la lengua, la norma y la liga.

El árbitro de la lengua tiene un silbato con dos normas: la norma de lo normal (lo habitual u ordinario), y la norma normativa, de lo que se debe seguir (ordenanza o ley).

En el andaluz de Y sin embargo te quiero lo mismo se escucha cantar «Te quiero más que a mi vida», que «Te quiero más que a mi vía» (¿vía del tren?); o «Eres mi vía y mi muerte», que «Eres mi vida y mi muerte».

Junto al Nebrija de la lengua y el imperio, tenemos al Góngora o refrán de cada uno estornuda como Dios le ayuda, y al Juan de Valdés de escribo como hablo.

Conectamos con Antonio Narbona, experto en andaluzes de ida y vuelta:

«¿Por qué hay quien pone a caldo (tildándolos de poco patriotas) a profesionales de medios andaluces por hablar con las eses? Estamos ante un falso antagonismo en que los actores cambian de bando continuamente. Del aragonés Manuel Alvar, la prensa destacaba su hablar fino (con todas las eses), con admiración y cierta envidia. En cambio, cuando alguien que tuvo que salir del pueblo volvía al cabo de un tiempo con un coche que le había coStado cerca de seiScientaS mil pesetaS, esas eses resultaban afectadas o pretenciosas. Lo que importa no es contar las eses, sino [re]conocer que progresa la competencia de un número creciente de andaluces al hablar (y escribir), en español.»

Y es que, en un panorama de lenguas muertas todas por el inglés (estándar, koiné o esperanto), incluido el inglés de Shakespeare, y el teclado de las maquinitas (que juegan la champions) los afanes de mando, por imponer lo normal o lo normativo, o vienen acompañados de una presión política (para eso han quedado los idiomas, de una liga de segunda) o resultan cada vez más patéticos, envenenados y absurdos.

—¡Normal, quillo!

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