por culpa de los valores que lo sustentan. Educación, cultura, bellas artes, pero también solidaridad, esfuerzo o compromiso son conceptos vacíos que la sociedad saca en procesión como pasos por semana santa, con música y cortejo de penitentes que les rinden culto. Todo para que la gente digiera y haga suyos unos productos artificialmente aprendidos contrarios a su propia dieta. La sumisión, mediante la estupidez, está servida.
La filosofía no hace más que proponer estupideces. Las religiones predican estupideces. La novela, el cine o el teatro representan estupideces. La política, la milicia y la judicatura mandan estupideces. La realeza, solo por el hecho de sobrevivir al antiguo régimen, ya es estúpida. Y el feminismo es estúpido en su afán por reescribir un pasado donde lo femenino ha ido unido a lo masculino, ha sido, complementaria o suplementariamente, parte de la misma y única historia, la historia: siquiera porque alguien parió a impresentables varones que en la historia han sido.
Lo intransferible que es parir, nuestras femeninas lo transfieren a los varones (a través de la corriente hombres feminizados) y al Estado (a través de las ayudas públicas a la familia). Habría, entonces, que sacar la maternidad responsable de la familia-Estado o del Estado-familia a donde fue llevada por su contribución a la demografía, a la economía, a la marcha del país, bla bla blá. De las contribuciones a la pareja, al apellido o a la herencia, ya es que ni hablamos. Si una mujer quiere y puede tener ocho partos, que los tenga; si esos hijos son de Dios o son de puta, que lo sean; pero no pretenda esa madre numerosa que el Estado (que también soy yo) contribuya a lo que cuesta poner una vida digna en marcha.
Quien así piensa puede ser calificado de inhumano, monstruo o nazi pero todo son construcciones: también la noción de país (tanto que denuestan los nacionalismos), también la pirámide de población, también el bienestar del Estado del Bienestar, también los varones que pasean su orgullo padre por la Alameda. No se asusten y piensen. El sueño de la razón produce monstruos.