No solo los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres. También las distancias entre la buena y la mala vida son cada vez más notorias y escandalosas. De muestra, la ola máster chez vista con ojos del hambre y del comedor social. Los gestos solidarios (ningún niño sin navidad, sin juguetes, sin lo que sea y solo porque es infancia y es navidad) adquieren de pronto el valor de impuesto social o limosna paliativa de la mala conciencia. Estas navidades, háganse caso: no practiquen el bien, no prolonguen la agonía de un mundo que merece ‑él sí‑ pasar a mejor vida.
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Hace tiempo que dejé de intentar hacer del mundo un lugar mejor. Ahora el que está mejor soy yo.
Felices fiestas.
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