Entre la bella y la bestia, la bella era la norma
y la bestia, la excepción, lo que nadie desea.
Algunas veces la bestia de la bestia se salía
y jodía, bien jodidas, las moralejas todas:
no hables con desconocidos, no vuelvas tarde a casa.
¡Yo también soy la bella! ¡Todos somos la bella!,
gritaba en sus pancartas el pueblo al rey,
pena de muerte o prisión perpetua para aquel monstruo:
la bella, en su ataúd, como un juguete roto.
Todos somos la bella, es cierto, pero alguien somos
que la bestia es y hemos sido nosotros.
Ilustración tomada de © Maya Bloch en BiblioCriptana.Wordpress