la policía local y las bicis.

Ciclistas en carretera se las ven con la Guardia Civil de Tráfico, y ahí no se juega. Como vehículo dgt, norma DGT que haya que cumplir (casco, luces, alcoholemia), se cumple y se acabó. En ciudad, en cambio, la bici merece otro tratamiento, siquiera por los atascos y la contaminación que desalojan. Por eso, no se entiende la animadversión de la policía local empeñada en juzgar a la bicicleta y a las maniobras de la bicicleta como si la bicicleta no fuera, además de vehículo a pedal, peatón con ruedas y como peatón ruedas se busca la vida y hace sus “fullerías”, pues qué si no.

la ciudad

La ciudad tendría que aplicar la ley del más débil de primero las personas y después los vehículos por orden de menos a más (desde el carrito bebé y minusválido hasta el turismo o el 4 x 4 particular) y hacer cumplir los límites de velocidad (máxima 50 km/hora y, según zonas, 30, 20 y hasta 15 km/h). Visto el estrés de la ciudad, está claro que la policía local o no quiere o no puede con estas dos obligaciones, quizá por insuficiencia de medios humanos y técnicos frente a tanto automóvil depredador y con tendencia a ocupar la máxima ciudad de lo posible: carriles, cruces, cebras, semáforos, aparcamientos, prisas, exigencias, ruidos, malos humores.

las bicis

En este organigrama y jerarquía, la bicicleta es rea de una mala educación recibida; de ejemplo, sirve que la distancia de seguridad que exige la bici a los coches (1,5 m) no la respetan la mayoría de bicicletas en relación a las personas (de 1,5 a 1 m) y eso, en gran parte, por la mala educación (tenida por buena en países de otra mentalidad) que ha traído a la bicicleta el orgullo bici de creerse dueña y señora de sus itinerarios; itinerarios que se anunciaron como de carril bici de uso exclusivo, que muy pronto se degradó en acera bici que había que compartir, para terminar en itinerario bici a golpe de brocha gorda por espacios absolutamente peatonales. Es decir, mientras la obra pública ha ido a menos, el orgullo bici ha ido a más.

la policía local

La policía local, siguiendo instrucciones del Municipio (que pagamos todos, y a la policía, con nuestros impuestos), debería aplicar la mínima legislación sobre las bicis. Ni el casco, ni las luces, ni la alcoholemia, ni el uso del móvil, ni la contramano ni saltarse un semáforo o buscarle la recta a una rotonda, pueden sancionarse sobre la bici en ciudad igual que se sanciona sobre la bici en carretera o sobre vehículos a motor de más velocidad y riesgo. Importa, y mucho, la seguridad vial, fácil de evaluar por la policía local según horas, sitios y situaciones y según la conducción de la bici. Importa, y mucho, la vigilancia sobre menores acompañantes en bici, no siempre a salvo y en seguro por sus mayores, o bicis que pasean al perro. Importa, y mucho, que ninguna bici moleste por espacios peatonales, cuando lo peatonal consiste en no tener que mirar por donde se anda ni por donde se pisa y cuando, en la convivencia peatón bici, es la bici la que circula entre las personas, no la persona la que circula entre las bicis. En zona peatonal, ya tocar el timbre es de mal gusto. Estos incivismos y no echar el pie a tierra cuando lo mandan las aglomeraciones peatonales sí deberían ser materia de amonestación o sanción por parte de la policía local, cosa que ahora no ocurre.

Y si un día te sanciona un poli por lo que te parece exceso de autoridad o pura arbitrariedad, recuérdale que tú, con tus impuestos, pagas a la policía para que la policía también cuide de que tus “fullerías” puedas hacerlas mientras no molestes ni pongas en peligro la vida de nadie.


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