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arte y artistas, éxito y fama.

Diego Vaya entre Daniel Lebrato y Lidia Muñoz Márquez
Diego Vaya, entre Daniel Lebrato y Lidia Muñoz

[1] Sincronía y diacronía, espacio y tiempo, el artista o escritor, hombre o mujer, se sabe en rivalidad y competición con sus coetáneos (alguien dirá ‘contemporáneos’) y en rivalidad y competición consigo mismo y con el libro de texto, a donde pasará o no. Hablamos de dos ejes. Un eje horizontal, que corresponde al éxito en vida, y un eje vertical, que es la posteridad. Para el arte son tradición y originalidad (Pedro Salinas, Borges) y, para el artista, ir o no de artista por la vida.

¿Qué calla el artista Siglo 21? Que igual que no hay reyes por la gracia de Dios, desde que Dios ha muerto, mucho antes de Nietzsche, tampoco hay artistas. Al presente, Dios y artista merecen la misma reverencia o caricatura que señorías o jueces con toga o con peluca. Sin embargo, Dios existe, calla el artista, para que unos vayan a la mina o al andamio y yo, el poeta, a mis musas. El ‘genio’ es una impostura de siglos, que nos ha convencido de que Dante, Miguel Ángel o Velázquez eran artistas, para convencernos, de paso, de poderes políticos constituidos. Caído el Muro de Berlín, pendiente quedan verdaderos muros que no han caído y, el primero, el muro que significa la división social del trabajo, eso que –se active o no por presiones sociales– se llama lucha de clases. El bienestar económico, ecológico, sostenible, compatible o elegetebeí, con todo eso que se tiene por cultura y civilización, no son más que arcaísmo o tentempié de un sistema feudo capitalista superado no superado. Disuelta la conciencia proletaria, la partida se juega, no entre izquierdas y derechas, no entre apocalípticos e integrados: entre quienes viven mal y entre quienes viven bien: suyo es el reino, artistas o literatos con ánimo de lucro y éxito para vivir del cuento que se cuentan y quieren contarnos.

[eLTeNDeDeRo] les ofrece dos interesantes extremos de relaciones arte artista. Uno les propone un viaje a la palabra ‘capotina’: Entrevista capotina, a favor del artista. (Parte de la altura del intelectual consiste en la bajura, la ignorancia ajena.) Y otro extremo, a favor del arte, les invita a un duelo del Oeste hecho poema cincuenta y tantos años después de su inventor protagonista, y en relación a los concursos literarios que se convocan. Quédense con Diego Vaya, prólogo‑epílogo, y verán un éxito –al margen de la antigua imprenta, de la obsoleta librería o del decaído circuito– de quien quizá alcance luces post tenebras en el paseo de la fama. Diego Vaya.

Enlace a Diego Vaya, prólogo‑epílogo en la revista libro [eLSoBReHiLaDo]

[1] fama, como ‘posteridad’ y en el sentido de la ‘vida de la fama’ de Manrique: «Aquí yace el hombre, que vivo sigue el nombre.» Sinónimos de éxito son triunfo, auge, aplauso, celebridad. Y sinónimos de fama, no los concursos de salto a la fama y en busca del éxito, sino continuidad, memoria, constancia, o permanencia; diríamos también historia o libro de texto.

elogio del siglo 19.

Desde el origen de la Historia, el pensamiento se ha dividido en dos: quienes piensan y quienes no piensan (las clases analfabetas). A su vez, las ideas se han dividido entre la salvación personal (hoy, el yoga) o la salvación colectiva (hoy, la política). Jesús de Nazaret encarna y simboliza. Hacia la persona, ofrece una teoría del alma y, hacia el pueblo judío, una salida colectiva. Sócrates, Platón, Aristóteles, Tomás Moro o Shakespeare, han sido igualmente bilingües, y siempre y todos sobre la base de un mundo inmutable. Tuvo que venirse abajo ese escenario fijo para que la filosofía pasara a mejor vida y para que el humanismo (el tratado de lo humano) tomara el mando y abordara una nueva deriva, siquiera con el riesgo de perder el rumbo o de ir hacia la nada. Eso empezó a ocurrir en 1649, cuando el rey inglés fue ejecutado e Inglaterra no se vino abajo y, más aún, cuando la Revolución Francesa (1789) decapitó a otro rey que lo era, como el inglés, “por la gracia de Dios”. Faltaba matar a Dios, el “Dios ha muerto” que se atribuye a Nietzsche que vendría después. Sin Rey ni Dios, ¿qué nos queda? Matar al ciudadano resultante, al republicano y ateo victorioso. Eso lo hicieron Darwin (1871) y Freud (1896): venís del mono y donde teníais alma: súper ego y deseo sexual. Estamos hablando de poco más de cien años en los que la humanidad, con ayuda de la técnica y de la ciencia más que de la filosofía –aunque ahí está Hegel–, echó abajo los cimientos y creencias del Antiguo Régimen. Quedaba el Nuevo triunfante, representado por la burguesía que se las prometía tan felices a costa de la nueva clase de esclavos, el proletariado. Ahí vino Marx con El Capital (1869), sesudo desmontaje del ídolo que adoraban todos, el dinero, el santo y seña del capitalismo prometedor. Podría haber socialismo. Por último había que desmontar también al propio Marx y a tanto varón entre varones. Desde mediados de siglo, con el sufragismo, están dando leña las mujeres.

Podemos decir que todo el siglo 20 la humanidad se ha estado haciendo la tonta –el 21, la tontísima– y gran parte de la tontería consiste en la aparición periódica y mediática de supuestos intelectuales, científicos o filósofos que, sin rebatir los arreos del pensamiento lúcido del 19, pretenden sentar cátedra. Les pongo dos ejemplos. Ortega y Gasset creyó haber dicho algo muy importante y señalado con “yo soy yo y mi circunstancia”. ¿Eso no es marxismo y psicoanálisis? El otro ejemplo fue don Ramón Carande, autor de Carlos V y sus banqueros, Premio Príncipe de Asturias de ciencias sociales de 1985, doctorado en 1910 con una tesis sobre la naturaleza económica del trabajo. ¿Naturaleza económica del trabajo? ¿Eso no es Marx? Ni Ortega ni Carande ni ningún Wallerstein contemporáneo que quiera alucinarnos con que vivimos en una sociedad tal o cual –líquida– tienen nada que decirnos. Otra cosa es que nos vaya la marcha y que insistamos en ser uno de ellos.

Habría que volver al 19 para llegar con suerte al siglo 22. Sean lúcidos, sean críticos y sean humildes con lo que ya se sabe y con lo que ya está dicho. Oferta válida, además, para artistas adolescentes. No hay más cera que la que arde y nada nuevo bajo el sol.


 

Alemania

Mapa de los grandes imperios coloniales del siglo XIX.jpg

ALEMANIA

Sostiene Carmen Valero, corresponsal de El Mundo en Berlín, 21 de agosto: «Ángela Merkel, una mujer fría y calculadora, tomó una decisión arriesgada: abrir por humanidad cristiana ‑en su caso protestante‑ las puertas del país a los refugiados».

Vamos a ver. Para entender a Merkel hay que entender a Alemania y, a Alemania, en dos tiempos, los actuales y desde 1871, cuando el país se unificó (antes era Prusia o Austria, pero no Alemania), pasando por las dos Guerras Mundiales y la Guerra Fría que la volvió a escindir, esa vez en la del Oeste y la del Este, que fue donde se crio y se educó Angela Dorothea Merkel, nacida en Hamburgo el 17 de julio de 1954, hija de un pastor luterano destinado a la República Democrática, la soviética, al otro lado del muro.

En comparación con Inglaterra o Francia, Bélgica, Países Bajos o Italia, Alemania no tiene pasado colonial. Lo tuvo aunque por tan escaso tiempo (de 1871 a 1919, cuando lo perdió todo por el tratado de Versalles) que ni dejó huella en Alemania ni Alemania en sus breves colonias, de modo que la sociedad germana no guarda relaciones de ida y vuelta, de culpa y disculpa, no se siente comprometida con las poblaciones de África o de Oriente Medio, doble conciencia que sí tienen Inglaterra con Egipto o Palestina, Francia con Argelia o Túnez, Italia con Libia o Bélgica con el Congo, moritos y negritos que igual viven marginados en la banlieu que ganan medallas como atletas o futbolistas para sus equipos o selecciones nacionales.

La visión del capitalismo alemán fue ¡como tonto!, y como tantos, traer de países pobres mano de obra que ha permitido a la clase capitalista pagar sueldos más bajos y, a la clase obrera, elevarse a clase media gracias a inmigrantes en los trabajos más duros y peor pagados, que es el secreto del milagro alemán, calco del milagro sueco o nórdico. Con más de un millón de inmigrantes en 2015, Alemania lo que demuestra no es ni cristianismo ni protestantismo ni lo contrario. Es seguir una política de personal que, de paso, rejuvenece la pirámide de población y refuerza cotizaciones y pensiones. De ahí, las cuentas de Merkel y esas cuentas no son ni de la izquierda ni de la derecha. Es una postura nacional mientras el PIB de Alemania crezca y cree puestos de trabajo. Informativamente hablando, tan exagerado es el cristianismo de Merkel como la xenofobia de Marine Le Pen con influencia en las clases trabajadoras.

Porque la pregunta es, también desde mi punto de vista de obrerete progresista, humanitario y buena gente muy de izquierdas (ahora en paro o subempleado):

–Si ahora no me pagan o me pagan mal, cuando vengan de acogida ¿qué será de mí?

(Claro que la pregunta no se la plantean quienes viven a este lado del bienestar, del buenismo y de las oenegés que ayudan, como el suicido, a pasar más de una mala noche. (Esto lo dijo Nietzsche y se quedó tan fresco.)

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