El sueño de la unidad (de las fuerzas del trabajo y la cultura) fue el sueño del Pce y de las Comisiones Obreras, quien luego se maridó, por un puñado de locales, con Ugt. Después de ese infame bisindicalismo, todas las siglas sindicales vinieron a desunir y no a unir, y el agrupémonos todos quedó para la Internacional.
La sinrazón de (los sindicatos profesionales de) la enseñanza pública está en no reconocer su carácter secundario al servicio del primario (la economía capitalista, de la cual dependen por igual clase obrera y clase docente). Y, en concreto en España, en permitir la enseñanza peor que privada (que, al menos, esa se la pagan las familias pudientes de su bolsillo), concertada (que la copaga el laicismo mediante impuestos y presupuestos públicos a mayor gloria de curas y monjas). Vistas las luchas profesorales de estos cuarenta años, no consta en primer término la abolición del Concordato con la Santa Sede, de 1979. Se dice (o se calla) pronto.