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Neoliberalismo y Estado del Bienestar.

santillana-del-mar fotos Seguros RGA

Más que Santillana del Mar, miente la palabra neoliberalismo[1], que ni es nuevo ni libertad; salvo para la parte empresa sin que el Estado intervenga. No hace falta leer a Carlos Marx. Todo es capitalismo puro y duro. No hay más. Solo en épocas de crisis el capitalismo ha puesto sordina a sus desvaríos, como el Don Guido de Machado. Cuando o aunaba criterios o se iba a la mierda. Esas etapas de concesión al arbitraje del Estado han coincidido con las posguerras de dos Guerras Mundiales. Reagan en Estados Unidos (de 1981 a 89) o Thatcher en Reino Unido (de 1979 a 90) fueron la expresión de que la posguerra había terminado y de que el modelo soviético iba a ser vencido (1989). Si Reagan y Thatcher representaron el neoliberalismo fue por contraste y por demoler el Estado del Bienestar (1930/años 70)[2] que había encandilado a socialdemócratas de toda Europa, empezando por los países nórdicos.

Otra cosa fue la adopción del neoliberalismo en nuestros hogares y modos de vida: se ve cuando la niña elige ser artista de conservatorio y luego no prospera y ahí la tenemos, de nini que ni estudia ni trabaja y cumplirá los 40 sin salir de su cuarto, “que es mi cuarto”. Y como los bolsillos no suelen dar para tanto, es fácil, y casi normal, padres y madres en edad de votar acudir al socorro del Estado: becas, vivienda, salud. Pero la pregunta sigue siendo:

–Bienestarista, hija: ¿Tu bienestar, quién lo paga?

En tiempos de abundancia la preguntita se podía soslayar. Ahora resulta de lo más molesta (Psoe IU Podemos ni quieren hablar). La respuesta es dura a los oídos de quien vive “en un país libre”.[3]

Ocurre que, al final, ya no es la ley de la plusvalía del capitalismo que más gana cuanto menos paga: ya soy yo (el contribuyente, el sin familia) quien gano más cuantas menos vidas ajenas pague a través de impuestos vía Presupuestos del Estado. Esa es la gracia a la que yo no le veo la gracia. Creerá el estríper o el esculpidor de uñas que el Estado les va a pagar su salario social o que el neoliberalismo, ya vencido por lo visto, los va a reponer en el negocio en que estaban. Dan ganas de reír si no fuera para llorar.

[1] neoliberalismo. Iniciativa privada económica, frente a intervención del Estado. Viene de libre, libertad, y no tiene nada de nuevo. Basta consultar la Wiki. Se resume en la expresión francesa laissez faire.

[2] El Estado del Bienestar surgió como respuesta a la Gran Depresión de 1930, intervencionismo estatal para abordar el desempleo, la pérdida de producción y el colapso del sistema financiero.

[3] De ahí, el menosprecio al milagro chino ante la epidemia: ¡Claro, es que allí la gente está toda controlada, y no como aquí, que hay libertad!


foto de portada: web de Seguros RGA

fábula del alfarero y Porcelanosa.

Dueña de la tienda eres hermosa

«Utilizar el comercio de proximidad o de barrio implica mantener vivas las calles», declara un profesor (se supone especializado) en no importa qué medio. El comercio de proximidad o de barrio tiene una cara que se la pisa. El comercio de proximidad o de barrio, siempre en manos de autónomos o pequeños propietarios, que no quieren perder lo suyo, sino transmitirlo en familia, ni ha explorado el cooperativismo o concentración por ramos, ni escapa a leyes de mercado y oferta y demanda que nadie quiere cambiar en el mejor de los mundos. ¡Viva el capitalismo!, pues. Y la gente, que no es tonta, seguirá comprando donde más barato y más competitivo. Si las calles pierden vitalidad comercial, serán las ciudades las que les den vida donde antes había pequeños comercios. No pasa nada. José Saramago nos emocionó con su fábula del alfarero frente a Porcelanosa. Inútil combate. El alfarero arrastraba un atraso de siglos. Y el gallego con su vaquita. Y el vendedor de periódicos. Y el objetor de ‘los chinos’. Y el profesor con su artículo.


Coworking, el rey de los coworks

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COWORKING

El trabajo, motor de la economía, obedece a dos principios: la procura de bienes necesarios y la ley del mínimo esfuerzo. Esto es así desde que los hombres varones talaban árboles y las hembras tejían y siguió siendo cuando llegó la fábrica y la producción en serie o en cadena. Y ha sido siempre en todos los sistemas: esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo. Es el trabajo: la realización de una tarea ingrata a cambio de una remuneración. La economía no necesita más, ni el beneficio (el beneficio ya está en el bien que se consigue) ni la propiedad (privada o pública). En todo caso, el humanismo nos dice que se debería tender a que la parte negativa del trabajo, del negocio, se corresponda con la parte positiva del disfrute de los bienes, del ocio. Trabajo y tiempo libre que habría que repartir cuanto más y mejor.

Otra cosa es que ‑dado un sistema económico determinado‑ las personas una a una se busquen la vida insolidariamente. Es lógico (acaso justo) y necesario. La persona, haga lo que haga con una ética, estará bien hecho. Está bien que yo, nacido en un sistema capitalista que ni es mi culpa ni he elegido, prefiera ser capitalista o trabajador por mi cuenta antes que por cuenta ajena.

Viene esto a propósito de una página de coworking que nos da la bienvenida “al increíble y difícil mundo del trabajo independiente” con fondo de Indiana Jones. coworking. cotrabajo o trabajo en cooperación que permite a empresarios o profesionales independientes compartir un espacio físico o virtual para desarrollar sus proyectos cada uno de manera independiente a la vez que se fomentan proyectos conjuntos. Bien está. Pero sabe el hombre o la mujer que sin capital inicial no hay independencia, autonomía, empresa o emprendimiento que valgan. O sea que o vuestro entorno familiar os adelanta y os presta el dinero o, a la cola del banco o del ICO, y a ver ese crédito quién os lo da.

Aparte de eso, si se extendiera la idea y todos los trabajadores hombres y mujeres se apuntaran al coworking, ¿quién haría las casas, los coches, la recogida de la uva o de la aceituna? Al final resulta que de lo que se trata es de cómo me las maravillaría yo para ganar dinero y trabajar lo menos posible. Algo que yo, el Gatopardo, soy el primero en haber hecho[1]. Pero sin engañarme ni engañar. Asumamos los privilegiados los privilegios que tenemos. Cuidar mis niños, freír croquetas, tocar la flauta, escribir poemas, jugar al tenis, ver películas, probar preservativos o sublevar los pezoncillos a las coristas, como hacía Guillermo Montesinos en La corte del faraón, no es, no son, trabajo[2]. En Amanece, que no es poco, decía Manuel Alexandre a su hijo el cura, Cassen:

–Me parece a mí que tenéis más cuento que Calleja.

[1] El gatopardo, un ensayo sobre la cultura.

[2] Tres mínimos tiene el trabajo: 1) esfuerzo físico ingrato necesario 2) remunerado 3) por cuenta ajena. Faltando alguno de esos mínimos, estaremos hablando de esfuerzo o de trabajo en sentido amplio, pero no en sentido estricto y literal. Bricolaje para mí no es trabajo. Ordeñar mi vaca o abrir mi bar no es exactamente trabajo. Subir montañas en bicicleta, no siendo yo ciclista profesional, no es trabajo. Reinar, gobernar o representar (la política), tampoco es trabajo. La prostitución, más que trabajo, es esclavitud y acabará el día que se legisle sobre el trabajo digno y se prohíban los trabajos indignos o innecesarios, como matar toros o construir pirámides para un rey muerto.

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SOBRE LA PROPIEDAD

Motín de Esquilache
Martí y Monsó, El motín de Esquilache (1864), con licencia, Museo del Prado, Madrid

SOBRE LA PROPIEDAD
–El endemismo de las crisis capitalistas–

A propósito del artículo ¿Estamos en la base de una crisis estructural del capitalismo? publicado en El Ciudadano por Paul Walter, sostiene DeGregorio [extracto]:


A pesar del resurgimiento de las derechas en Europa y en América Latina, sigue la necesidad de preguntarnos lo que a tenor de la entrega y la apatía que reina en la izquierda nos ha llevado a una situación asumida y obvia que no necesita ser argumentada.


En el proceso económico de libre mercado concurre una serie de factores endogámicos, incompatibilidades entre las plusvalías absoluta y relativa y el hecho de que para mantener una actividad económica son elementos sine qua non la propiedad privada y la obtención de beneficio. En consecuencia, ‘tenemos’ que aceptar lo que hay que rechazar.

Habría que modificar la propiedad. Cuando los hombres evaluamos una cosa, en nuestra reflexión extrañamos lo externo y pretendemos resolverlo considerándolo como algo fusionable. La actividad racional del individuo se mueve por la identificación que en él suscita lo que puede ser aprehendido. Sin embargo, esta racionalización, al pretender trascender, incorpora un componente que perturba la interinidad porque se está ejerciendo una injerencia de naturaleza posesiva.

De la misma manera que somos capaces de considerar un bien y resolver su bondad anexionándonoslo, podemos controlar la posesión, esa sempiterna inclinación, siempre que la tengamos como algo utilizable y que al fundirse en nosotros unifique y armonice nuestra realidad con la realidad en la que tengamos que desenvolvernos.

DeGregorio


Capitalismo: luces y (muchas) sombras | Economía | EL PAÍS

El epítome de este nuevo modelo completamente cooperativo, en el que el lucro individual desaparece, es algo tan cotidiano como imposible de imaginar hace solo 20 años: Wikipedia. “Es el mejor ejemplo, una herramienta gratuita que sale adelante gracias al esfuerzo colaborativo de miles de personas, que ha destruido de un plumazo el negocio de las enciclopedias y que priva a las firmas publicitarias de 2.800 millones de euros al año en ingresos”. También Twitter, una herramienta esencial para la sociedad actual y que, “aunque pertenece a una empresa, es gratuito y nunca podrá generar dinero”. “Probablemente acabará siendo propiedad del Estado o será sustituido por una herramienta similar de propiedad colaborativa”, vaticina.

Origen: Capitalismo: luces y (muchas) sombras | Economía | EL PAÍS

del caso Rumasa al caso Abengoa

Abengoa torre

DEL CASO RUMASA AL CASO ABENGOA
Del Ini al Sepi, y tiro porque me toca

Recordarán el caso Rumasa. El grupo de empresas Rumasa fue expropiado por el Gobierno español el 23 de febrero de 1983 por razones de utilidad pública e interés social. En el momento de su expropiación, Rumasa estaba constituido por más de 700 empresas con una plantilla de 60 mil personas (equivalente a la población de Motril o Linares). Con más de 53 mil trabajadores (7.328 en España), la crisis de Abengoa remueve la memoria de Rumasa. Ayer leímos en Confidencial Andaluz: Además de las posibles gestiones inadecuadas, creo que también es una de las consecuencias de la política de este Gobierno con respecto a las energías renovables, que se han penalizado en beneficio de las energías fósiles (gas y petróleo, para entendernos). Una empresa puntera en I+D, y muy reconocida, debe ser apoyada de alguna forma por los entes públicos (firma: Montecristo, en C.A.). Poco después, el ministro de energía, José María Soria, declaró: No estamos en las épocas en las que el Estado puede meter capital en una empresa privada. Y opina eLTeNDeDeRo: Qué curioso que un Estado que se mete en nuestras vidas cuando se trata de imponer doctrina (a través del concierto de la enseñanza o del plan de apoyo a la familia numerosa) y que subvenciona empresas tan privadas como la Iglesia, las procesiones o las corridas de toros (si nos ponemos, la misma Casa de Borbón, en tanto Casa Real Española, también está subvencionada), no es que no quiera, es que no puede, dice el ministro Soria, hacer nada por Abengoa. Querrá decir el ministro que lo que a él y al PP les gusta es privatizar, y para eso está el Sepi. El Sepi o la Sepi (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales) tiene su origen en el antiguo Instituto Nacional de Industria (Ini), pero trabaja en sentido contrario: si el Ini gestionaba las empresas públicas para seguir siendo públicas, el Sepi gestiona para hacer rentable la privatización de lo que queda de empresa pública. O sea que, como en el juego de la oca: del Ini al Sepi y tiro porque me Abengoa. Otra cosa deberían decir sindicatos, obreros e ingenieros afectados: pedir la intervención del Estado, como se intervino en Rumasa. Nacionalizar, socializar, sigue siendo el único argumento de la obra.

Enlace a Abengoa y a Lo público, lo privado y el jefe infiltrado.