–La religión no es cuestión de fe. La fe no es un signo (externo), sino una intimidad que no deja huella física en la persona y que podría borrarse o se borra fácilmente.
–Toda religión es una sociedad humana (sistema o jerarquía: organización, iglesia o secta) más signos externos societarios: liturgia, observancia, preceptos y prohibiciones que, por seguimiento o contraste, identifican o delatan al creyente.
–La Historia es la historia de las religiones. Lo que llamamos pueblos, culturas, civilizaciones, ha estado siempre ligado a una religión‑Estado en medio de o entre otras religiones (o religiones‑Estados) con quienes, inevitablemente, entra en conflicto. La religión monoteísta (la que se alza frente a las demás) le gustará a quien le guste el conflicto, la guerra o la pelea.
–Eso ha sido y es así porque, en grado mayor o menor, todo creyente se niega a pasar desapercibido y todas las religiones monoteístas tienden (como los gases) a la máxima ocupación de lo posible (objetos, fechas, ritos públicos).
–Pero esa es también su debilidad pues el Estado podría regular comunidades de fieles y clérigos, templos o locales de reunión o itinerarios de manifestación, como de cualquier otra sociedad o asociación.
–Contra esa razón práctica, la religión sigue presionando al Estado postulándose a sí misma como una seña de identidad equiparable al sexo o a la raza, como un derecho humano más, lo que pervierte la lógica de principio que nos trajo aquí: usted, creyente, se está metiendo en mi vida mientras yo no me meto en la suya.
–La solución es política y no consiste en la suma (o convivencia o alianza) de religiones (culturas o civilizaciones) sino en la reducción de la religión a un hecho histórico indudable (incluso necesario como factor de historicidad) que en el presente y en el futuro (hacia un mundo único) sería un obstáculo que habría que superar. Los Estados semi confesionales (como Inglaterra, Italia o España) o los estados confesionales (desde Mauritania hasta Israel) sean denunciados ante Derechos Humanos hasta borrar buena y pacíficamente las clerecías y los proselitismos de la faz de la Tierra. ¿Religión? ¡Cero cero!