maneras de pensar la feria.

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La trampa es doble: primera, si uno participa o no de la fiesta y, segunda, los puestos de trabajo, negocio o beneficios que la fiesta genera.

A lo primero, el gusto de uno, se responde diciendo que eso qué importa. Dejo ahí la foto, testigo de Daniel Lebrato ayer noche en la trastienda de su caseta a todo plato la Noche del Pescaíto, luego del Alumbrado, con más cerveza y manzanilla. Me encanta la Feria porque es laica, sin motivo religioso o militar, y con una concentración de grifos de Cruzcampo como vendrá en el Guinness.

Respecto a que la Feria da de comer a mucha gente, claro que sí, nada que objetar, aparte la dinámica del trabajo como beneficio / explotación, cuando ya es hora de que una sociedad más humana (o al menos su humanismo) plante cara al envenenado dilema que hoy se lleva, que es trabajo / desempleo, y aparte de que el trabajo, todo trabajo, ha de ser digno y para el bien común y ya me dirán qué bien produce poner 24 mil bombillas para una portada que podría ser la misma un año y otro como fue la Pasarela en las primeras ferias en El Prado; trabajo de montaje y bombilleo que nos hace preguntarnos ¿a quién beneficia?

Voy a favor del capitalismo. Si Sevilla fuese Miami, un suponer, el real sería un recinto cerrado, un parque temático al que habría que pagar para entrar; la portada podría estar patrocinada por McDonald’s o Coca‑Cola (con publicidad incluida como podrían llevar anuncios los pasos de Semana Santa) y con seguridad privada de manera que ni un solo policía local o nacional estuviese cubriendo fastos privados (política válida para partidos de fútbol de alto riesgo). En fin, así iría todo. Placeres privados, dineros privados. Y si empresas hosteleras ingresan tanto o cuanto por la celebración de una fiesta, que apoquinen lo suyo como patrocinadores. No veo, la verdad, cuál sería el problema.

Lo que quise decir es que lo que se invierte por ocho días de una ciudad efímera daría para urbanizar El Vacie o Las Tres Mil, lo que es una crítica severa al pensamiento señorito de quienes se precian de buena hermandad entre feriantes (fraternidad igual, en las cofradías o en el Rocío) que no es más que hipocresía. ¡Ande yo en mi caseta y déjenme de puñetas! Es muy señorita y muy insolidaria la que presume de ser la ciudad de la gracia.

Dicho lo cual, me harté de pescaíto, de rebujito y de bailar hasta las tantas de la madrugada, faltaría más. Quédense con el mensaje, si les interesa, y no maten al mensajero.

(Respuestas a La Feria de Sevilla no tiene corazón)


 

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